El dolor de un padre sin su hijo

Es un joven bien parecido y muy competente. Lo vi por primera vez arrodillado en la iglesia y concentrado en la oración. Cuando vio que me metía en el confesionario se acercó hasta allá para confesarse. Allí comenzó mi amistad con Alfredo que dura hasta hoy. Fue entonces cuando conocí el drama de su vida que le hace vivir en constante sufrimiento.
Siendo muy joven, apenas había terminado sus estudios en la universidad, conoció a una mujer muy especial y hermosa, que en poco tiempo se convirtió en su esposa. Se casaron muy enamorados y Dios bendijo su amor con un precioso niño que llegó enseguida. Este niño, Luis, ha sido la razón de su vida y el motivo de que siga luchando en medio de un infierno encendido y permanente.
Su esposa, Analía, comenzó a trabajar en una farmacia como dependiente y cuando quiso darse cuenta estaba enamorada del farmacéutico titular, un hombre mayor pero adinerado, que pensó que podía darle estabilidad y futuro a su vida. Y un día, en secreto, se marchó con él y abandonó a su marido. El juez le dio en custodia a su hijo y se lo llevó. Cuando Alfredo se dio cuenta de lo que estaba pasando ya apenas pudo reaccionar; todo estaba consumado. Sintió que el mundo se le hundía bajo sus pies y que la vida se le hacía tan cuesta arriba que ya no merecía la pena. Podía, tal vez, superar el abandono de su esposa pero tener que vivir lejos de su hijo era una situación insostenible para él. El juez le concedió poder visitarlo dos veces al mes pero eso no es suficiente para él. Cada vez que se despide de su hijo un nudo de amargura le ahoga de tal manera que no puede reprimir el llanto.Pero no quiere llorar delante de su hijo. Su esposa le exigió a su hijo que llamara papá a su nueva pareja y a su padre debía llamarle amigo.
Aquel día en que Alfredo llegó a ver a su hijo, iba emocionado y feliz de poder estrechar a su hijo entre sus brazos, después de quince días sin verlo y, de repente, su hijo le llamó amigo.
-No, hijo, yo no soy tu amigo, soy papá.
-Mamá me ha dicho que tú eres un amigo y que papá es Lorenzo.
-No, hijo, Lorenzo es el nuevo amigo de tu mamá, pero yo soy tu papá y no me gusta que me llames amigo. Soy tu papá y siempre lo seré.

-Pero es que mamá me ha dicho que llame papá a Lorenzo y si no le llamo así me castiga de cara a la pared.
-No, hijo, Lorenzo no es tu papá.

Volvió a su casa descorazonado. No entendía por qué la vida le había tratado tan mal y le pedía cuentas a Dios por ello. Él siempre había sido un hombre creyente y practicante, amigo de Dios, y a cambio le tocaba sufrir esta situación tan dolorosa. ¿Por qué? ¿Acaso Dios le había abandonado?
Y se confesaba de que no aceptaba la voluntad de Dios en su vida. Por eso estaba allí de rodillas en la iglesia pidiendo cuentas a Dios y fuerza para vivir con serenidad la situación que la vida le deparaba.
Lo vi, arrodillado, con las manos cubriendo su cara y en ese momento pensé que Alfredo era otra tesela desprendida del mosaico de Dios.
Volver arriba