La Iglesia solo tiene inspiración cristiana.

“Que esto quede muy claro, porque la Iglesia no puede identificarse con ningún partido político ni con ninguna organización de carácter político, social, cooperativo.  La Iglesia no tiene sistemas. La Iglesia no tiene métodos. La Iglesia solo tiene inspiración cristiana, una obligación de caridad que la urge a acompañar a quienes sufren las injusticias y a ayudar también a las reivindicaciones justas del pueblo. “ (16 de abril de 1978)

Monseñor Romero afirma que la Iglesia «no tiene sistemas ni métodos» para organizar el país, sino que ofrece «la inspiración cristiana» para que los métodos, los caminos y los sistemas de la sociedad respondan «a las reivindicaciones justas del pueblo».   Muchas veces, cuando se llega al poder a través de organizaciones sociales y políticas, y aún más a uno de los poderes del Estado, las personas se vuelven prepotentes y sabelotodos.   Lo hemos visto a todos los niveles.   Ahí entra en juego la idolatría de la organización y del poder, tan denunciada por Monseñor Romero.   Todo lo que no responde a mi pensamiento o a mis órdenes, o todo lo que puede afectar a mis intereses (personales o de organización), debe ser criticado o burlado.  Anteriormente, en tiempos de represión y guerra, se «asesinaba».  La Iglesia y las personas en ella no deberían entrar en ese juego, sino aportar «inspiración cristiana», motivación cristiana y perspectiva cristiana (la del Reino de Dios).  De ahí que ya hemos recordado que Monseñor Romero no quiso estar presente en actos oficiales de los poderes del Estado.

La Iglesia tiene la misión divina de «acompañar a quienes sufren injusticias». Y esto no es algo que se haga solo cuando se puede o si es posible. Es un deber que debe cumplirse siempre y en toda situación y en cualquier momento.   Acompañar a quienes sufren las injusticias exige, en primer lugar, acercarse para escuchar su testimonio y conocer y sentir su sufrimiento.  No se trata de dar limosna y marcharse.  Acompañar a quienes sufren significa estar presente y quedarse para poder luchar juntos por romper las cadenas injustas.  Recordamos aquí al sacerdote salvadoreño Padre Alfonso Navarro[1], que se hizo presente en el Parque Libertad cuando el pueblo expresaba su indignación y su total rechazo al fraude electoral del PCN, y celebró la esperanza de la eucaristía en ese lugar.  Esta es una muestra de «acompañar a los que sufren injusticias».  Creemos que a la Iglesia, a muchas de sus personas, aún les cuesta acompañar de verdad a quienes sufren injusticias.  Y podemos afirmar que no basta con denunciar públicamente o en el templo los atropellos, sino que habrá que meterse de lleno en el barro.  Esa inspiración cristiana también debe estar presente en la organización. Debe ser luz y fermento.

Así llegamos a la tercera responsabilidad de la Iglesia.  «Ayudar también a las reivindicaciones justas del pueblo». La Iglesia tiene la responsabilidad de animar al pueblo a organizarse y luchar por romper el yugo de la explotación, la exclusión, la marginalidad y el olvido.  Y en esa lucha, la Iglesia debe ayudar al pueblo, escucharlo, fortalecer su voz y también motivar a la comunidad creyente para que apoye solidariamente esas luchas.  Monseñor Romero siempre nos recordará que, como Iglesia, no debemos identificarnos con ninguna organización popular, social o política.  Si nos identificamos, perdemos la capacidad profética y la facultad de ser sal y luz, incluso dentro de las propias organizaciones.

En Nicaragua, hoy la Iglesia no quiere ser un instrumento ideológico del gobierno, no quiere justificar las acciones del Estado ni las modificaciones de la Constitución. Así como le sucedió a El Salvador en tiempos de monseñor Romero, hoy en Nicaragua la Iglesia es perseguida, robada, humillada y callada por no estar al servicio del poder dominante y por escuchar la voz de quienes sufren.   

En El Salvador, la jerarquía de la Iglesia católica y líderes de otras iglesias han escuchado el grito del pueblo contra la minería metálica y se han comprometido a denunciar el peligro que supone para la vida, y caminan con las organizaciones populares que exigen respeto por la naturaleza.  No faltan las críticas gubernamentales.

Pero las Iglesias europeas también están ante grandes retos.   La era Trump en el panorama mundial pone a las iglesias en la encrucijada: ¿de qué lado vamos a estar? ¿Nos atrevemos a ser la inspiración cristiana en los esfuerzos por detener la guerra (de Rusia contra Ucrania), por construir la paz en Palestina? ¿Dónde oímos la voz de la Iglesia y dónde vemos sus acciones proféticas en las coyunturas actuales ante conflictos tan graves como los de Ucrania, Palestina, Congo, etc.? 

Cita 5 del capítulo III (Iglesia) en el libro “El Evangelio de Mons. Romero”

[1] Asesinado en mayo 1977

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