La importación de monjas (O frailes)

El caso de las mercedarias indias del convento de la Merced de Santiago de Compostela -las madres- que, al final, el juez ha sobreseído por falta de pruebas y por haber desmontado de manera muy convincente todas las acusaciones que sobre las monjas se cernían: secuestro, falta de libertad, retención de documentos... trae a colación un problema de fondo que ya muchas congregaciones se han planteado o deberían hacerlo: ¿Es conveniente traer a Europa vocaciones de otros continentes para suplir la falta de vocaciones que hay aquí y llenar los conventos que se quedan vacíos?
En algunos momentos los obispos africanos se han opuesto a este trasvase porque es una manera de dejar a sus pueblos sin vocaciones nativas.
Considero que es bueno que Europa apoye en la formación a las jóvenes vocaciones africanas y latinoamericanas que están surgiendo pero no que las arranquen de sus raíces y las dejen en Europa, a no ser para casos especiales de formación académica especial y después de haber sido formadas en sus lugares respectivos de origen.
Las vocaciones han de ser formadas en sus propios ambientes donde están llamadas a evangelizar.
Estas situaciones que hemos vivido con las religiosas indias en Compostela es una evidencia de desarraigo de su propia tierra; en el fondo lo que ellas buscaban era quedarse en España, fuera de la congregación, y disfrutar del nivel de vida europeo, con los papeles arreglados y apoyadas en su manutención mientras todo esto se iba solucionando. Y esto no es serio. Y después de haberse beneficiado de las monjas que les pagan viajes, papeles, vacaciones y manutención, las denuncian por coacciones y retención contra su voluntad. Esto no es de recibo y las congregaciones deberían plantearse de manera seria esta importación que, al final, sólo conduce a problemas, con algunas excepciones loables.
La justicia ha desenmascarado esta situación diciendo que en ningún caso había retención contra su voluntad. Las monjas estaban libres y podían viajar y salir del monasterio cuando quisieran si descubrían que ésa no era su vocación. La vida contemplativa es siempre una opción libre y voluntaria, como lo ha sido en España durante muchos siglos, y quien opte por este estilo de vida se compromete a respetar las normas y constituciones de esa comunidad, como el que se casa se compromete con su cónyuge a guardarle fidelidad y a compartir sus bienes.
Esta comunidad, que yo conozco, ha sufrido lo indecible con este caso -nadie se lo va a recompensar- después de sacrificarse hasta el extremo, por su pobreza, para que estas jóvenes indias pudieran ir de vacaciones a sus casas cada cierto tiempo.
Sirva todo esto para que las congregaciones hagamos un serio discernimiento con las vocaciones que vienen de fuera. No se trata de llenar los conventos de cualquier manera sino de vivir en fidelidad a nuestros carismas aunque seamos pocos y frágiles, como la sal y la luz.
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