Cuando San Prudencio se pone rojo, en el calendario.

Como cada 28 de abril, ya desde el santoral mozárabe, el llamado ángel de la paz, el que tendría por maestro a San Saturio a orillas del Duero, el que fuese aclamado como obispo por el pueblo de Tarazona, el patrón de las tierras de Álava, San Prudencio, es venerado por muchos en la basílica de Armentia y celebrado por muchos más en la campa que circunda el templo.

Patrón de los pasteleros, la fiesta de San Prudencio tiene sabor, olor y sonido porque junto a los atabales, trompetas, txistus y barriles, el sabor de las caracoladas y los perretxicos y los dulces, que van desde las rosquillas hasta el pastel con el nombre del Santo de Armentia, son los elementos de este evento con sabor popular por los cuatro costados.

Pero, y parafraseando la sabiduría popular, la fiesta se conoce de víspera, y en esta ocasión nunca mejor empleado el dicho, ya que en la víspera el Palacio de la Diputación Foral de Álava y Armentia acogen los actos más emblemáticos de llamada a la fiesta.
En la Diputación el toque de la retreta, una tradición que tiene sus antecedentes en 1483 aunque en puridad y tal y como lo conocemos hoy es una importación de la tamborrada donostiarra, puesta en marcha en 1975, las trompetas, atabales y barriles marcan desde el siglo pasado el ritmo creado por el maestro Luis Arámburu.

En Armentia cada año tiene más acogida una celebración más íntima, hecha antaño para quienes vivían en el pueblo de Armentia, pero abierta a cuantos desean acudir. A las siete de la tarde la misa de víspera, valedera para el precepto del día siguiente, y a continuación una retreta singular que acude en procesión hasta la imagen del santo que corona la subida desde Mendizorroza. Palabras del alcalde de Armentia, del cura de la basílica, aurresku de honor al patrón de las tierras de Álava y cántico de su himno.

Durante la Eucaristía de este año, Carlos Fernández, el sacerdote que se ocupa de esta basílica desde hace más de una década, ha ilustrado a los presentes con los datos que, la historia por un lado y la tradición por otra, nos ha legado sobre este singular santo que alcanzó en primera instancia sus honores eclesiásticos y más tarde su canonización, por aclamación popular.

Todos los años es invitado también a decir unas palabras en el marco de la retreta local (por distinguirla de la provincial) y en esta ocasión sus palabras han sido de reproche y de dolor. Carlos ha recordado que esta, al menos en su creación, es una fiesta de sentido y sentimiento religioso, que como muchas celebraciones y acontecimientos religiosos tiene unos preámbulos que en esta ocasión es un Triduo en la Basílica, y que ni el triduo, ni la misa de la víspera en Armentia forman parte del “Programa de Fiestas”. Acabó apelando a la tan ansiada paz a los pies del ángel de la Paz, un tema recurrente cada año y que seguramente el obispo de Vitoria, Miguel Asurmendi citará en la homilía de la Misa Mayor.

Non solum sed etiam …

Acabado el acto junto al Santo en la cúspide del paseo, el párroco de Armentia recriminaba a las autoridades lo que ya había expresado en voz alta. Y es que quizá se acerquen tiempos en los que sin miedo ni rubor haya que pedir respeto y seriedad y que si celebramos algo en honor de alguien, así sea, y si no reubiquemos las cosas y a cada cual lo suyo.
Así rezaba el argumento del sacerdote quien proponía que, o bien se hacía honor a San Prudencio, o bien al caracol y el perretxico. Dentro de unos meses la capital alavesa vivirá otra incoherencia de los tiempos, marcando como Semana Grande unas fiestas que ya nadie podría distinguir realmente si son en honor de la Virgen Blanca o de Celedón o del “Y a mí qué más me da”.

Así, como bien recordaba Carlos Fernández, las Fiestas de San Prudencio ya habían empezado tres días antes, aun cuando no figurasen en los programas; la Fiesta de la Virgen Blanca tiene su preludio en la novena a la patrona de Vitoria, hecho que …. Tampoco figura en los programas, que por no aparecer no aparece ni la titular. Un dato significativo: en toda la historia de los carteles de Fiestas de la Virgen Blanca la referencia al aspecto religioso de esta fiesta aparece escasamente en una decena de ellos.

Quizá se acerque la hora de reubicar y reconocer el origen de nuestras fiestas, de respetar y decidir qué asumimos socialmente y hasta dónde queremos renunciar a nuestros legados.
O dicho más claramente: Si marcamos en rojo el calendario por ser San Prudencio, honremos a quien nos justifica esta fiesta y sino reconozcamos a los nuevos becerros de oro independientemente de que los disfracemos de caracol o perretxico. Entre otros motivos porque no me cuesta imaginar a patronos y patronas repudiando dispendios y abusos y gritando desde donde estén “¡Esto NO! ¡En mi nombre NO!”
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