El Espíritu que procede del Hijo: Pentecostés 2019

"Todo espíritu que confiese  a Jesucristo  venido en carne mortal, es de Dios"

Si realmente de algún modo en la encarnación el Hijo de Dios se ha unido a todo ser humano, bien podemos hablar de encarnación continuada. Pero esta continuidad implica un dinamismo que se recrea en una historia cambiante. La situación cultural en que vivimos hoy los cristianos es muy distinta de la situación donde vivió Jesús de Nazaret o de la que vivieron otras generaciones. Estamos en un cambio cultural rápido y profundo; se han multiplicado ls visiones sobre el mundo, y se generaliza la indiferencia religiosa. Da vértigo una “Iglesia en salida” que propone el papa Francisco Pero el  Resucitado sigue infundiendo su Espíritu: “la paz os dejo”, “no tengáis miedo”

     En la revelación bíblica no se define qué es el Espíritu, pero sí sale una y otra vez la sensación del Espíritu. Es   como el aire que nos permite respirar para seguir viviendo y nos une a todos en la común atmósfera; como el fuego que da calor y enardece, como el agua que con la lluvia fecundiza los campos para que den fruto. Un lenguaje simbólico que vemos en Hechos de los Apóstoles cuando relata el acontecimiento de Pentecostés. Según la liturgia de este domingo, el Espíritu de Jesús es “luz que penetra las almas, fuente del mayor consuelo, descaso de nuestro esfuerzo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”.

“El Espíritu recibirá de lo mío y os lo irá comunicando”. Tanto dentro como fuera de la Iglesia despunta la sed de interioridad y de espiritualidad; un signo positivo con manifestaciones muy variadas que necesitan discernimiento. Según el credo cristino, el Espíritu procede del Hijo. Luego la forma inequívoca de conocer su verdad es si recuerda y actualiza en nosotros la conducta histórica de Jesús: intimidad con el Padre, apasionamiento por construir la fraternidad o reinado de Dios, y opción preferencial por los pobres. Ya en las primeras comunidades cristianas había peligro de un carismatismo etéreo. San Pablo en una csrta a los fieles de Corinto recomienda que nadie pretenda hablar en nombre del verdadero Espíritu, negando al Jesús de la historia. Sin duda la reforma verdadera de la Iglesia tiene que ser obra del Espíritu y brotar de la fe como experiencia espiritual. Referencia decisiva para esa reforma es la conducta de Jesucristo portador del Espíritu “sin medida”. El seguimiento de Jesús –recrear su conducta en nuestra propia historia- es un lenguaje que todos entienden. Pentecostés actualizdo en la Iglesia y en el mundo.

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