Para empezar por algún sitio

Me siento profundamente agradecido por el don precioso de la vida. ¡He estado en los últimos tiempos tan cerca de perderla! Un don tantas veces maltratado, comprado o despreciado; vivir es una aventura apasionante. Es como planificar una ruta llena de sorpresas emocionantes y angustias espantosas, novedades y cansancios abundantes. Sí, la vida es un viaje en patera hacia la tierra soñada. Se puede navegar sin fe pero esa aventura se convierte así en una carga pesada, incomprensible, agotadora, porque vivir sin fe es como tener que dormir al descampado en pleno invierno cuando el cierzo frío del norte sopla con más fuerza, vivir si fe es como avanzar en la patera de esta vida sin remos, a golpes alocados de brazos contra el agua. Pero si la fe se convierte en compañera de travesía, todo cambia de color y de emoción, la vida se viste de sentido y de esperanza y la travesía se envuelve de luces y se hace más placentera y agradable aunque no sea dispensada del dolor y de la frustración. Hoy quiero agradecerle a Dios que me haya regalado la fe como compañera en la travesía de la vida.
En estos tiempos me estoy sintiendo interpelado y agradecido por el don precioso del papa Francisco. Estábamos necesitando alegría y agua fresca y el papa nos la ha traído. ¡Qué emoción sentí cuando la primera carta a los consagrados y consagradas que ha publicado la Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica ha sido ‘Alegraos”, con motivo, además del año 2015 que ha querido dedicar a la vida consagrada. Alegría y agua fresca podían definir muy bien lo que está significando el papa Francisco para la iglesia. ¡Bendito sea Dios! Y, por si era poco, la primera exhortación apostólica ha sido “Evangelii Gaudium” La alegría del Evangelio. Este papa rezuma alegría. ¡Con la falta que nos estaba haciendo!
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