Discrepando

Os confieso que me preocupa que una oleada de gestos conservadores y clericales pueda abrirse paso en los próximos años, poniendo en entredicho los avances que desde el Concilio Vaticano II había conseguido la iglesia y que pueden alejarnos aún más de la gente -si es que es posible alejarse ya más- y, sobre todo, de los jóvenes. Una realidad, especialmente dramática, que debería llevarnos a todos a una reflexión profunda. ¿Es que no vemos las iglesias vacías de jóvenes, llenas de canas, apáticas y empeñadas en una pastoral puramente conservadora y sacramental? ¿Qué hace falta más para darnos cuenta de que la iglesia está entrando en una espiral de silencio, que es lo mismo que dejar de existir?
Ahora resulta que las soluciones van a consistir en celebrar la misa de espaldas al pueblo. ¿Todavía más? ¿Os imagináis a Jesús, en la última cena, dando la espalda a sus discípulos? La propuesta del cardenal Sarah, prefecto del culto divino, en este sentido, ya empieza a ser apoyada por otros como el francés monseñor Rey. Incluso propone ya una fecha para que comience esta nueva recomendación, el día 27 de noviembre próximo, primer domingo de adviento.
Me consuela saber que estas recomendaciones son sólo el deseo personal del prefecto del culto divino y que habrá muchos obispos que piensen que no es ésta la gran reforma que la iglesia necesita para hacerse creíble. Mas bien lo que necesita es despojarse de muchas puntillas y terciopelos, escudos de armas episcopales y palacios suntuosos, para empezar por algún sitio.
Todavía quedan muchos príncipes en la iglesia y pocos pastores "con olor a oveja", una expresión del papa que a algunos cada vez les resulta más desagradable. No es extraño que el papa Francisco tenga ya en muchos detractores incluso entre los mismos pastores empeñados en cuidar, por su propio ego personal, una iglesia vistosa y deslumbrante en lo humano que cada día la aleja más de la gente.
Una iglesia que da vueltas y vueltas en torno a sí misma y se queda en la cáscara, olvidando que su epicentro es el señor Jesús y su evangelio de liberación, no será creíble nunca por muchos maquillajes que quiera ponerse.
Vamos a volver todos a Jesús, vamos a crear comunidades de Jesús, como nos ha recomendado José Antonio Pagola, para que su presencia pueda ser entre nosotros signo vivo de salvación. No creo, personalmente, que esto lo consigamos celebrando la Eucaristía de espaldas al pueblo.
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