EXPLICAR LA PROPIA VIDA

Una de las cosas que más me impresionan, en la lectura del evangelio de Juan, cuando relata el lavatorio de los pies (el evangelio de hoy, jueves santo), es que Jesús, primero, les lavó los pies a los discípulos (Jn 13, 1-11); y después, les explicó lo que había hecho (Jn 13, 12-20). O sea, primero, el hecho; después, la explicación de lo que ha hecho.
Posiblemente, muchas veces hemos leído este relato y no hemos caído en la cuenta de lo que entraña. Y - sinceramente lo digo - lo que entraña es mucho mñás exigente de lo que seguramente imaginamos. Porque este relato nos viene a decir cómo "actuaba" y cómo "hablaba" Jesús. Era una forma de vida tan sencilla de explicar como difícil de realizar. Una fora de vida que, se reducía nada más y nada menos que, a esto: Jesús, ante todo, hacía lo que tenía que hacer; y después, explicaba lo que había hecho. Lo que iba por delante era su ejemplo de vida. Y sólo después de eso, les decía a los demás por qué vivía de aquella manera y por qué hacía las cosas que hacía. Es una forma de vida y de predicación religiosa que se palpa en los evangelios: Jesús curaba enfermos, daba de comer a gentes hambrientas, acogía a los pecadores, convivía con los excluidos, tenía serios enfrentamientos con los observantes religiosos y con los dirigentes judíos. Y luego, en sus predicaciones al pueblo, explicaba lo que hacía y por qué lo hacía.
La fuerza de la palabra (hablada o escrtita) está en su equivalencia con hechos de vida, con realidades vividas, que se explican madiante la palabra. En esta vida hay demasiados maestros que enseñan lo que otros han vivido, no lo que viven ellos. Sobran predicadores de nada, repetidores de ideas, defensores de sus propias manías, intolerantes que no paran de repetir sus propias intolerancias. Por el contrario, es muy difícil encontrar personas que dicen: "yo vivio así, he hecho o hago esto, y lo hago por esto....".
Sólo cuando la vida es transparente, cuando no hay que ocultar nada, cuando podemos ir diciendo lo que vivimos, cómo lo vivimos y por qué lo vivimos, sólo entonces la palabra tiene una fuerza irresistible. Seguramente, ésta es la enseñanza más exigente del jueves santo. No se trata de la vanidad que se pone como modelo para los demás. Se trata de la fuerza que tiene la vida, los hechos, la conducta, la realidad. Es fácil hablar. Lo difícil es vivir de forma que lo que se vive se pueda contar a los demás, y eso les ayude a otros a sentir ganas de ser más útiles en esta vida. Eso es todo.Teología sin censura

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