Misericodia quiero...

Estoy de ejercicios espirituales en la sierra de Madrid para prepararme para la gran semana de la misericordia, que es, sin duda la semana santa.
Nuestro director de ejercicios es un religioso mercedario, el P.Felipe Ortuno, que nos está hablando sobre todo de misericordia en sintonía con lo que hoy es la vida y reflexión de la iglesia.
Con mucha pasión, nuestro director no está “empujando”, más que animándonos, a salir a las periferias y a abrazar a los descartados, donde se acumulan los desalmados y desamados. Nos está descolocando un poco porque, a pesar de nuestra opción desde hace tiempo por los refugiados y encarcelados, siempre es posible dar un paso más allá hacia las periferias de las periferias. Siempre tendemos a estancarnos un poco allí donde estamos y trabajamos y el P. Felipe nos está descolocando de verdad.
En un mundo inmisericorde –sin corazón- donde se ha desterrado la palabra misericordia de todos los documentos de los bancos, como se hizo en otro tiempo en la URSS sacando del diccionario esa palabra como si no existiera, esta actitud queda ya reducida al ámbito estrictamente religioso. Y sin misericordia no va a ser fácil restaurar tantas heridas como se han producido en los últimos tiempos por las crisis económicas y políticas que estamos atravesando. Estamos en un momento de bloqueo y sólo la misericordia y su hermana la “empatía”, serán capaces de abrir nuevos cauces de diálogo y entendimiento. Si todos persisten en su lugar, sin saber ponerse en el lugar de los otros, aquí no se mueve nada ni nadie. Sólo la misericordia hace posible el desbloqueo- Lo que sucede es que esta palabra no quieren usarla los protagonistas de la vida social por si son catalogados de confesionales. Lo mismo sucedió con la palabra caridad que ya solo usa la iglesia y sin la cual, “Caritas”, muchas familias no llegarían a final de mes.
Si todos nos sentimos con el derecho de exigir a los otros sin aportar nada de nosotros mismos, va a ser muy difícil avanzar. A poner de nosotros mismos se le llama misericordia. Por ejemplo el porqué de que más de cinco millones de personas hayan votado por opciones radicales que cuestionan nuestro sistema. Y la respuesta me la dio, hace unos días, un taxista cuando me decía: “Yo voy a votar a los más radicales para que acaben con todos. Tienen que rodar cabezas”
Yo no creo que tengan que “rodar cabezas” para oxigenarnos un poco y retomar los cauces apropiados. Creo que tenemos que ser misericordiosos en lo más hondo de la palabra: Hombres de corazón sensible. Vivamos el tiempo con serenidad, con miras anchas, con tolerancia a hacia los dirigentes y podremos volver a decir en voz alta la frase de Adolfo Suárez: “La concordia fue posible”
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