Abrir la puerta santa de la mentalidad

En mis viejos tiempos de presidente de Confer, exactamente en el día 1 del mes de febrero, de 2006, se me ocurrió decir, en un diálogo con periodistas, como consta en la hemeroteca, (Consúltese el diario El país”. Juan G. Bedoya, 1 de febrero de 2006) que la iglesia no marginaba a los homosexuales pero sí pedía madurez afectiva y sexual a los candidatos al sacerdocio ¡Y se armó buena! El País publicó el titular: “El presidente de CONFER pide que se ordene a los homosexuales”, un titular que puede deducirse estirando mucho el texto pero que no era en absoluto mi intención. Y se armó una algarabía mediática en el ámbito de la iglesia impresionante. (Recuerdo que la COPE, llegó a dedicarme un programa entero de “La linterna de la Cope, donde se dijo de mí todo menos bonito)
Fue mi comienzo escarpado en la presidencia de CONFER, que, sin embargo también sirvió para clarificar quién estaba conmigo en la nueva etapa y quién estaba contra mí o al margen de mí. Fue entonces cuando me llovió un aluvión de adhesiones de muchos consagrados por mi manera de pensar y fue también cuando recibí las críticas más demoledoras y feroces que he recibido nunca en los ámbitos de la propia iglesia. Fue un tiempo muy clarificador para mí, aunque también, lo confieso, muy duro, porque no estaba acostumbrado a esas lides. Era un novato. Fue en este tiempo cuando recibí la visita a mi propia casa de José Antonio Pagola para decirme que estaba conmigo y que todo ese lío mediático iba a servir para bien de la vida consagrada ¡Qué detalle de Pagola que indica la grandeza de su corazón! Y fue en este tiempo también cuando algunos obispos, de feliz pastoreo hoy, me consideraron poco ortodoxo, o al menos, lejano a su línea pensamiento. Fue una etapa muy rica aquella de “Pensar Confer” y también ciertamente controvertida.
Todo esto viene a cuenta porque ahora ha dicho el papa que hay que acoger con misericordia a los homosexuales y no juzgar a nadie porque ésa no es la misión de la iglesia y nadie ha dicho nada. Todo resulta religiosamente correcto. ¿Qué hubiera sido de mí en aquellas fechas si hubiera aceptado la distinción “Arco iris” que me ofreció la comunidad gay de Madrid por mis declaraciones que se salían un poco del lenguaje común de la iglesia en aquel momento? ¡No lo quiero ni pensar! Seguramente fui un cobarde pero lo tuve que rechazar porque estaba representando a los religiosos de España y no quería generar polémicas inútiles, conociendo las circunstancias que me rodeaban entonces en la comisión de Vida Consagrada de la Conferencia Episcopal.
El papa Francisco, en este deseo de pisar el suelo, y hacerse creíble y cercano como iglesia de Jesús, que es madre y no madrastra, nos está haciendo ver las caras de las monedas cuando sólo veíamos las cruces. Efectivamente el mundo de los divorciados vueltos a casar tiene otra cara que la iglesia no pude ignorar y lo mismo el grupo de los homosexuales, y los sacerdotes que dejaron su ministerio por motivos muy humanos sin dejar de valorar su condición sacramental y el papel de las mujeres aún poco reconocido y otras realidades con las que nos iremos encontrando en el futuro…
El Papa, con el sínodo detrás, ha dicho que los homosexuales tienen dones y cualidades que pueden enriquecer a la comunidad cristiana y se pregunta “cómo poder acogerlos en su seno, garantizándoles un espacio de fraternidad. Incluso aceptando que el apoyo mutuo en algunas uniones homosexuales puede constituir un valioso aporte a la vida de las parejas”
Estamos en camino y el camino es dinámico. Siempre lo ha sido.
Es tiempo de que no nos rasguemos las vestiduras y entremos en la dinámica de la misericordia que, con frecuencia, no tiene nada que ver con nuestras actitudes tan formales y encasilladas de otros tiempos y actitudes. La puerta santa que tenemos que abrir los cristianos antes de nada, para que entre la misericordia, es la de nuestra mentalidad arcaica y estancada en la ley y en la costumbre, que ha vaciado nuestras iglesias, ha alejado de nosotros a los jóvenes y está convirtiendo nuestra iglesia en una institución cada vez menos valorada en la sociedad. Y negar esto es tener miopía sociológica.
Por eso hoy, puedo repetir, con las mismas palabras, sin añadir ni quitar ninguna lo que dije entonces que fue motivo de tanta controversia: “No es evangélico condicionar a las personas por su orientación sexual. Creo que la iglesia tiene que abordar este problema con más humanidad, con más misericordia. Lo fundamental no es la orientación sexual sino la madurez sexual y afectiva con las que tienen que asumirse las distintas vocaciones. En esa madurez es donde hay que insistir” (El País, 2 de febrero de 2006)
Por cierto, quiero expresar mi gran alegría porque, al fin, tenemos en Confer una presidente femenina. Mariña marcará un hito en Confer porque desde ahora, estoy seguro, muchas mujeres más estarán disponibles para este cargo tan hermoso de servicio y animación de la vida religiosa desde Confer. Los que hemos tenido la dicha de ocupar ese servicio sabemos bien de la riqueza que aporta Confer a la vida de la iglesia y de la riqueza que a nosotros mismos nos aporta conocer desde desde dentro la diversidad y riqueza de carismas con que Dios adorna a su iglesia. La vida consagrada ha estado siempre en la vanguardia eclesial y por eso, ahora, con el papa Francisco, se siente más feliz que nunca. La vida religiosa es la experta en los descartados como bien ha dicho el papa.
El lenguaje del evangelio ha sido siempre paradójico y sorprendente. Y lo seguirá siendo durante mucho tiempo a menos que queramos descafeinarlo. El papa ha abierto la puerta santa de la misericordia y ahora nos falta abrirla también a cada uno de nosotros en nuestras mentalidades obsoletas.
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