Me da mucho gusto pertenecer a esta Iglesia

  1. Me da mucho gusto pertenecer a esta Iglesia.

“La Iglesia “promueve[1],  con muchas instituciones utilísimas, el mejoramiento de la situación de los proletarios”. Si hubiera tiempo, aquí haríamos una larga lista de las obras que la Iglesia realiza en los barrios marginados, entre lo pobres, entre los obreros, campesinos.  Es gloria de la Iglesia estar presente promoviendo. Y precisamente porque promueve, se le critica y se le calumnia y se mal informa.  Pero, hermanos, me da mucho gusto pertenecer a esta Iglesia que está despertando la conciencia del campesino, del obrero, no para hacerlo subversivo – ya hemos dicho que la violencia pecadora no es buena – sino para que sepa ser sujeto de su propio destino, que no sea  más una masa dormida; que sean hombres que  sepan pensar, que sepan exigir.  Esta es gloria de la Iglesia.”

La semana pasada ya hemos llamado la atención de no caer en la tentación de utilizar frases aisladas de Monseñor Romero sacadas de su contexto histórico para justificar mensajes y acciones en contextos bien diferentes.  Es un ejercicio evangélico importante de realizar conscientemente el discernimiento actual en cada contexto histórico.   Da tristeza ver que a la Iglesia le cuesta aportar positiva y creativamente en procesos intensos de cambio.  Muy fácilmente se fija tanto en las debilidades, errores y más en lo que aun falta en esos procesos en vez de contribuir y aportar.

Monseñor inicia su reflexión a partir de una cita de la Encíclica Rerum Novarum recordando que la Iglesia arquidiocesana tiene todo un espectro de acciones de promoción y desarrollo humana, específicamente entre las y los pobres, en las ciudades y en el campo, entre “obreros/as y campesinos/as”.   Un primer paso a dar en la reflexión es tomar conciencia de las acciones de promoción humana estamos haciendo como CEBs, como parroquia, como organización eclesial, como Iglesia.  ¿Estamos haciendo lo que debemos hacer?  ¿Estamos haciéndolo de la mejor manera?  ¿Contribuimos en procesos de desarrollo humano a mediano plazo?

En esta cercanía con la realidad histórica, con el dolor del pueblo, la Iglesia acompaña “despertando la conciencia del campesino, del obrero, … , para que sepa ser sujeto de su propio destino, que no sea  más una masa dormida; que sean hombres que  sepan pensar, que sepan exigir.”  Por supuesto que las acciones no pueden limitarse a apoyos puntuales en situaciones de emergencia o de mera acción caritativa.  La acción “promotora” de la Iglesia tiene que ver con caminar juntos/as con la gente en su proceso de toma de conciencia y de organización popular.  Uno de las experiencias preocupantes es que los pueblos fácilmente se olvidan del pasado. No se acuerdan de donde vienen, de qué situación han vivido, de como han actuado gobiernos anteriores y de lo que no han hecho ante las necesidades.  No se acuerdan tan fácilmente de sus propias luchas reivindicativas, de los conflictos que han vivido, de sus experiencias en su organización popular.  Al otro lado muchas veces son las nuevas circunstancias con sus procesos positivos y negativos que forman el horizonte.  Hemos conocido experiencias donde personas (profesionales y voluntarias) han tratado de “conscientizar” a otras, ofreciéndoles unos lentes para ver la realidad.  Sin embargo comúnmente esos lentes ofrecidas tienen el color de la ideología y de la concepción de los conscientizadores/as.  No pocas veces se acerca a sectores pobres con teorías masticadas por las ideologías políticas, con criterios prefabricados por “líderes”, por “creadores de opinión”.   Los retos de caminar  con el pueblo de manera respetuoso es facilitar que la gente pueda “concienciarse”, es decir ir tomando conciencia propia, ir descubriendo ella misma el funcionamiento de los mecanismos sociales, ir discerniendo las raíces de la realidad de sus problemas y sus oportunidades.  En esos procesos los facilitadores aprenden y se conciencian, gracias a las luces que las y los mismos pobres pueden ofrecer.

A esos procesos (de concienciación) la Iglesia quiere aportar (y no caer en la trampa de una concientización inducida).  Monseñor habla de “despertar” la conciencia: “está despertando la conciencia del campesino, del obrero”, “para que sepa ser sujeto de su propio destino” Y para que pueda nacer su propia organización, su propio proceso de lucha, en articulación con otros sectores.  Dice que “ésta es gloria de la Iglesia”. 

Estos procesos no son fáciles y frecuentemente sufren desgastes por influencia de personas y organizaciones externas, que tienen sus propias agendas y planes (sea a favor o en contra de los gobiernos de turno).  Esas organizaciones consiguen fondos para “movilizar” al pueblo que han “concientizado y organizado”: fondos para transporte, por ejemplo, hacia manifestaciones, fondos para hacer las mantas y camisetas alusivas, a veces hasta comidas, con tal de lograr que la gente vaya a la manifestación.  Son expresiones de falta de respeto al proceso propio de los pueblos.   Estas artimañas pueden dar algún resultado a corto plazo, pero no son la “auto escuela”, ni el proceso de concienciación o autoorganización de sectores populares. 

En cada nueva etapa en los procesos históricos los pueblos, especialmente sectores empobrecidos, aprenden de su experiencia (frustrada o alentadora) del pasado para seguir adelante con ánimo o para retroceder perdiendo la esperanza.  Poco a poco pueden surgir líderes propios que saben acompañar y dinamizar el proceso de concienciación y organización y lucha.  

La Iglesia pretende acompañar al pueblo en su propio dinámica, de manera respetuosa, sin imposiciones, con paciencia.  Casi siempre también la Iglesia funciona como agente externo corriendo el mismo peligro de otras organizaciones externas.  Por eso se necesita discernimiento crítico también frente al propio actuar de la iglesia, de quienes hablan y testimonian a nombre de ella. 

Monseñor Romero vio que la Iglesia estaba en el camino del Evangelio y por eso estaba tan contento y feliz. Por supuesto que era consciente de las dificultades y contradicciones, pero veía los procesos pastorales con buenos ojos (críticos, evangélicos).  "Esta es la gloria de la Iglesia", dijo. "Estoy muy contento de pertenecer a esta Iglesia".  Al mismo tiempo, sabía muy bien que esta Iglesia daba un claro testimonio (martyrium) del Evangelio, hasta el punto de derramar su sangre (martyrium). 

No tengamos miedo para acompañar al pueblo bajo la Luz de Monseñor Romero como guía en el camino de Jesús, hacia el Reino de Dios. 

[1] Cita de la Encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII.

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