Juan G. Bedoya hace en 'El País' un repaso descarnado a la historia del Vaticano La elección del Papa de Roma y dos mil años de intrigas
Escribe Juan G. Bedoya en 'El País'que entre los muchos papas infames de la historia no es el peor Esteban VI, pero sí el más espantoso.
Poco después de su ascensión al pontificado, en la primavera de 896, ordenó desenterrar el cadáver de su predecesor, el papa Formoso, que llevaba nueve meses bajo tierra; se ocupó de que lo ataviasen con las más vistosas vestiduras imperiales; habilitó un pequeño trono para resaltar la vistosidad del momento e inmediatamente reunió en torno un concilio de prelados para someter a juicio al cadavérico Formoso.
El acontecimiento se cuenta en diferentes historias de la Iglesia romana como el “Concilio cadavérico” o el “Sínodo del cadáver”.
¿Qué ofensa había infligido Formoso a su fiero sucesor? Nada menos que aceptar ser papa cuando fue elegido para ello, pese a inconvenientes formales.
Esteban VI se creía perjudicado, además, porque Formoso lo había nombrado obispo de una diócesis alejada de Roma, lo que le excluía de la siguiente elección según las normas de entonces.
Cuando, pese a todo, fue elegido papa, Esteban VI buscó la manera de acallar las críticas y su posible inhabilitación. Para ello debía anular los nombramientos de su predecesor.
El juicio a Formoso (al cadáver de Formoso) podía presentarse, por tanto, como una cuestión de procedimiento. Pero el odio histérico del sucesor despejó dudas cuando los presentes fueron informados sobre la ceremonia a la que iban a asistir.
Un diácono de confianza del papa Esteban debía situarse junto al cadáver en descomposición como su representante legal, para responder a las acusaciones. Y cuando Formoso fue declarado culpable, se amputaron a su cadáver los tres dedos de la mano derecha utilizados para firmar y regalar bendiciones.
El resto del cuerpo, desnudado con esmero sobre el trono ante los asistentes –solo se le dejó el cilicio que tenía pegado al cuerpo–, fue arrojado al río Tíber.
Esteban VI acabó de muy mala manera, después de que un incendio (ocasionado por un rayo “de orden del Divino”) destruyó aquel mismo año la basílica de Letrán. Fue una señal que enardeció a los sacerdotes ordenados por Formoso para rebelarse.
El papa acabó encarcelado y estrangulado. Uno de sus sucesores, Teodoro II, de brevísimo pontificado –veinte días–, alcanzó a rehabilitar a Formoso, recuperando su cuerpo del Tíber y oficiando nuevo y solemne entierro. Formoso tiene tumba en la basílica de San Pedro.
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LOS CUATRO PAPAS ESPAÑOLES
- Dámaso I (366- 348). Hijo de los españoles Antonio y Laurencia, se desconoce su lugar de nacimiento aunque los datos apuntan a que fue en Galicia. El 1 de octubre del año 366 con 62 años accedió a la silla de San Pedro.
- Calixto III, Alfonso de Borja accedió a la silla pontificia en 1455. Nació en Játiva, Valencia su formación como jurista y su vida austera le sirvieron para ganarse el respeto y la confianza del resto de los cardenales que, posteriormente de auparon como Papa.
Su papado se caracterizó por iniciar una cruzada para reconquistar Constantinopla que resultó ser un fracaso. Además fue quien anuló en 1456 el juicio a Juana de Arco que había sido condenada por bruja. - Alejandro VI, Rodrigo de Borja era sobrino de Calixto III y fue nombrado papa en 1431. Quizá sea el Sumo Pontífice más famoso por su nepotismo y por utilizar los recursos de la iglesia para enriquecer a su familia.
Fue el papa de la conquista de América y el responsable del Tratado de Tordesillas. Con su hijo César Borgia, férreo guerrero quería unificar todos los estados Pontificios bajo el mando de Roma. Fue excomulgado, torturado y quemado en la hoguera en Florencia acusado de hereje. - Benedicto XIII, más conocido como el ‘Papa Luna'. Fue conocido como el ‘antipapa' por haber sido elegido durante el Gran Cisma de Occidente o Cisma de Aviñón, uno de los periodos más lamentables de la Iglesia Católica donde todos los países católicos tuvieron que posicionarse. En 1409 fue condenado por hereje y se retiró a Aragón, a su fortaleza de Peñíscola donde murió en 1.423 sin renunciar jamás a la convicción de él era el auténtico vicario de Cristo.