El cristianismo no puede permitir una propiedad privada absoluta.

“Es necesaria una reestructuración de nuestro sistema económico y social, porque no puede ser esta absolutización, esa idolatría de la propiedad privada, que es francamente un paganismo. El cristianismo no puede permitir una propiedad privada absoluta.” (30 de septiembre de 1979)

En nuestro continente, la gran mayoría de las y los empresarios pertenecen a alguna expresión de «cristianismo», es decir, a alguna iglesia.  Por supuesto, también hay empresarios y empresarias que profesan otras religiones (judaísmo, islam, religiones del Oriente lejano, etc.), la masonería o el ateísmo. Monseñor habla del cristianismo y de aquellos cristianos que, a pesar de ser creyentes, adoran su dinero y sirven a sus ídolos, que son la propiedad privada.

En otras ocasiones, Monseñor ya había hablado de lo injusto del sistema que genera enormes riquezas para los propietarios y miseria para las grandes mayorías.  En la cita de hoy, denuncia que aquellos cristianos que absolutizan su riqueza son «paganos»: «Es francamente un paganismo».

En los tiempos bíblicos, se llamaba «paganos» a todas las personas que no confesaban la religión judía y posteriormente cristiana, es decir, aquellas que tenían otras religiones consideradas falsas y adoraban a ídolos.  Monseñor considera «paganos» a esos empresarios que viven para enriquecerse adorando su riqueza.  Su participación en ritos de las iglesias cristianas es una fachada religiosa que oculta la verdad.  No se puede ir aumentando ilimitadamente los millones y millones de dólares sin robar, sin explotar, sin sacar el jugo de las y los trabajadores hasta exprimirles el último aliento.  No hay que tener miedo a denunciar a la oligarquía, a los grandes empresarios y semejantes, porque eso es su realidad: necesitan «sacrificios» de vidas humanas (de las y los trabajadores) para adorar a sus dioses del dinero.

Por supuesto, hay que luchar por la «reestructuración de nuestro sistema económico y social». Esto incluye a todos los adoradores de esos ídolos del dinero y de la riqueza en general, independientemente de su religión.  Pero en esta cita de hoy, monseñor se dirige a los cristianos.  Él es pastor y profeta en el cristianismo, en la Iglesia y ahora universalmente reconocido como voz de Dios mismo.  Tantas veces los ha llamado a quitarse los anillos (sus grandes riquezas y lujos), es decir, a la conversión.  Que no fueran como el joven rico que, cumpliendo con los mandamientos formales del judaísmo, se apartaba de Jesús porque era «rico».  Que fueran como Zaqueo, del Evangelio, que reconoce su falsedad, la injusticia que cometió y que se compromete a devolver lo robado y a reparar el daño causado.

Sin embargo, monseñor hace un llamamiento a todas las personas cristianas porque «el cristianismo no puede permitir una propiedad privada absoluta».  Ningún cristiano puede permitir ese sistema de explotación y enriquecimiento de unos pocos a costa del empobrecimiento de las mayorías. Nadie puede callarse al respecto.  En las reuniones eclesiales, en las celebraciones litúrgicas, en las escuelas dominicales, en las catequesis con niños, adolescentes y jóvenes, en todas las áreas pastorales, debemos abordar el tema de la idolatría del dinero y la absolutización de la riqueza.  Monseñor dijo: «La gloria de Dios es que el pobre viva».  Eso es lo contrario a morir de miseria, hambre y exclusión social.   Toda cristiana, todo cristiano, todo bautizado debe ser profeta y luchador por la justicia del Reino de Dios.  Denunciar los falsos cristianismos, como hizo Monseñor llamándolos «paganos», es una tarea fundamental.  Los ricos están llamados a compartir solidariamente sus riquezas con todo el pueblo. Pagar correctamente todos sus impuestos y renunciar a privilegios tributarios pueden ser los primeros pasos.  No tengamos miedo de denunciar y de pedirles que se conviertan.

En Bélgica se está discutiendo mucho sobre salarios y pensiones.   Llama la atención que los que tienen salarios y pensiones más altos están menos dispuestos a compartir y a reducir sus lujosas entradas.  Tienen más poder y lo utilizan para presionar al Gobierno.  Lo mismo ocurre con los que tienen grandes ganancias empresariales y financieras.  Es una lástima que la Iglesia no se pronuncie con claridad, como hizo monseñor Romero.  Es imposible optar por los pobres si no se denuncia a «los ricos».

Cita 6 del capítulo VI (Idolatría de la riqueza ) en el libro “El Evangelio de Mons. Romero”

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