Pepe, un constructor arruinado

Conocí a Pepe cuando solicité sus servicios para un arreglo pequeño en mi cuarto de baño. Me hizo un trabajo impecable y le pagué lo que me pidió por su trabajo.
A media mañana me encontré con su esposa cuando bajaba a la plaza y me pidió el importe del trabajo de su marido. Le respondí, como así era, que ya le había pagado a él lo que me había pedido. Fue entonces cuando me pidió hablar un instante conmigo. Y accedí, confundido por la situación.
Me explicó su esposa que estaban en la ruina y apenas tenían para comer; que Pepe había sido un buen trabajador de la construcción y había ganado mucho dinero. Lo suficiente como para construirse una casa muy grande y bien equipada en la que viven. Un palacio donde no hay apenas nada para comer.
-Si le enseño el frigorífico, verá que está totalmente vacío.
Pero a Pepe le tentaban las máquinas traga perras, esa dependencia tan dañina, y todo el dinero que conseguía lo metía en aquellas máquinas y siempre lo perdía todo porque esas máquinas están programadas para eso; te ofrecen un premio de vez en cuando para que te animes y eches más pero al final todo se queda para el dueño de la máquina y el dueño del local que han llegado a un acuerdo legal para beneficiarse. Pepe era un ludópata.
-Estoy segura, me dijo su esposa, de que el dinero que hoy le ha entregado por su trabajo, ya lo ha metido en la primera máquina que ha encontrado y mañana no tenemos nada para comer.
-Hablaré con tu esposo y le haré ver que tiene que ir a un especialista para que le trate esa enfermedad de la ludopatía.
-Ha ido ya muchas veces y nadie ha conseguido desengancharle de esa dependencia. Yo ya he perdido la esperanza y creo que nuestro matrimonio se va a venir abajo porque yo no puedo vivir así ni un momento más.
-Hablaré con él a ver si puedo conseguir algo, le dije.
Salía Pepe de un bar, donde se había gastado todo en las máquinas traga perras, cuando me hice el encontradizo con él y le dije:
-Pepe, quiero hablar un rato contigo.
Él se imaginó de qué quería hablar con él y se puso a llorar desconsoladamente en la calle. Me creó una situación embarazosa porque toda la gente que pasaba por allí nos miraba con curiosidad. Yo frente a él y él llorando como un niño. Le animé a pasar por mi despacho en otro momento y nos despedimos. Aún estoy esperando a Pepe.
Hoy me han dicho en Cáritas parroquial que su esposa ha venido a pedir una ayuda porque está desesperada y no sabe cómo afrontar la situación antes de separase de él.
Otra tesela más, llamada Pepe, desprendida del mosaico de Dios.
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