"No a las rebajas vocacionales, aunque haya que cerrar muchas casas" La profecía de la alegría y de la esperanza de monseñor Rodríguez Carballo

(José M. Vidal).- Broche de oro a la 47ª Semana de la vida consagrada. Con una conferencia vibrante, apasionada y hasta autocrítica del número dos del dicasterio romano que se ocupa de este ámbito eclesial, el ourensano José Rodríguez Carballo. Para postular "la profecía de la alegría y de la esperanza" en una vida religiosa "sin trata de monjas" y sin "rebajas vocacionales".

El padre Carballo estuvo acompañado en la mesa presidencial por el cardenal de Madrid, Carlos Osoro, que tiene la buena costumbre de hacerse presente siempre que puede. Y, en esta ocasión, pudo hacerlo en la inauguración y en la clausura. Y la vida religiosa le premió su 'detalle' con una calurosa y larga ovación. La vida religiosa, en otras ocasiones mirada con recelo, agradece sentirse querida por sus pastores. Y, en la Semana estuviero presentes especialmente, junto al cardenal de Madrid, el obispo de Santander, Sánchez Monge, y el de Mondoñedo-Ferrol, Luis Ángel de las Heras.

En su saludo, el cardenal se congratuló por la resonancia mediática de la Semana, lo que demuestra que "la vida consagrada sigue siendo una noticia importante". Y es que "Dios no nos ha dejado tirados" y "Jesús acompaña a su Iglesia y quiere que manifestemos su presencia en medio del mundo".

El arzobispo d Madrid comparó el poliedro hermoso de carismas de la vida consagrada con un banco. "El mejor banco del mundo, el banco donde hay mayor riqueza y donde las acciones siempre están al alza es el de la vida consagrada".

A su lado, el padre Carballo sonreía agradecido al cardenal, mientras el Padre Carlos Martínez, tomaba la palabra para presentarle, entre otras cosas, como "un franciscano apasionado y un gallego convencido y de pro", al tiempo que recordaba que "el suyo fue el primer nombramiento del Papa Francisco". Un honor para el nombrado y un signo claro del tipo de servidores que el Papa quiere para su Iglesia en salida.

Carballo, que es un gallego universal, que recorre el mundo, pero vuelve todos los veranos a su aldea ourensana de Lodosedo, encandila a la numerosa concurrencia (unas 700 personas que llenan el enorme salón de actos de la Fundación Pablo VI) con su estilo franco y directo, su capacidad dialéctica, su libertad expositiva y hasta su sentido del humor tan gallego y, por eso mismo, tan preñado de ironía.

Habla con pasión, porque, como reconoce de entrada, "amo la vida consagrada, porque es mi vida" y, porque el Papa, antes de consagrarlo obispo, le dio el siguiente consejo que trata de cumplir: "Aportarás desde el episcopado, si permaneces fiel a tu primer amor".

Por eso, para comenzar su conferencia, lanzó esta proclama a los asistentes: "Quien diga que la vida religiosa está muerta que venga y vea. ¿O estáis muertos?", preguntó. Y de la sala brotó un potente: Noooo

"Pues no hagáis caso de los falsos eslóganes, con los que se está predicando constantemente el fin de la vida consagrada. No os unáis, como nos pedía Benedicto XVI, a los profetas de desventuras. Hagamos lío y ruido, para que se vea que estamos bien vivos y que no estamos hechos para estar en las catacumbas", lanzó Carballo, con su voz de barítono y su tono vibrante.

Ya metido en harina, el arzobispo curial tampoco tuvo empacho en reconocer, de entrada, que "la vida consagrada está en crisis en el sentido etimológico del término". Es decir, "estamos en crisis, porque estamos tomando decisiones y, por eso, la crisis no es negativa, porque todo depende de las decisiones que tomemos".

Una de éstas decisiones, quizás una de las más fundamentales de la vida religiosa es descubrir qué tipo de vida consagrada les puede interesar a los jóvenes. Y, para eso, Carballo definió algunas de las características de la generación selfie, heredera de la generación x.

La primera es que se trata de una generación de nativos digitales, un universo revolucionario, "que está cambiando el comportamiento de nuestros jóvenes". En segundo lugar, los jóvenes son narcisistas, "una de las enfermedades más graves de nuestro tiempo y que también afecta a la vida religiosa".

En tercer, lugar, una generación "consumista por convicción o por vocación", con un consumismo que "afecta a su modo de pensar y de pensarse". En cuarto lugar, una generación que "ha perdido la categoría de misterio, con lo cual difícilmente se va a encontrar con us propio yo". Por eso, los jóvenes de hoy "no contemplan el para siempre de la vida consagrada, que o bien les da miedo o les parece propio de otros tiempos". Y, en quinto lugar, según Carballo, la juventud actual está "marcada por la cultura débil y con un sentido débil de la propia identidad".

Todas estas características se plasman en la relación que, según el prelado de la Curia, mantienen los jóvenes con la religión. Por ejemplo, "la práctica religiosa no les interesa, porque no conecta con sus intereses vitales". Y de ahí la "bajada abismal de la práctica religiosa".

Aunque, frente a ese hundimiento de la práctica religiosa, monseñor Rodríguez Carballo señaló el repunte de la religiosidad popular en las cofradías y hermandades de Semana Santa. "Hay que aprovechar todo eso, pero teniendo en cuenta que puede ser simplemente un fenómeno cultural", explicó.

El alejamiento juvenil de la práctica y de la estructura eclesial en general también hunde sus raíces en las deficiencias de la propia Iglesia. Y monseñor Carballo hizo gala de una excelente capacidad de autocrítica sincera y sentida. Para reconocer, por ejemplo, que "nuestro lenguaje pastoral es desencarnado, abstracto y moralizante".

A su juicio, "no se trata de vender la religión a bajo precio, pero sí de evitar la rigidez", como reflejaba el grafitti que vio un día en la estación de autobuses de Ourense, en el que aparecía un titulo de "Iglesia del no" y, al lado, 10 noes eclesiales. Además de los semáforos rojos, también influye en la visión negativa de la institución eclesial "los escándalos de los abusos, antes los cuales hay que entonar el mea culpa". Por lo tanto, "coherencia entre lo que confesamos con la boca y lo que gritamos con la vida".

Cultura vocacional sin proselitismo

En cuanto a la búsqueda de vocaciones, Carballo apostó, en primer lugar, por "crear cultura vocacional, sin hacer proselitismo". Porque, a su juicio, en la actualidad, "los jóvenes no conocen la vida consagrada por lo que significa, sino por lo que hace", por la función que cumple, "sobre todo por los colegios y las parroquias". Colegios de los que salen muchos ex alumnos "que nos aprecian, pero otros muchos, quemados".

A pesar de todos los pesares, Carballo asegura que "hay motivos para la esperanza". Con ciertas condiciones. Por ejemplo, "superar los prejuicios de que los jóvenes no son capaces de comprometerse" y ayudarles "a pasar de su propio caos vital al orden y a la armonía". Porque "esperan de nosotros que estemos despiertos para despertarlos"

Además, para captar vocaciones, la vida religiosa tiene que aprender a comunicarse. "No logramos que los demás intuyan la belleza del seguimiento y eso tiene mucho que ver con el lenguaje que utilizamos y que sólo entienden los expertos".

Un lenguaje como el del Papa. Y Carballo cita dos ejemplos papales. El primero cuando habla de "trata de vocaciones". Y el segundo, cuando se refiere a la "inseminación artificial vocacional". Porque, según Carballo, "hay que tocar y dejarse tocar, en el buen sentido, aunque, en estos momentos, como todos somos potenciales criminales, casi está prohibido dar la mano".

Se trata, dicho de otra manera, de "suscitar preguntas con nuestra vida" y de "presentar las exigencias de la vida consagrada de modo positivo, porque el cristianismo no es la religión del no, sino del sí".

Por ejemplo, vivir en comunidad "no es vivir en una cárcel". Aunque, el prelado confesó "estar escandalizado del autoritarismo que existe en algunas comunidades religiosas, donde, a veces, se dan verdaderas dictaduras, especialmente en las comunidades femeninas". Por eso, considera que "hay que evangelizar el sentido de autoridad y de obediencia, con una vida comunitaria más humanizante" y con una mayor libertad para comunicar "lo que pensamos y lo que sentimos".

En definitiva y como piden los jóvenes, según Carballo, la vida religiosa tiene que se profética, con "la profecía de la alegría, de la esperanza y de la vida consagrada en salida, que llegue a las periferias existenciales y de pensamiento". Asimismo, "hay que dialogar con la cultura actual y, para eso, hay que formarse intelectualmente, de lo contrario, vamos a comer lo que nos sirvan".

Para que la vida religiosa sea profecía de alegría y esperanza tiene que "valorar la vocación como un valor importante" y sus tres componentes: la mentalidad, la sensibilidad y la praxis. Es decir, "los consagrados tienen que gritar la belleza de la vida consagrada" y "ver la realidad con los ojos de Dios".

Por último, monseñor Rodríguez Carballo, concluyó su exposición con un decálogo:

1/ No queremos religiosos ateos practicantes, porque hay sacerdotes y hasta obispos que lo son.

2/ La vocación es un camino de maduración humana y espiritual

3/ Pasar de la sensibilidad humana a la cristiana

4/ La pastoral vocacional no busca héroes ni elegidos

5/ No a las rebajas vocacionales, aunque haya que cerrar muchas casas

6/ No a la importación de vocaciones, para tapar agujeros, aunque España no puede cruzarse de brazos ante el vacío de seminarios y noviciados.

7/ No hay crisis de llamada, sino de llamantes. Y no llamamos, porque no estamos convencidos de que la vocación es un valor o porque creemos que los jóvenes pertenecen a una generación perdida y postcristiana.

8/ La crisis vocacional es crisis de vida

9/ Todos somos responsables de las vocaciones

10/ Formación permanente.

O resumido el decálogo de otra forma, Carballo propone estas iniciativas: Sembrar, acompañar, educar, formar y discernir. Como decía Teresa de Ávila cuando ya se encontraba anciana, sin fuerzas y al borde de la muerte: "Es tiempo de caminar". O como dice el Papa, "es tiempo de que los jóvenes sueñen y los ancianos profeticen". Y el curial español concluyó arengando a sus 'tropas': "Levantémonos y rompamos nuestros miedos, porque los jóvenes nos esperan".

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