La resurrección, sello y clave de la nueva Alianza

Domingo de Resurrección  – B  -    Jn 20,1-19    31 de marzo de  2024

Monseñor Romero titula esta homilía "La resurrección, sello y clave de la nueva Alianza".  En los aportes para una homilía de este día escogemos una cita1 relacionada con una reflexión sobre nuestra dificultades para comprender, nuestras crisis de fe, también hoy.

“Al terminar el Evangelio, San Juan, con una franqueza maravillosa, nos dice que después de haber corrido él, como más joven que Pedro, al sepulcro, con respeto dejó que el anciano, el mayor entrara, reflexionara, y él también reflexionó en aquellos lienzos abandonados por un cadáver que ya es vida eterna y entonces, dice el Evangelio esta frase reveladora:” Vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido las Escrituras: que Él había de resucitar de entre los muertos.”   Es que, mientras no resucitó Cristo, había en la mente de los discípulos como la ausencia de una clave. No se podía explicar la conducta, la doctrina, los milagros, todas las maravillas del Redentor, si no hubiera sucedido la resurrección. Todo es un misterio en Cristo mientras no llega lo que Él estaba anunciando continuamente: ”Ya llega mi hora”. ¿Por qué lo dirá? El Hijo del hombre será entregado, lo van a ultrajar y lo van a crucificar, y al tercer día resucitará”.  Pero eran palabras. No comprendían cómo un Hijo de Dios, hecho hombre, tuviera que ser tan humillado. Había muchas crisis en la fe de los discípulos mientras no sucedió esta gran manifestación.”

Monseñor. Romero menciona que los discípulos en realidad no entendieron a Jesús. “No podían explicar la conducta, las enseñanzas, los milagros, todas esas maravillosas experiencias del Salvador”. Hacia el final de la vida de Jesús, todo se volvió aún más difícil para ellos: "No entendían cómo un Hijo de Dios, hecho hombre, podía ser tan humillado". Sí, ¿cómo podían entender que sus propios líderes religiosos promovieran que Jesús -el que anduvo haciendo el bien- fuera acusado y sentenciado -bajo las órdenes del ocupante romano- al severo, doloroso y humillante castigo de ser clavado en una cruz?  Monseñor Romero nos dice que las experiencias de la resurrección brindaron una visión nueva y liberadora de lo que Jesús hizo y dijo. A partir de ese momento se convirtieron plenamente en sus discípulos, sus enviados.

¿No es una pena que, hasta después de 2000 años, nos hayamos "acostumbrado" tanto a las narraciones sobre el final de la vida de Jesús y que creamos que entendemos lo que significan todas las acciones y las palabras de Jesús? Hay crucifijos y vía crucis en los edificios de nuestras iglesias. En algunas familias todavía hay una cruz (signo) en la pared. Pero estamos tan acostumbrados a ello. En realidad, se trata de algo extremadamente terrible. Está en los evangelios. Se hicieron películas (con la interpretación de los productores, por supuesto). Nos lo dijeron. Ya no nos asombra la vida ni la brutal muerte de Jesús. ¿Cómo entonces podríamos estar abiertos a las experiencias de la resurrección?

  ¿No será que una de las razones de nuestra crisis de fe tenga que ver con ese “conocimiento imaginado y comprensión supuesta”? Conocemos las palabras, pero en realidad no entendemos a Jesús. Tampoco entendemos qué dijo Jesús –confesado Hijo de Dios–, qué hizo, ni su actitud crítica hacia el “templo” y las prácticas religiosas tradicionales de su tiempo. También nos resulta incomprensible que en sus acciones comenzara a abrirse paso el horizonte del Reino de Dios. Debemos asegurarnos de no quedarnos estancados en “palabras” que tal vez repitamos pero que ya no tocan nuestro corazón. Algunos se han quedado estancados. Otros han abandonado el barco.

Regresar a Jesús. Parece ser una tarea básica en tiempos de crisis de fe, en tiempos donde vemos que las iglesias están perdiendo credibilidad, también en momentos de interrogantes y dudas en nuestro propio camino de vida. Los Evangelios son una fuente importante, pero también el encuentro con personas “heridas y vulnerables”. Allí podríamos encontrarlo, dijo Él mismo. En la medida en que lo busquemos (una y otra vez), también podemos encontrarlo.  Luego seguiremos aprendiendo a cargar y curar las heridas. La historia de SantoTomás es esclarecedora: no puede creer en el Resucitado hasta que no sólo haya visto sino también tocado las llagas de la cruz en Su Cuerpo.

Hoy los cristianos celebramos la Pascua, la resurrección de Jesús. Pablo dice de Él: si no ha resucitado, entonces nuestra fe es vana. (1 Cor 15,14.17), ¡¡¡Pero Él en verdad ha resucitado!!!! Cantamos aleluya. "Felices Pascuas". Encendemos un (nuevo) cirio pascual,…. ¿Qué significa eso en nuestras vidas? Para muchos cristianos se trata de la Semana Santa anual, del Domingo de Pascua anual y luego se acaba, nos vemos el año que viene. En la mayoría de los países latinoamericanos se trata mucho más de actividades religioso-culturales (que también atraen a turistas) que de un encuentro profundamente personal con el Crucificado Resucitado.

Nuestros ojos y nuestro corazón no se abrirán ante esa “gran manifestación”: Él ha resucitado. Para los primeros discípulos significó la experiencia del perdón incondicional, una nueva luz sobre sus acciones y sus palabras y su actuar y sus mensajes, y una misión de testimoniar de Él: Dios mismo estaba presente en su cuidado de los pequeños. Dios mismo pasó por la muerte (en la cruz), en solidaridad con tantas “cruces” de nuestra historia humana. Y, sin embargo, la muerte no es la última palabra sobre la vida. ¡Él ha resucitado! Él es el Resucitado. Sólo experimentaremos (no sólo “sabremos”, “confesaremos” o “cantaremos”) todo esto en nuestra cercanía afectuosa y compasiva con las personas “heridas y vulnerables”. Profetas como Mons. Romero, son testigos de cómo Dios mismo está presente en la historia. No guardan silencio. No pueden permanecer en silencio ante tanto sufrimiento e injusticia, ante la corrupción, ante el poder y la riqueza. Siempre nos recuerdan el camino de Jesús. Él mismo era el Camino. Los cristianos son el pueblo del Camino.

Debemos ir a “Galilea” (Mt 28,10): ¡el lugar donde Jesús se preocupa bondadosamente por los pequeños! Debemos tocar sus heridas y dejar que ellas toquen nuestros corazones. Aquí es donde tiene lugar la experiencia de la resurrección, aunque algunos “duden” (Mt 28,17b). Quien se arriesga (con todas sus consecuencias), quien se atreve a seguir Su Camino, experimenta la alegría del Resucitado y es enviado para testificar de Él. No debemos tener miedo porque “yo estoy con ustedes” – nos dice (Mt 28,20b), también hoy.

Sugerencias de preguntas para la reflexión y praxis, personal y comunitariamente..

  1. ¿Qué esfuerzos hago (hacemos) para mirar y escuchar siempre con los ojos y el corazón abiertos a la originalidad del Evangelio?
  2. ¿Qué experiencia de vida y de fe tenemos del encuentro con el Crucificado Resucitado en nuestra proximidad a personas heridas y vulnerables?
  3. ¿Qué puede significar la Pascua para mí/para nosotros hoy, en nuestro compromiso?

1 Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo IV – Ciclo B,  UCA editores, San Salvador, primera edición 2007, p 396

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