Festín de Dios con los hombres

28  Domingo ordinario  –A  -    Mt 22,1-14     15 de octubre  2023

Romero titula su homilía [1]  “Festín de Dios con los hombres”.  Desarrolla su homilía en tres partes:Dios prepara un festín con los hombres.  Dios hace a la Iglesia mensajera de su festín para todos los hombres.  Los invitados son todos los hombres, pero no todos fueron dignos de la invitación.”  Nuestra reflexión de esta semana viene de la tercera parte.

“El Señor se enfrenta al hombre que, a pesar de toda la bondad del Señor de llamar a los pobres, se hace indigno y le dice: “Amigo, ¿cómo has entrado sin llevar traje de fiesta?” El otro no abrió la boca, no tenía razones que oponer, había faltado y aquí está una gran lección. 

El concilio Vaticano II, cuando nos ha dicho ese pensamiento que les leí primero, que en la Iglesia de Dios están todos los medios para salvarse, añade también una palabra terrible; “No se salva, sin embargo, aunque esté incorporado a la Iglesia, quien, no perseverando en la caridad, permanece en el seno de la la Iglesia en cuerpo, pero no en corazón.”  No basta venir a misa el domingo.  No basta llamarse católico, No basta llevar al niño a bautizarlo, aunque sea en una gran fiesta de sociedad.  No basta apariencias.  Dios no se paga de apariencias.  Dios quiere el vestido de la justicia.  Dios quiere a sus cristianos revestidos de amor.  Dios quiere a los que participan en su festín que hagan un esfuerzo personal. Porque Cristo es el principal en salvarnos, por no te salvará sin ti.   Decía San Agustín: ”No te salvará sin si el que te pudo crear sin ti”.  Para crearte sí, no necesitó tu consentimiento; pero para salvarte, necesita el uso de tu libertad, que sepas usar tus bienes, tu persona, tus cosas, libremente, con sentido de justicia y de caridad.”

El mundo actual no es una "fiesta" en absoluto.  Para la mayoría de la gente y de los pueblos, no hay mesa de fiesta.  La guerra de Rusia contra Ucrania (también con armas de Europa y EEUU), la alta tensión tras el golpe en Níger y todo ese cinturón en África con la creciente influencia de Rusia, las tensiones entre China y Taiwán (con todo el apoyo de EEUU), las tensiones entre Corea del Norte y Corea del Sur, Japón y EEUU, el terror en Sudán, Siria, Congo,....   Las numerosas violencias sociales en los países latinoamericanos donde la corrupción y el populismo hacen a los ricos más ricos y a los pobres más pobres.  Las crecientes divisiones sociales en Estados Unidos.   Toda la cuestión de la migración en Europa,.....   Y si a esa larga lista añadimos los efectos de la crisis energética y la aceleración del cambio climático y el calentamiento global, queda más que claro que estamos muy lejos del Reino de Dios, de la fiesta para todos, de esa abundancia de vida y alegría para toda la humanidad.   En el Occidente relativamente rico, no podemos olvidar todo eso y no  debemos "vivir como dios en Francia".  

Por eso, el relato evangélico del Reino de Dios anunciado como un "banquete" debe leerse siempre en el contexto de la actualidad mundial.

Jesús estuvo presente en muchas comidas y habló a los presentes. También habló mucho sobre las comidas.  En ellas encontró una gran riqueza de imágenes y símbolos para hablar del Reino de Dios.  El comienzo de la historia festiva de hoy definitivamente hizo latir los corazones de alegría.  Sus compañeros de mesa judíos se sabían llamados y elegidos como pueblo de Dios. Pero luego la historia se tuerce. Qué decepción: los invitados no van, tienen sus cosas que hacer, están ocupados consigo mismos, no les interesa una gran fiesta de alegría.  Los contemporáneos de Jesús seguramente también recordaban cómo los enviados, los profetas, fueron silenciados, cómo fueron eliminados.   Y luego, 50 años más tarde, en la comunidad judeo-cristiana de Mateo, obviamente sabían muy bien que Juan el Bautista y también Jesús fueron asesinados por los líderes religiosos de los originalmente elegidos. No es de extrañar que la destrucción de Jerusalén en el año 70 ha sido interpretada como castigo.   Cuando luego los pagano cristianos (cristianos no judíos) se lo tomaron al pie de la letra y empezaron a acusar a "Lós judíos", las cosas empezaron naturalmente a irse de las manos, como nos enseña la historia con tantos acontecimientos desastrosos.

Monseñor Romero habla de la continuación de la historia. Ahora todo el pueblo está invitado, ya no hay elegidos.  "Los siervos reunieron a todo el pueblo que encontraron para la gran fiesta".  En esto consiste el Reino de Dios: todas las personas pueden pertenecer, sí, incluso "tanto los buenos como los malos" - dice el Evangelio.   Pero a nadie se le permite entrar así como así.  Hay una condición: hay que llevar el vestido de la justicia y del amor.

Monseñor Romero retoma un texto del Concilio, diciendo que Dios creó a todos los seres humanos sin nuestra cooperación ni responsabilidad personal.  Recibimos la vida "gratis" y a cambio de nada, puro don.  Pero la salvación, al parecer, implica una dinámica distinta: en ella, nuestra libre elección de participar conscientemente en ese mundo de justicia y amor es condición decisiva.  El vestido de fiesta necesario que hay que ponerse es "usar de tus bienes, de tu persona, de tus cosas, libremente, con sentido de justicia y caridad".  "Dios quiere que los que participan en su fiesta hagan un esfuerzo personal", dijo.   "Cristo es el más importante para salvarnos, porque sin ti Él no te salva".   Sin duda, éste es un aspecto importante que no debemos olvidar.  La oferta de salvación, la invitación a participar en la fiesta divina se aplica a todas las personas.  Quizá podamos decir que Dios siempre nos está invitando y motivando a ponernos esa vestidura festiva.  No dejará de llamarnos a hacerlo (justicia y caridad) para que cada vez más personas participen de la gran Fiesta divina, Su Reino.

A veces tanta impotencia y desánimo nos embargan ante tanta violencia y miseria en el mundo, incluso cerca de nosotros.   ¿Tiene sentido ponernos ese traje festivo de justicia y amor solidario? Sí, sí y sí.   En todas nuestras relaciones con otras personas, en todas nuestras opciones a la hora de invertir tiempo y recursos, en todos nuestros caminos en los que nos encontramos con gente, podemos ser testigos de ese otro mundo, de ese mundo festivo.  Quizá sean pequeños pasos.  No estamos solos en esto.   Constantes gotas de agua agrietan tarde o temprano la roca más dura.

Sin embargo, parece desafortunado que en los versos finales de esta historia reaparezca la imagen del Antiguo Testamento de un Dios vengativo.  ¿No hubiera sido un final más evangélico que el Rey dijera: "Amigo, ¡cómo se le ha ocurrido entrar aquí sin el traje de fiesta!  Vete pronto y revístete del hombre nuevo, presta justicia y servicio solidario, ama, y luego vuelve.   Seguro que entonces serás bienvenido"?   Y tal vez nosotros mismos necesitemos salir  de vez en cuando de la fiesta para crecer en justicia y amor, para renovar y fortalecer ese compromiso.   Entonces se nos permitirá de nuevo disfrutar de esa Fiesta de Dios con la gente.

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.

  1. Cómo es nuestro "traje de fiesta" personal de justicia y amor?
  2. Qué esfuerzos hacemos para defender un mundo justo y el amor solidario en nuestras acciones cotidianas?
  3. ¿Estamos dispuestos a pagar el precio de tal compromiso en un mundo tan cruel?

Nota:  para el próximo domingo 22 de octubre no  tenemos una homilía de Mons. Romero.   Fue internado en el Hospital de Emergencia y Diagnóstico, donde permaneció hasta el lunes 23 de octubre de 1978.

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo III – Ciclo A,  UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p. 336-337.

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