Los cristianos y lo irracional

Hace sesenta años, el profesor E. R. Dodds, de la Universidad de Oxford, pronunció una serie de conferencias, en la Universidad de California, que poco después se publicaron en un volumen titulado “Los griegos y lo irracional”. En este libro, Dodds analiza, con todo rigor documental, algunos de los problemas que han marcado de forma decisiva la cultura de Occidente: el tránsito de la cultura de la vergüenza a la de la culpabilidad, las bendiciones de la locura, los chamanes y los orígenes del puritanismo, etc. Con razón, este libro ha recorrido Europa y América, se sigue editando con éxito y explica no pocas claves de lo que ahora estamos viviendo. Mi idea es que si, en 1950, se podía hablar de “los griegos y los irracional”, en este momento tenemos sobrados argumentos para hablar de “los cristianos y lo irracional”.
¿A qué viene esto? Viene a cuento de lo que ha ocurrido recientemente en Valencia. La Generalitat Valenciana pagó, en 2008, dos grandes proyectos de cooperación por, valor de 833.409 euros cada uno, para llevar agua potable a 30 familias y para mejorar los cultivos de otras 40. Todo esto lo iba a gestionar la Fundación Cyes. El dinero se entregó. Pero el hecho es que, a los pobres de Nicaragua, de los 1. 6 millones de euros, les llegaron solamente 63.500. O sea, en Valencia se quedó bastante más de un de millón de euros que, según dicen los medios, se dedicaron a comprar pisos, garajes y a otros gastos que nadie sabe exactamdente a dónde fueron a parar. Esto, por una parte. Pero el caso es que, pocos días antes de enterarnos de esta “manga ancha” en asuntos de dinero, se había tenido noticia de la singular “manga estrecha” en asuntos de sexo, promovida en el seno de la misma Generalitat Valenciana. Esta institución, que tanto ha dado que hablar en asuntos de corrupción fiscal y financiera, ha retirado de los planes de estudio, que ofrecen los Centros Públicos, el temario de Educación Sexual, que había sido elaborado por el Colegio Valenciano de Sexólogos, y ese temario será ahora corregido por el Arzobispado de Valencia.
Estos son los hechos. Y tengo la fundada sospecha de que hechos como los que acabo de apuntar, no ocurren sólo en Valencia. No es extraño que la “manga ancha” y la “manga estrecha”, que por lo visto está de moda no sólo en levante. También parece que lo está en el centro, en el norte, en el sur y en poniente. O sea, por todas partes. Es verdad que en unos sitios se habla más que en otros de este turbio asunto. Pero, en todo caso, el que tenga las manos limpias, que tire la primera piedra.
Pues bien, así las cosas, lo primero que se le ocurre a cualquier persona honrada es que la codicia y la corrupción han impregnado de tal manera el tejido social de este país, que, si para seguir acumulando es necesario robar a los pobres, se les roba y en paz. Eso sí, con tal que, en asuntos de sexo, nos atengamos al rigor de los rancios catecismos de toda la vida. La cultura de la culpabilidad le sigue ganando a la cultura de la vergüenza. Y, sobre todo, una vez más hay que decir que “la pureza, más bien que la justicia, sigue siendo el medio cardinal de la salvación”.
Sin saberlo y sin darnos cuenta de lo que realmente nos pasa, somos más dóciles discípulos de Pitágoras y Empédocles que de Jesucristo. Los antiguos chamanes de Grecia y los más piadosos católicos de ahora condenan con más energía los excesos sexuales que los abusos fiscales y financieros. En contraste con semejante postura, sabemos que Jesús, en la parábola del rico epulón, llegó a decir que quien se hace a la buena vida de las muchas ganancias, no tiene arreglo aunque se levanten los muertos de sus tumbas y vengan a decirnos que andamos extraviados por los caminos de este mundo. El autor del libro del Eclesiástico es tremendo al hablar de este asunto: “El pan de la limosna es vida del pobre, el que se lo niega es homicida; mata a su prójimo quien le quita el sustento, quien no paga el justo salario derrama sangre” (Eclo 34, 21-22).
No estoy sacando las cosas de quicio. Es cuestión de sensibilidad ante la humillación y el sufrimiento de las víctimas de este sistema y de esta sociedad. Hace unos años, cuando el huracán Mitch destrozó buena parte de Centroamérica, yo andaba por allí. Y enmedio del fango de aquella inmensa desgracia, hubo gente que se quedó con cantidades asombrosas del dinero que se envió desde Europa para quienes se quedaron si casa y sin nada. Ante tales desvergüenzas, a uno se le revuelven las entrañas. En aquella ocasión, el cardenal Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, dijo esto: “Los que roban a los pobres, no tendrán perdón ni en esta vida ni en la otra”. Y que luego, esa canalla de ladrones no nos vengan aduciendo que ellos nunca estuvieron de acuerdo con los que se salen del armario o se atreven a usar el preservativo. Los grandes principios de nuestra cultura son tozudos. Como bien dijo el profesor Dodds, “el mito de los Titanes explicaba claramente al puritano griego por qué él se sentía a la vez un dios y un criminal”. Y está visto que aquel viejo mito sigue teniendo actualidad. No es, pues, ningún disparate hablar, en este momento, de “los cristianos y lo irracional”.
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