No se asusten de sentir conflictos en su fe.

“Quiere decir que la fe no solamente es creer unas verdades con el pensamiento, es también una entrega de los sentimientos y de la obediencia.  Se llama la obediencia de la fe cuando Dios habla, como cuando dijo a Abraham:  ”Sal de tu parentela y vete a la tierra que te mostraré”; el acto de fe fue salir de su parentela y caminar sin rumbo a donde Dios lo señale.  Este lanzarse al vacío, pero sabiendo que hay unas manos de Dios que me detienen; este meterse al peligro, pero sabiendo que hay una mano poderosa que me defiende: esto es fe.  La fe, pues, no solamente consiste en creer con la cabeza, sino en entregarse con el corazón y con la vida.

Entonces fue…. ¿Qué hicieron los magos cuando vieron la invitación de Dios en el lenguaje de la estrella?  Siguieron, obedecieron al llamamiento.  Y es cosa hermosa mirar a los magos de rodillas ante el Niño Jesús, ofreciéndole oro, incienso y mirra. ¡Es la expresión bellísima del hombre que tiene fe!  Por eso, porque nos encontramos frente a un misterio y creer no es como cuando dice “dos más dos son cuatro”. Así es.  ¡Sí, no puede ser de otro modo! Esto es evidencia.  Eso no se necesita creer. Pero creer es cuando les dicen a los magos: “Ese niño, pobrecito en Belén, es hijo de Dios”. ¡Esto es misterio! ¡Esto no es tan evidente!  Esto necesita que haya quien pueda dudar. Son los conflictos de la fe.  No se asusten, queridos hermanos, de  sentir conflictos en su fe.  Por ejemplo, cuando miran la Iglesia con sus manchas y pecados, ¿cómo puede ser esta la esposa de Cristo? Esa es la duda, la prueba de la fe.  Pero es entonces cuando el hombre de fe se entrega: ”Porque así lo ha dicho Dios, así lo creo”. 

Partiendo de la narración sobre tres reyes magos, Monseñor Romero aclara dos aspectos muy importantes de la fe cristiana.   Compara a los reyes magos con lo que se narra sobre Abrahán:  descubrió que Dios lo estaba llamando para salir de su tribu y de su país, para arriesgarse a algo desconocido “en país que Dios le enseñaría”, un país, un pueblo según el corazón de Dios.   Algo así hicieron los reyes magos de la narración: se arriesgaron a abandonar su país para seguir un camino indicado por una estrella, hasta encontrar una nueva presencia de Dios.  Algo arriesgado porque solo encontraron a un niño recién nacido, de una familia pobre, y según la tradición, en un establo de animales en el campo. 

Para nosotros hoy, no basta recordar esas narraciones bíblicas, sino ir descubriendo como Dios nos habla hoy, donde nos está enviado una estrella para guiarnos.  Algunos dirán que se trata de cuentos, quizás infantiles, o que no  tienen sentido.  Otros las entienden como espejos para ver su propia vida en la realidad de hoy.  Por supuesto creer en Dios no es un asunto de uno más uno son dos – como menciona Mons. Romero.  No es una mirada científica, teórica, sino una mirada de confianza que solo es posible en relaciones de amistad y de amor.  Creer en Dios y el misterio de su presencia en la historia, es un camino a andar, es un salto a hacer, es un riesgo a  tomar.  Pero ¿quién lo hará?

Cuando nos encontramos con personas cuya vida es servicio a otros; personas que encuentran su felicidad en hacer feliz a otros;  personas que viven para dar vida a otros;  personas que creen en otro mundo posible; personas que no ponen a si mismo en el centro del mundo; personas que escogen acompañar a otros en pobreza, en enfermedad, en la cárcel;  personas que no se moldean a la cultura dominante del consumismo o de moda;  personas que comparten sus bienes con quienes tienen mayores necesidades; …  y cuando les  preguntamos porqué hacen esas cosas tan raras en nuestra sociedad y que luego nos comparten quién es Jesús para ellas y como lo encuentran en la vida de aquellas otras,  veremos que sí está sucediendo lo de Abrahán, lo de los Reyes magos, lo de tantos Santos y Santas.  Pueden invitarnos a escuchar también en nuestra conciencia ese mismo misterio de la presencia de Dios que nos llama.   Siempre será un riesgo empezar a caminar de esa manera.  Solo es posible si confiamos que Dios será fiel y nos acompañará hacia el destino.   Monseñor recuerda aquí que esa llamada exige de parte nuestra también fidelidad, obediencia de fe.  “Este lanzarse al vacío, pero sabiendo que hay unas manos de Dios que me detienen; este meterse al peligro, pero sabiendo que hay una mano poderosa que me defiende: esto es fe.” 

En las narraciones sobre la ruta de Abrahán y Sara encontramos muchos obstáculos, muchas dudas, muchas  “risas de Sara”, muchos intentos para buscar soluciones propias (como un hijo de la esclava).   Parece más bien que ha sido toda una lucha.   No se cuenta mucho sobre las dudas de los reyes magos, pero el hecho que se equivocan tremendamente al buscar camino en el palacio del rey Herodes, muestra que en realidad no sabían muy bien donde ir.  ¿Sería en el palacio que ese Dios va a nacer, ya que era lo normal que podían esperar?  No hay fe sin inquietudes, sin dudas, sin intentos (que no parecen ser los correctos), sin búsqueda.

Mons. Romero menciona un aspecto de esas dudas y conflictos de fe.  “Por ejemplo, cuando miran la Iglesia con sus manchas y pecados, ¿cómo puede ser esta la esposa de Cristo? Esa es la duda, la prueba de la fe.”   También cuando nos hemos arriesgado al camino de la fe, cuando hemos sido miembros activos de la comunidad de fe, cuando nos hemos comprometido como Iglesia, y de repente nos damos cuenta de graves “manchas y pecados”.  Esto todavía suena muy general.  Si de repente nos damos cuenta que alguien con responsabilidad de animador pastoral ha robado dinero de la comunidad, por ejemplo.  Si nos damos cuenta como autoridades de la Iglesia se llevan muy bien con gobernantes y familias ricas,  viviendo una vida de lujo, mientras están lejos de los problemas del pueblo.  Y en los últimos años nos hemos dado cuenta también  de una buena cantidad de abusos, especialmente sexuales, de niños/as y jóvenes, de parte de encargados de la Iglesia. Y además nos damos cuenta que la jerarquía de la Iglesia no ha escuchado suficientemente a las víctimas, no ha buscado como ayudar a sanar heridas, ni ha dado la debida atención a los mismos hechores.  Mientras querían salvar la “imagen” de la Iglesia, en realidad le han hecho mucho daño.    Darnos cuenta de esas y otras “manchas y pecados” nos provoca conflicto.  ¿Estamos en el buen camino?  ¿Cómo puede ser que esto sucede?  ¿Puede seguir identificándome con la Iglesia?  Sea como sea, cada creyente es confrontado con ese tipo de cuestionamientos.  ¿Puedo mantenerme de pie así?  ¿habrá que ir en búsqueda de otra manera de ser Iglesia, sabiendo que ahí también habrá personas “débiles”?  

Pero es entonces cuando el hombre de fe se entrega: ”Porque así lo ha dicho Dios, así lo creo”.   Mons. Romero está consciente de la profundidad de los conflictos de fe que surgen. No los esconde, pero invita a recordar a la primera llamada de Dios, al envío que hemos recibido, al riesgo que hemos asumido y el camino recorrido.  Nos invita a fortalecer nuestra entrega en el camino del Evangelio.  Jesús ha enseñado el camino a andar.  Dios es fiel a su promesa del Reino, a pesar de la infidelidad y graves errores y daños que cometen personas de la misma Iglesia.   Entre quienes  tratamos de vencer los conflictos podemos buscarnos, buscar como ayudar a sanar heridas, buscar como confirmarnos en la vocación, apoyarnos solidariamente y fortalecernos.

Dios es fiel, hasta más allá de la cruz.  No  tengamos miedo.

Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  de Mons. Romero durante la eucaristía de la Fiesta de epifanía, el domingo 7 de enero de 1979.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo IV,  Ciclo B, UCA editores, San Salvador, p 158-159

Volver arriba