"Te confío a los que piensan que ya no hay esperanza para ellos" Francisco ora ante la Inmaculada: "No es lo mismo ser pecadores que ser corruptos"

Francisco ora ante la Inmaculada: "No es lo mismo ser pecadores que ser corruptos"
Francisco ora ante la Inmaculada: "No es lo mismo ser pecadores que ser corruptos"

"Hoy te confío a todos los que, en esta ciudad y en el mundo entero, están oprimidos por la desconfianza, por el desaliento a causa del pecado; a los que piensan que ya no hay esperanza para ellos, que sus faltas son demasiadas y demasiado grandes, y que Dios ciertamente no tiene tiempo que perder con ellos"

"Gracias por animarnos, con tu franqueza, a no avergonzarnos del bien, sino del mal; ayúdanos a alejar de nosotros al maligno, que por engaño nos atrae a sí mismo, a las espirales de la muerte; danos el dulce recuerdo de que somos hijos de Dios"

Es una de las fiestas más españolas del calendario romano. No en vano, el Papa Francisco se presenta a los pies de la embajada española ante la Santa Sede, junto a la columna que preside la imagen de la Inmaculada Concepción. Bergoglio llegó a Piazza Spagna después de orar ante la Salus Romani, y fue recibido por la alcaldesa romana, y el cardenal Donatis.

Junto a ellos, la embajadora Carmen de la Peña, y su asesor religioso, el sacerdote Antonio Pelayo. El Papa, algo resfriado en los últimos días, esperó a que se depositara una corona de flores a los pies de la columna para, después de los cánticos, ofrecer su oración a la Virgen. Después, antes de regresar al Vaticano, saludó y bendijo, uno por uno, como es tradición, a los enfermos presentes en la sala.

Francisco saluda a los enfermos al terminar la oración ante la Inmaculada
Francisco saluda a los enfermos al terminar la oración ante la Inmaculada

Oh Inmaculada María, nos reunimos una vez más en torno a ti. Cuanto más avanzamos en la vida, más aumentamos nuestra gratitud a Dios por habernos dado como madre a nosotros, que somos pecadores, a Ti, que eres la Inmaculada.

De todos los seres humanos, tú eres el único preservado del pecado, como la madre de Jesús el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Pero este singular privilegio tuyo te ha sido dado por el bien de todos nosotros, tus hijos.

De hecho, mirándote a ti, vemos la victoria de Cristo, la victoria del amor de Dios sobre el mal: donde el pecado abundó, es decir, en el corazón humano, abundó la gracia, por el suave poder de la Sangre de Jesús. Tú, Madre, recuérdanos que, sí, somos pecadores, pero ya no somos esclavos del pecado. Tu Hijo, con su sacrificio, rompió el dominio del mal, conquistó el mundo. Esto le dice a todas las generaciones de su corazón tan claro como el cielo donde el viento ha disuelto cada nube.

Y así nos recuerdas que no es lo mismo ser pecadores que ser corruptos: es muy diferente. Una cosa es caer, pero luego arrepentirse, confesarlo y levantarse con la ayuda de la misericordia de Dios. Otra cosa es la hipócrita connivencia con el mal, la corrupción del corazón, que por fuera muestra impecable, pero por dentro está llena de malas intenciones y egoísmo mezquino.

Oración de Francisco ante la Inmaculada
Oración de Francisco ante la Inmaculada

Tu clara pureza nos llama a la sinceridad, a la transparencia, a la sencillez. Cuánta necesidad tenemos de ser liberados de la corrupción del corazón, que es el mayor peligro! Esto nos parece imposible, somos tan adictos, y en cambio está a nuestro alcance. Basta con mirar la sonrisa de tu Madre, tu belleza incontaminada, para sentir de nuevo que no estamos hechos para el mal, sino para el bien, para el amor, para Dios!

Por eso, oh Virgen María, hoy te confío a todos los que, en esta ciudad y en el mundo entero, están oprimidos por la desconfianza, por el desaliento a causa del pecado; a los que piensan que ya no hay esperanza para ellos, que sus faltas son demasiadas y demasiado grandes, y que Dios ciertamente no tiene tiempo que perder con ellos.

Te los confío, porque no sólo eres madre y como tal no dejas de amar a tus hijos, sino que también eres la Inmaculada, llena de gracia, y puedes reflejar un rayo de luz de Cristo Resucitado hasta en las tinieblas más densas. Él, y sólo Él, rompe las cadenas del mal, nos libera de las adicciones más feroces, nos libera de los lazos más criminales, suaviza nuestros corazones más endurecidos. Y si esto sucede dentro de la gente, ¡cómo cambia la cara de la ciudad! En pequeños gestos y grandes elecciones, los círculos viciosos se van volviendo virtuosos, la calidad de vida mejora y el clima social es más transpirable.

Te damos gracias, Madre Inmaculada, por recordarnos que, por amor a Jesucristo, ya no somos esclavos del pecado, sino libres, libres para amarnos, para amarnos unos a otros, para ayudarnos como hermanos, no importa lo diferentes que seamos. Gracias por animarnos, con tu franqueza, a no avergonzarnos del bien, sino del mal; ayúdanos a alejar de nosotros al maligno, que por engaño nos atrae a sí mismo, a las espirales de la muerte; danos el dulce recuerdo de que somos hijos de Dios,

Padre de inmensa bondad, fuente eterna de vida, belleza y amor. Amén.

El Papa, ante la Virgen
El Papa, ante la Virgen

Volver arriba