No confundan nunca la liberación del cristianismo

3° Domingo de la cuaresma.  –A  -    Jn 4,5-42     12 de marzo de 2023

Monseñor Romero dice[1]:  “Y Cristo parte de esta realidad mezquina, pequeña, de los hombres para orientarla a la transcendencia: ah, si supieras quién es el que te pide, tú le pedirías y El te daría un agua viva que salta hacia la eternidad,  La mujer todavía entiende las cosas materialmente: ¿cómo me vas a dar agua tú, si no tienes con qué sacarla de este pozo?, ¿acaso eres más grande tú que nuestro padre Jacob que nos dio este pozo?  ¡qué pequeñas son las miradas del hombre cuando solo mira la inmanencia, las cosas de la tierra!.  …No confundan nunca la liberación del cristianismo con las liberaciones temporales, económicas, sociales, políticas. “

No podemos evitar hablar de la vida con nuestras palabras humanas. Se trata, pues, de palabras frágiles que, sin embargo, nos permiten reflexionar y comunicar sobre todo lo que ocurre en nuestro interior y a nuestro alrededor: este mundo humano. Para muchos, la única preocupación es lo que Mons. Romero llama la "inmanencia": esta realidad concreta y tangible a la que nos enfrentamos cada día. Es la preocupación por la vida. ¿Cómo viviremos? Para millones de personas, es la lucha por la supervivencia. Es la realidad económica, social y política más concreta. También podemos incluir realidades psicológicas. Las conversaciones en casa, con los amigos, en el trabajo, en las asociaciones, incluso en el centro de salud, en la tienda o en el mercado, ... versan sobre estos problemas, fortalezas y desafíos humanos concretos e inmanentes. Todavía queda mucho por hacer en este ámbito, porque quien tiene el poder en cualquier caso se asegura de que desviemos nuestra atención a cosas secundarias. La publicidad que nos abruma constantemente quiere tentarnos para que sigamos siendo consumidores activos y siempre tengamos más. El grito del Club de Roma a principios de los 70 (Los límites del crecimiento), tantos informes internacionales sobre el cambio climático, la destrucción de la Madre Tierra, el llamamiento del Papa Francisco, y también, un grito que escuché hace poco "Declaración 30 de noviembre". Ensayos para un mundo habitable" (de Hans Claus y todo un equipo). ¡¡¡¡Aún queda mucho por hacer en este plano inmanente!!!!

Pero Mons. Romero nos dice: "¡Qué pequeña es la mirada del hombre cuando mira sólo la inmanencia, las cosas de la tierra! ...No confundir nunca la liberación del cristianismo con las liberaciones temporales, económicas, sociales, políticas". Por muy importantes y fundamentales que sean esas cosas de la tierra para realizarlas, Monseñor nos sigue llamando para la dimensión trascendente de la vida. Esa es la especificidad del cristianismo. Allí, en el trabajo de las manos humanas, también "vemos" la presencia prometedora y salvífica de Dios. No estamos solos. En el nacimiento de la vida, en la protección de la vida, en la humanización de la vida, en el cuidado de nuestro planeta, en la defensa de la vida a todos los niveles y en todas las dimensiones, nuestras manos también tocan las "manos" de Dios. Esto lo podemos "ver", "oír", "sentir", confiar. Podemos mirar a través de nuestro mundo, historia, humanidad y confiar en Su presencia creativa, liberadora, sanadora y misericordiosa. "Si supieras a quién se lo pides, se lo pedirías a Él", dice Mons. Romero. Ese hombre-como-nosotros, Jesús, nos muestra quién es Dios, quién es Él / Ella para nosotros, y cómo puede ser nuestro camino. Desde esa confianza fundamental, podemos trabajar en cuerpo y alma en esa enorme misión inmanente. Pero siempre la mantendremos abierta, no nos haremos dueños, no la cerraremos como si esto fuera ya lo último y lo único. Desde nuestra fe confiada, podemos "servir" plenamente al Reino de Dios.

Una segunda cita del comentario al evangelio de este domingo: “Y estaba el pozo de Jacob al pie del monte Garizim, donde, según la tradición samaritana, se erigieron los primeros altares del pueblo de Dios.   Y Cristo le responde con la libertad de los verdaderos hijos de Dios: no te fijes en controversias religiosas, ya llega la hora, ya está aquí.  Él, que es redentor, sabe que va llegando esa hora en que Dios es adorado no en esta montaña ni en Jerusalén, Dios es adorado “en espíritu y en verdad”.  Dios es espíritu, no necesita templos. “

Monseñor Romero nos recuerda que Jesús no se limita a seguir servilmente la tradición religiosa, sino que con toda la "libertad de los verdaderos hijos de Dios" dice que la mujer samaritana (y por tanto también nosotros) no debe preocuparse por las controversias religiosas tradicionales.   Llegará un momento en que Dios no será adorado, ni en esa montaña (samaritana), ni en el Templo judío de Jerusalén.  No sé si estas frases de Jesús de este evangelio arrojan alguna luz dentro de la responsabilidad ecuménica de las iglesias cristianas e incluso en el diálogo interreligioso.  Más bien tengo la impresión de que "nuestra" tradición eclesiástica es mucho más decisiva, que esa llamada de Jesús a no preocuparse por esas controversias religiosas, por el lugar del culto, por el cómo de la liturgia, por la doctrina correcta,.....   A pesar de que las iglesias cristianas tienen mucho más en común que lo que las mantiene separadas, aparentemente siempre prestan más atención a las diferencias, al "todavía no".   Afortunadamente, las guerras internas cristianas han terminado, aunque esa sombra reaparece en la guerra de Rusia contra Ucrania y todo Occidente.   El diálogo interreligiosos tiene un camino aún más largo que recorrer.  

Pero a nivel local concreto, podemos tomar medidas para tomar en serio esa palabra de Jesús: no preocuparnos por las controversias religiosas y saber que a Dios sólo se le adora "en espíritu y en verdad", sin ataduras a ciertas tradiciones construidas históricamente.  El Espíritu hace nuevas todas las cosas, cantamos en la liturgia cristiana, pero en la práctica nos escondemos fácilmente detrás de tradiciones doctrinales, jurídicas y litúrgicas que nos separan.   En el Reino de Dios todo gira en torno a la PRAXIS creyente creadora, liberadora, reconciliadora y misericordiosa.   Entonces, ¿por qué nos aferrarnos tanto a nuestras tradiciones envejecidas, o a los muros divisorios entre iglesias cristianas?  El testimonio profético cristiano y el trabajo de servicio radical de las iglesias tendrían mucho más impacto como una sola voz, si defendiéramos juntos a las personas vulnerables y heridas, por un mundo diferente.   Entonces no resultaría tan importante si alguien participa en esta o aquella liturgia, en esta o en la otra iglesia, o en una comunidad cristiana alternativa. 

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

  1. ¿Cómo es nuestra visión del mundo? ¿Qué vemos, en qué estamos involucrados, qué nos interesa, qué nos mantiene despiertos?
  2. ¿De qué manera experimentamos la cercanía divina en nuestras vidas, en nuestras acciones? ¿Qué significa para nosotros experimentar esta dimensión trascendente?
  3. ¿Cuál es nuestra experiencia del ecumenismo entre las Iglesias cristianas? ¿Dónde seguimos encontrando obstáculos?  ¿Dónde podemos trabajar juntos por el Reino de Dios?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo II – Ciclo A,  Uca editores, San Salvador, primera edición 2005, p. 297 – 298.

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