#apóstoladelosapóstoles MOTIVO DEL LLANTO DE MARÍA, LA DE MAGDALA

Rabbuní amado y admirado

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 Nadie como tú le supo amar,

al Maestro, a tu maestro,

Rabbuní, maestro mío,

como le llamaste siempre tú.

María, la menudita,

la de los ojos grandes

como el contorno del Lago.

Le encontraste,

Conservas fijo y claro tal recuerdo,

para ti era la esperanza de que un día,

fijos tus ojos en los suyos

amar pudieras y con ellos consiguieras

tu volcán interior, feroz horno de amor,

pero apasionadamente tierno y generoso,

vaciarlo en alguien que fuera digno de él.

Esperabas que con tus labios,

castamente, amorosamente,

a tu amado del alma,

al que buscabas desde antiguo, sin conocerlo,

besar pudieras,

cómo un don supremo de tu amor más íntimo.

Tal vez era este el momento de que ocurriera,

ahora que ya eras libre,

pensaste que pudieras besarle como nunca lo hiciste ante otro alguno.

Y fue entonces que como un relámpago,

su mirada penetró en tus ojos,

inmensos, conservados infantiles todavía,

insatisfechos de amor, pedigüeños eternos de alegría suma.

Ocurrió, sí. Su amor inundó tu cuerpo

menudito y vivaracho, inquieto, como la brisa del lago.

Deseaste ser suya, de otra manera,

diferente a la que hasta entonces

hubieras podido ser de otros.

Tus ojos inmensos le miraron, curiosos, interrogantes,

como los de la niña que guardabas, aunque ya no lo eras.

Marchaste cambiada por dentro,

ligera, cuerpecito saltarín, ojos inmensos como el contorno del lago.

Bulle en ti la imaginación llena de de ensueños.

Estabas a punto de explotar de emoción y júbilo

que en ti había sembrado y de inmediato germinaba dentro de tí.

Pero algo de ti se ha ido,

que no era tuyo,

que vivía en ti, pegado a ti, poseyéndote a ti, esclavizándote.

Por eso sientes que crece en ti

la ilusión, el ensueño, un nuevo amor.

El Amor.

Cambió tu vida, lo notaste

al ver el primer rayo de sol, de vida,

que florecía en Él mismo, en su mirada.

Es preciso seguirle, pensaste,

debo ir con Él hoy mismo, decidiste,

hay que servirle, ayudarle, amarle,

si Él quiere, si me quiere.

Deseas volver a verle, a escucharle,

oíste palabras suyas capaces de cambiar rumbos,

que desvelan horizontes infinitos,

abren nuevos caminos, misteriosas sendas,

para los que no tienen otro deseo que soñar

y vivir de acuerdo con los sueños.

Con Él te fuiste, Él te había aceptado.

Tus ojos inmensos por primera vez se cierran

mientras brotan abundantes lágrimas

como los chorros de agua que de las fuentes que van al Lago.

Definitivamente se ha convertido en tu maestro,

Rabbuní amado y admirado.

María la menudita,

la de los ojos inmensos como el contorno del Lago.

Ahora aquí, en el Calvario le observas absorta,

sorprendida, apenada.

Acompañas a su madre.

Nada es tan triste como engendrar vida

Y observar que esta se acaba

Nada tan ingrato como ver que tiene sed inmensa

aquel que habías amamantado.

También tú estás de pie y decides que a ninguno de los dos abandonarás

y estarás siempre amorosa al lado de los dos

que tanto los dos le amaron

DICE LA OTRA MARÍA

No quisiste dejarlo sólo en la cruz.

NI quisiste abandonar a su Madre en aquel trance

Suplicio doloroso, incomprensible. misterioso,

Moría Él y tu llorabas junto a Juan desolado

Contemplabas que se iba el mentor de tu vida,

la luz que iluminaba tu existencia,

la razón de tu soñar,

la de tu vida.

Llegó el momento y aceptaste, sin quererlo y entenderlo

que debía reposar en un sepulcro

nuevo, perfumado, limpio

que un amigo ofrecía conmovido.

Y cumplida la labor que se os permitía cumplir,

lo dejasteis cerrado,

que nadie profanarlo pudiera.

La razón de tu amor y la tantos otros,

que junto a Él habían caminado,

os abandonaba, así creías, desecha del todo tú,

cerrados los ojos inmensos como el contorno del Lago.

MI SALMO DIRIGIDO A LA DE MAGDALA

Como tú, de otra manera, yo le amé.

Como tú, de otra manera, le seguí.

Como tú, de otra manera, lo sigo buscando.

Como tú, de otra manera, siento pena de su dolor.

Como tú, de otra manera, pienso que no todo está perdido.

Como tú, de otra manera, aun llorando, no pierdo la Esperanza.

Como tú, de otra manera, yo le amé.

Como tú, de otra manera, le seguí.

Como tú, de otra manera, sigo reclamándolo.

Como tú, de otra manera, siento lástima de su dolor.

Como tú, de otra manera, sueño que no todo está perdido.

Como tú, de otra manera, sumido en gran aflicción no quiero hundirme,

vivir sin Esperanza.

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