Para despertar su fe Jesús les pide que miren sus manos y sus pies.

Monseñor Romero estuvo en Roma el tercer y el cuarto domingo de Pascua en 1979.   Tampoco se tiene registrado una homilía de Monseñor sobre los textos bíblicos de este domingo en el ciclo B.  El evangelio de este domingo es Lc 24,35-48.  Nuestra reflexión de hoy  parte de un comentario del P. Antonio Pagola sobre ese texto de Lucas.  “La buena noticia de Jesús. Ciclo B”, 2017, PPC. España , p. 93 - 96

“Cuando olvidamos la presencia viva de Jesús en medio de nosotros; cuando lo ocultamos con nuestros protagonismos; cuando la tristeza nos impide sentir todo menos su paz; cuando nos contagiamos unos a otros pesimismos e incredulidad … estamos pecando contra el Resucitado.  Así no es posible una Iglesia de testigos.  Para despertar la fe, Jesús no les pide que miren su rostro, sino sus manos y sus pies.  Que vean sus heridas de crucificado. Que tengan siempre ante sus ojos su amor entregado hasta la muerte.  No es un fantasma: “Soy yo en persona”. El mismo al que han conocido y amado por los caminos de  Galilea.”

José Antonio Pagola está consciente que la Iglesia y las/los cristianas/os olvidamos fácilmente “la presencia viva de Jesús en medio de nosotros” . Menciona algunos mecanismos de ese olvido: nuestros propios protagonismo, nuestra tristeza, nuestros pesimismos e incredulidades.  Podemos añadir también el riesgo de encerrar la presencia viva de Jesús exclusivamente en la eucaristía y cerrar los ojos ante sus “manos y sus pies”, es decir las heridas de su vida, que son las heridas del pueblo, las heridas de las y los pobres.  

Podemos preguntarnos: ¿Cuál de estos mecanismos nos afectan hoy de manera especial?  Cada uno/a podemos preguntarnos si somos suficientemente humildes en el seguimiento a Jesús o si nuestro protagonismo en la comunidad, en la coordinación entre comunidades cristianas, en las organizaciones locales y populares, oculta en realidad la presencia de Jesús.   Podemos preguntarnos si las nuevas olas de covid y  la angustia por contagiarnos o por contagiar a otros/as, la soledad por falta de cercanía social, la misma enfermedad que podemos sufrir, nuestros propios dolores están provocando tanta “tristeza” que ya no seamos capaces de sentir la presencia “pacificadora” y curadora de Jesús.  Podemos preguntarnos si en estos tiempos (también políticos) somos más profetas apocalípticos que pretenden  sembrar y fortalecer el pesimismo del pueblo frente a los retos del futuro. Podemos preguntarnos si nuestro testimonio cristiano (es decir: nuestra manera de vivir en la familia, en la comunidad, en la colonia,..) anima a los/as demás a conocer mejor  y a acercarse más a Jesús, o bien si ese testimonio (débil, solo religioso, o incongruente con el Evangelio) es más bien un contratestimonio.

Pagola nos repite: “Para despertar la fe, Jesús no les pide que miren su rostro, sino sus manos y sus pies.  Que vean sus heridas de crucificado.”  Santiago de la comunidad “Santiago y Raquelita – Zacamil” nos ha dado el ejemplo muy concreto: “siempre hay familias más pobres, más heridas, más enfermas, más excluidas, … que las nuestras”.  A mi me lo dijo por primera vez el domingo de Pascua del año 1978.  Y lo ha recordado muchas veces, no solo en palabras.  En las comunidades acostumbramos hacer hechos muy concretos de servicio solidario, de ayuno solidario.  Eso es lo que Jesús nos pide a quienes deseamos celebrar (anualmente) la Pascua de Cristo.  Nos refiere a sus heridas de la flagelación, de la tortura en la cruz, de la lanza que abrió su corazón.  Estas heridas las vemos hoy en quienes tienen hambre y sed, quienes están enfermos y en la cárcel, quienes no tienen ni trabajo (salario digno, ni jubilación justa, quienes son migrantes, quienes son excluidos/as, abusados/as.  Nuestra relación fraterna y solidaria con esas personas y familias, con esos sectores sociales es el juicio definitivo sobre nuestra vida. 

Tomás, el apóstol, no estaba presente la primera vez que Jesús enseñó sus heridas, y por eso mismo, tampoco pudo creer el mensaje de los otros/as acerca de que Jesús vivía, había vencido la muerte en cruz.  Los evangelios nos dejan un camino único y exclusivo para poder creer y confiar en la resurrección de Jesús: tocar las heridas hoy y aquí.  Quien no lo hace vivirá en una burbuja religiosa que nada tiene que ver con el Evangelio de Jesús.  Si confiamos en Jesús, podremos resistir y vencer. Pero se trata de ese Jesús que nos habla desde sus heridas históricas hoy y aquí. No tengamos miedo.

Reflexión (actualizada)  para el tercer domingo de Pascua,  14 de abril 2024 (originalmente escrito como reflexión para el domingo 18 de abril de 2021.)

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