Un santo para cada día: 7 de junio Beata Ana de San Bartolomé. (La fiel secretaria de Teresa de Jesús)

Beata Ana de San Bartolomé: la compañera inseparable de Teresa
Beata Ana de San Bartolomé: la compañera inseparable de Teresa

La hermana Ana de San Bartolomé fue la compañera inseparable de Santa Teresa de Jesús en los últimos años. Ella la escogió como amiga, confidente, secretaria y enfermera. Sus brazos sostuvieron en Alba de Tormes el último aliento de la vida de la Santa abulense. Es un testigo excepcional de su vida

La hermana Ana de San Bartolomé fue la compañera inseparable de Santa Teresa de Jesús en los últimos años. Ella la escogió como amiga, confidente, secretaria y enfermera. Sus brazos sostuvieron en Alba de Tormes el último aliento de la vida de la Santa abulense. Es un testigo excepcional de su vida.

Conocemos muy bien la vida de esta beata, a través de su propia autobiografía. En ella nos dice que nació en Almendral de la Cañada (Toledo) el 1 de octubre de 1550. Según ella misma dice, sus padres eran labradores, pero bien acomodados, poseían viñedos, trigales y ganado y en su casa había criados, sin embargo, ella era casi analfabeta, no sabía escribir y solo leer un poco de romance, pues a su casa iba un sacerdote a enseñar a los chicos a leer y escribir, pero a las chicas solo les enseñaba el Catecismo.

Fue la quinta de siete hermanos. Cuando tiene 9 años fallece su madre y al año siguiente también muere su padre, probablemente a causa de la peste que azotó a los españoles allá por 1558-1559. Entonces los mayores de la familia se hacen cargo de los pequeños.

Cuando tiene 21 años, sus hermanos mayores quieren casarla, pero ella ya tenía decidido ser carmelita, desde el día que había ido a visitar el convento de San José de Ávila. Sus hermanos se oponen con violencia a esta decisión, pero luego se avienen a razones y el hermano mayor la acompaña al convento.

Beata Ana de San Bartolomé: la compañera inseparable de Teresa
Beata Ana de San Bartolomé: la compañera inseparable de Teresa

Como es analfabeta no la pueden admitir como religiosa “de Coro”, ya que no podía leer el Oficio Divino y la reciben como “fraila” (lega), encomendándole los oficios más duros: limpieza, cocina, portería. Ella lo realiza todo con humildad y sumisión; pero viendo Santa Teresa su valía, decide nombrarla enfermera, incluso secretaria, a pesar de su analfabetismo, que ella se esfuerza en subsanar aprendiendo a leer y escribir.

Ingresó en San José el 2 de diciembre de 1570 y recibe el hábito y el velo blanco (como lega). El 15 de agosto de 1572 hizo la profesión. El 4 de octubre de 1582 muere en sus brazos la Madre Teresa, en Alba de Tormes y desde entonces ella se va a esforzar en mantener vivo su legad espiritual. Como había acompañado a Sta. Teresa en sus últimas fundaciones, cuando desde Francia piden carmelitas para fundar un Carmelo en ese país en 1604, ella va con un grupo de hermanas a erigir un Carmelo en Pontoise, del que es elegida priora. Cumplido su mandato, en 1608 va a fundar otro Carmelo en Tours y en 1612, la soberana de los Países Bajos, Isabel Clara Eugenia, hija de Felipe II, la reclama para fundar otro Carmelo en Amberes.

Es tal el prestigio que va adquiriendo, que hasta la reina y los miembros de la nobleza le piden consejo. Va teniendo ya fama de santa. Lleva una intensa vida espiritual. Había tenido muchas visiones y éxtasis y se le había aparecido el Señor varias veces. Cuando Guillermo de Nassau decide atacar Amberes, ella junto con sus monjas, pasan la noche en el coro haciendo oración y evitan el ataque. El obispo de Amberes la proclama “libertadora” y en San Pedro fue invocada como “defensora de la paz”. Estando en Amberes recibe la feliz noticia de la beatificación de Santa Teresa.

Fallece en Amberes el 7 de junio de 1626 a los 76 años. Es beatificada por Benedicto XV el 6 de mayo de 1917.

Reflexiones desde el contexto actual:

Teniendo en cuenta la obra religiosa y social llevada a cabo por Ana de S. Bartolomé, bien como cooperadora de Santa Teresa, bien posteriormente las obras realizadas por iniciativa propia, no podemos menos de reconocer que estamos ante una gran mujer eclipsada por la luminosidad de la santa de Ávila. Vaya Vd. a saber si no tienen algo de verdad estas palabras que se ponen en boca de la M Teresa de Jesús:“Ana, Ana, tú tienes las obras, yo tengo la fama”.  Hoy sabemos cosas de esta humilde monjita, que nos invitan a tratarla con enorme respeto y sacarla del injusto olvido, como a tantas otras mujeres anónimas a lo largo de la historia. Quizás esto sea así porque su vida y el contexto donde ésta se desarrolló, caen fuera del marco de las reivindicaciones feministas. 

Volver arriba