La vida y sus misterios

La muerte es la gran incógnita de la vida y, sin embargo, es una incógnita desvelada por Jesucristo. Quisiéramos que nuestros seres queridos, familiares y amigos, no se murieran nunca; estaríamos dispuestos a dar nuestra vida por eso. Y así ha sido Cristo en su amor compasivo para con nosotros; ha estado dispuesto a dar su vida por nosotros para que siempre seamos para la vida. La muerte no es una criatura de Dios sino del pecado y del diablo. Por Adán entró el pecado en el mundo y por el pecado, la muerte. Y por Cristo nos ha venido la vida. Nuestro Dios no es un Dios de muertos porque para Él todos están vivos.Dios es el gran amigo de la vida.
Es curioso cómo todas las experiencias de muerte cercana, de sensación de muerte, coinciden en que la muerte no es un paso violento y cruel sino apacible y sereno. Me contaba un médico recientemente que ha tenido una experiencia cercana a la muerte, que sentía la otra orilla como un remanso de paz, como un lugar lleno de luz al que deseaba llegar de inmediato. Un túnel que terminaba en una salida muy luminosa que producía esperanza y alegría. Yo también he sentido esa posibilidad cercana de la muerte y he perdido el miedo a la muerte porque la sentí, en algún momento, como una mano tendida, una solución deseada al momento difícil que estaba viviendo. No, la muerte no es ese rostro cruel con que la han representado los escritores y pintores. Alejandro Casona habla de la muerte como una peregrina que siempre tiene las manos frías y va visitando, de tiempo en tiempo, cada familia, cada pueblo, cada lugar, siempre fiel a su cita.
Nadie desea morir. Dios ha puesto en nosotros un instinto muy fuerte de supervivencia porque es amigo de la vida. Creo que no es malo aprender a convivir con la muerte y a mirarla cara a cara porque es una realidad siempre cercana a la vida de cada hombre. Sentirla así es una prueba de madurez. Así la sentía san Francisco de Asís cuando la llamaba “la hermana muerte” “Y por La hermana muerte, loado mi Señor, ningún viviente escapa de su persecución. ¡Ay si en pecado grave encuentra al pecador! Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios”
Quevedo habla de la muerte como un polvo al que somos reducidos, pero no un polvo cualquiera, sino como un “polvo enamorado”. El gran reto de la vida no es la muerte, sino la vida; la vida sin Dios, sin amor, sin compañía, sin sentido; ésa es la gran desgracia de la vida, pero no la muerte. Quizás el que mejor ha cantado y desafiado a la muerte ha sido José Luis Martín Descalzo: "Y entonces vio la luz, la luz que entraba por todas las ventanas de su vida; vio que el dolor precipitó la huida y entendió que la muerte ya no estaba. Morir sólo es morir, morir se acaba; morir es una hoguera fugitiva; es abrir una puerta a la deriva y encontrar lo que tanto se buscaba; dejar ya de sufrir y hacer preguntas, ver el amor sin enigmas ni espejos, descansar y vivir en la ternura, tener la luz , la paz, la casa juntas, y ver, dejando los dolores lejos, la noche luz, tras tanta noche oscura" No se puede decir tan bien y de manera tan bella.Por eso la iglesia ha de ser el juglar que canta a la vida, a la esperanza, al gozo de vivir y nunca la agorera de todos los males y amenazas como lo ha sido en algún momento. La iglesia siempre de la mano de la vida y de la misericordia, por favor.
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