Arzobispo entrampado por imposición de proyectos económicos Nubes de tormenta sobre el cardenal Aguiar

Nubes de tormenta sobre el cardenal Aguiar
Nubes de tormenta sobre el cardenal Aguiar

El presbiterio no debe bajar la guardia y mantener activos sus justos reclamos.

La recolección del diezmo comienza con una polémica campaña. ¿Imaginas un México sin fe? Depende de ti que no ocurra.

Quien haya pensado que el cardenal Carlos Aguiar tiene la vía fácil para lograr sus planes y proyectos trazados como los del pastor moderno que México necesita, no ha entendido que, en realidad, ha generado una caótica convulsión en la arquidiócesis de México. 

Y no se necesita ser tan acucioso y observador para saber cuáles eran los propósitos de Aguiar después del desmembramiento de la arquidiócesis. Prácticamente paralizada, sin rumbo y sin pastoral consolidada, la franca inconformidad del diezmado presbiterio se está dando en lo que parece ser una causa común que tejió una red de variopintas animadversiones y repudio hacia al arzobispo y la camarilla de aguiaristas incondicionales.

Ya se ha descubierto lo que el cardenal Carlos Aguiar tenía en su mente: Una Iglesia para devorar. Sus ambiciones eran desmedidas al creer que llegaba a una arquidiócesis riquísima. Ahora esa avaricia prácticamente lo tiene contra la pared y su presbiterio poco a poco lo está abandonando. Sin simpatías, la indiferencia hacia el proyecto aguiarista se transformó en franca furia, enojo y coraje.

Eso era evidente cuando el arzobispo, faltando a su palabra, ordenó la opaca   auditoría a las parroquias más promisorias de la arquidiócesis para tener un diagnóstico sobre la salud financiera de la Iglesia local y de la cual, contrario a lo que afirmó, no se tiene resultados y ni siquiera se sabe cuánto costó a los fieles aunque Aguiar afirma que esto fue producto de la buena voluntad de la consultaría EY -Ernst & Young-; segundo, un desmantelamiento hecho a modo sacudiéndose el lastre que no podía más que significar déficits, problemas y  pobreza, en lugar de un reportar ganancias, deshacerse de las iglesias pobres y de los problemas; tercero, absorber a la Basílica de Guadalupe, ahora caja principal del arzobispado bajo pleno control de Aguiar en una vicaría territorial donde arrebatando las facultades al rector en los aspectos financieros y, por último, volver a la centralización administrativa y financiera contra el manejo descentralizado de la economía por vicarias que fue uno de los objetivos del II Sínodo arquidiocesano.

Este medio reveló el plan del equipo económico del arzobispo para sacar dinero hasta de las piedras catalogando a las parroquias por sus beneficios económicos. "Entre Dios y el Mammón"la arquidiócesis de México señaló el duro golpe que se estaba proyectando a la mayoría de las maltrechas economías parroquiales de la Ciudad de México. Un revelador documento en el que se estimaron proyecciones financieras del arzobispo primado tuvo por delante la apertura de arcas antes que abrir la salvación a todos.

El verdadero hacedor de este plan simoníaco fue Eduardo Pisa Sámano, diseñador de esa reingeniería que llevaría adelante la concentración de toda la economía arquidiocesana, de las auditorías a las economías parroquiales y la selección de templos para verificar las finanzas a través del plan de “Clasificación Parroquial” conforme sus ingresos obligándoles al pago de una cuota fija, eufemísticamente llamada “solidaria” distinta a la del 10 por ciento variable.

Pisa no sólo diseñó esta clasificación bajo criterios unilaterales y arbitrarios según la apreciación sobre parroquias “pudientes y fuertes” e ingresos de colectas especiales como la del Domund o la del Seminario. Su pecado sería el de ejecutar las órdenes de su patrón, sin saber siquiera los líos, problemas y preocupaciones de un párroco por ser un ignorante sobre las formas de la economía hasta de simple capilla.

Pisa es responsable de operar, como hijo del cambio de época, la eficacia financiera y no de la caridad evangélica sobre resultados verificables y a las órdenes de un mercenario vestido de rojo. Él no ve a la iglesia, ambiciona asentar empresa; no concibe la pastoral, opera franquicias; no trata con sacerdotes, negocia con empleados; no ve por la salud de las parroquias, ambiciona arcas boyantes.

Más aún, la urgencia de recursos llevó a la operación de una cuestionada campaña de recolección de diezmo 2019-2020. A todo color, pósters y sobres de tratan de atraer la atención de los clientes para animarlos a cumplir con esa obligación fruto de los mandamientos de la santa madre Iglesia. Uno de ellos es peculiar:  Adornado con la imagen de la Virgen de Guadalupe, el lema de la campaña “¿Imaginas un México sin fe? Depende de ti que no ocurra”. Si antes, se decía tan pronto una moneda caía en el cofre, se liberaba un almade purgatorio, ahora esta actualización aguiarista es más descarada: Entre más abultado más abultado el sobre, esa será la medida de la fe. Esa es otra de las inauditas ideas de la desmedida ambición.

Diezmo 2019-2020

Todas estas irregularidades han hecho que la desmembrada arquidiócesis de México comience a levantarse para denunciar y oponerse a los planes de Aguiar. Decanato tras decanato, vicaría tras vicaría, los emisarios de Pisa no supieron dónde esconderse ante el repudio y rechazo de un proyecto económico imposible. Ahora se dan cuenta de la pobreza de las comunidades donde, en algunos casos, se llegó exigir cantidades exorbitantes a las parroquias sin distinguir sus diversas necesidades

Esta delicadísima situación que se denunció a través de este medio, pesó en la mutilada arquidiócesis primada y activó una bomba de tiempo. Ahora, este 2 de diciembre, en el tradicional retiro de adviento, Carlos Aguiar y su equipo enfrentarán a un presbiterio lastimado y ya se sabe que, al parecer, tras las denuncias y oposición, el plan económico será echado para atrás ante la generalizada protesta poniendo a Carlos Aguiar Retes entre la espada y la pared.

Sin embargo, imperan las dudas. El presbiterio arquidiocesano ha aprendido que ya no se le puede seguir dando atole con el dedo. Los eventos son de tal magnitud que ahora, en este momento de gracia, el presbiterio no debe bajar la guardia y mantener activos sus reclamos ante un arzobispo que ha faltado a su palabra, por lo menos a quienes no forman parte de sus incondicionales. Habiendo perdido el principal factor que todo pastor quiere para llevar adelante la encomienda, la desconfianza es el primer elemento que distingue su gobierno al cumplirse dos años de su llegada a arzobispado que camina por los linderos de ser fallido.

A pesar de las campañas de comunicación y supuestas bondades expuestas como retos para el futuro, preguntas y más preguntas surgen ante esta debacle ante lo que se conoce como una arquidiócesis sin rumbo. ¿Dónde está el Consejo de Asuntos Económicos del arzobispado? ¿Qué decretos o disposiciones se han emitido para tener las reglas claras en esta cuestión económica que ha provocado tanta inconformidad? ¿Cómo se ha llevado el manejo de recursos Basílica de Guadalupe ahora bajo control casi absoluto de Aguiar? ¿Por qué se siguen sosteniendo en su cargo los responsables de este diseño económico que provocó profundas fracturas difíciles de reparar? ¿Qué esperan los responsables para renunciar?

Una cosa es cierta y esto nunca será portada de revistas o semanarios. Es el perfecto ícono para este arzobispado. Sobre Carlos Aguiar hay grises nubes de tormenta que presagian días muy duros e inciertos para esta Iglesia particular. Es un duro invierno que apenas comienza.

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