34 domingo ordinario – Solemnidad de Cristo Rey - C - Lc 23,35-43 20 de noviembre de 2022

Cerrando el año litúrgico Monseñor ofrece una reflexión sobre Jesús, Sacerdote, profeta y Rey, llamando al pueblo a ser “sacerdotal, profético y real”.   Retomaremos un párrafo de cada aspecto.

“Por eso, hermanos, es necesario que a la luz de Cristo – profeta, sacerdote y rey – son características que el bautismo ha dado a cada bautizado para que colabore con Cristo. Como sacerdote, cada cristianos tiene que colaborar para que el mundo sea consagrado a Dios.  El padre de familia, la madre de familia, los jóvenes, los ni{os, los bautizados, todos tienen que sentirse pueblo sacerdotal y hacer que su hogar, su empresa, su hacienda, su finca, su negocio, su trabajo, su taller, todo sea iluminado por esta realeza de Cristo, nuestro Señor.”

Monseñor Romero no se limita a un aspecto en esta fiesta de Cristo, sino que incluye los otros dos: sacerdote y profeta.  Estas características cristológicas son precisamente la triple misión de las y los cristianos.  Esta misión se nos otorga en el bautismo.  Lamentablemente, la mayoría de los cristianos simplemente no le prestamos la debida atención.

"Como sacerdote, todo cristiano debe participar en la consagración del mundo a Dios".  Sí, ¿qué significa eso exactamente?  Monseñor Romero se refiere al mandato de "cooperar en la consagración del mundo a Dios". Esto sigue siendo impreciso.  Una primera aclaración nos lleva al Dios de Jesús de Nazaret, su y nuestro "ABBA", el Dios del Reino de Justicia y Paz, el Dios del perdón, de la reconciliación, de la misericordia.  Y ningún otro dios.  Eso es importante.  Y luego, se espera que los cristianos contribuyamos activamente para que nuestro único mundo muestre también el Rostro de Dios, su presencia entre las personas, en la historia y en la naturaleza.  Consagrar el mundo a Dios no es cuestión de palabras mágicas, ni de rociar agua bendita alrededor, ni de colgar palmitas benditas para protegerse de las calamidades,... Por eso Mons. Romero sitúa esta función sacerdotal muy concretamente en la vida: todas las facetas, espacios y tiempos de nuestra vida pueden ser luces del Reino de Dios.  Cada bautizado es enviado a hacer esto.  La tarea sacerdotal no es principalmente litúrgica, sino la del "Jueves Santo": el servicio, la participación en la propia tarea de Dios de construir su Reino.  Para ello, debemos convertirnos en esa Iglesia de los pobres como sal y levadura en la sociedad.  También los sacerdotes ordenados no deben olvidar esta tarea sacerdotal de consagrar el mundo a Dios.  ¿No sería bueno que los sacerdotes "bautizados", fieles y coherentes, nos presidieran  también en la liturgia, también en la Eucaristía? 

“Como profetas, Cristo nos ha hecho también participantes de su misión de llevar la palabra, el mensaje.  El padre de familia es sacerdote en su hogar y profeta.  Tiene que corregir, tiene que orientar. El patrono, el profesional también, tienen …..¡Todos, hermanos! Aquí no hay nadie en la catedral, ni los que están escuchando por radio, no hay nadie que no tenga una misión profética, la misión profética de anunciar el reino de Cristo, de denunciar los pecados contra este reino y de atraer a todo el mundo hacia Cristo.”

Todo bautizado ha recibido la misión profética y, como miembro de la Iglesia, se espera que asuma su plena responsabilidad.  Monseñor Romero se refiere a una triple misión profética. (1) Anuncio de la Buena Nueva (Evangelio) del Reino de Dios donde Cristo es "Rey".   La Iglesia debe atreverse a pronunciar una palabra esperanzadora y liberadora y, mantener abierto el futuro, por muy cerrado y oscuro que sea en las situaciones de crisis.  Por eso, de palabra y de obra, la Iglesia dará testimonio de la misericordia, el perdón, la bondad, el servicio, la fraternidad y la solidaridad. Esta es la misión de todo bautizado.  Promoverá y reforzará todos los pasos en esa dirección, aunque los den los no cristianos.  Este testimonio es fundamental para ser creíble para las dos subfunciones siguientes. (2) denunciar todo lo que va en contra del Reino de Dios, toda forma de injusticia, desigualdad, exclusión, explotación, opresión, violencia y abuso.  Para ello, la Iglesia debe, en primer lugar, mirar en su propio corazón y asegurarse de que tales prácticas no se producen (no pueden producirse) en su propio seno.  Pero no puede permanecer en silencio cuando se produce la exclusión y la injusticia.  Por lo tanto, se pondrá en la piel de las víctimas, siempre en la parte inferior de la escala social.  Este aspecto de la misión profética es también para todos los bautizados.  Monseñor Romero se refiere explícitamente a los empresarios bautizados (grandes y pequeños), a los profesionales (en todas las ramas).  (3) El tercer aspecto de la misión profética es "atraer al mundo entero hacia Cristo".   Evidentemente, se trata de un mandato para todos los bautizados en el diálogo interreligioso que pide escucharse mutuamente con todo respeto.  Sólo en ese encuentro surgirá la apertura para discutir también la historia de Jesús. Pero nuestro propio testimonio como auténticos seguidores de Jesús será el primer paso. Si nuestra "praxis fiel" no evoca nada en las personas de otros credos, no habrá mucho anuncio de Jesús.

“Y finalmente, la función de Cristo Rey, su realeza, quiere decir un reino social, un reino de justicia cristiana, de amor y de paz.  Todos tenemos que colaborar para que los bienes creados por Dios, las cosechas que ahora se están levantando, las leyes, las estructuras sociales, económicas, políticas, respeten los derechos de los hijos de Dios. Sea el reino de Dios verdaderamente una realidad que abre los caminos a la predicación del Evangelio.”

La última frase de esta cita nos dice una vez más que nuestra respuesta (nuestra praxis fiel en la economía, la política, la vida social y cultural, en la religión, en el ámbito público, comunitario, familiar y personal...) a la decisión de Dios de construir su Reino es una condición, y "abre el camino al anuncio del Evangelio".   Sin esta praxis en "la justicia, el amor y la paz cristianos", no puede haber anuncio del Evangelio.  Por lo tanto, las autoridades eclesiásticas tendrán que tomar y mantener la distancia necesaria con los poderes económicos, sociales y políticos, aunque sean personas bautizadas y posiblemente practicantes. La actitud y la disposición al diálogo son importantes.   Monseñor Romero dice más que claramente que nuestras acciones, la producción económica, legislación y estructuras sociales deben respetar siempre los derechos humanos fundamentales. En la medida en que esto no ocurra, la gente de la iglesia (desde abajo hasta arriba) será defensora de la "justicia, del amor y de la paz".  Esa es la realeza de Cristo. "Viva Cristo Rey" sólo es un grito con sentido si surge de la lucha por "la justicia, el amor y la paz".

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

  1. Como cristiano bautizado, ¿qué significa para mí la tarea sacerdotal de consagrar el mundo a Dios? ¿Qué estoy haciendo en este sentido?  ¿Qué hacemos como comunidad?
  2. ¿De qué manera tomo realmente en serio el encargo profético de mi bautismo? ¿Qué hago al (1) anunciar la esperanza, (2) denunciar la injusticia, (3) proclamar el Evangelio de Jesús? ¿Qué hacemos como comunidad eclesial?
  3. ¿Qué estoy haciendo como testigo del reino de Cristo? ¿Cómo contribuyo diariamente, en mi "trabajo", en mi casa, en mi entorno, en la política,... a la construcción de ese Reino?
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