Ser verdaderamente libres con la verdadera liberación.

“Vivir de las cosas de arriba, en esta mañana, quiere decir: la justicia, la paz, el amor, el derecho humano, el respeto al prójimo.  Vivir las cosas de arriba quiere decir: la vida nueva del resucitado ya la tienen que vivir en esta tierra. No quiere decir: despreocuparse de las cosas de la tierra, sino manejar las cosas de la tierra con los criterios de la justicia del cielo. ….. Hermanos, la Iglesia no puede ser sorda ni muda ante el clamor de millones de hombres que gritan liberación, oprimidos de mil esclavitudes; pero les dice cuál es la verdadera libertad que debe de buscarse: la que Cristo ya inauguró en esta tierra al resucitar y romper cadenas del pecado, de la muerte y del infierno.   Ser como Cristo, libres del pecado, es ser verdaderamente libres con la verdadera liberación.  Y aquel que, con esta fe puesta en el resucitado, trabaje por un mundo más justo, reclame contra las injusticias del sistema actual, contra los atropellos de una autoridad abusiva, contra los desórdenes de los hombres explotando a hombres, todo aquel que luche desde la resurrección del gran libertador, solo ese es auténtico cristiano. Por eso, la resurrección tiene que dar al hombre valentía, entereza. Lejos de toda cobardía, el cristiano tiene que estar como Cristo dispuesto a dar su cara ante Poncio Pilato, ante Herodes, ante los perseguidores y, con la serenidad de un cordero que es llevado al matadero, esperar también en el sepulcro de su martirio la hora en que Dios glorifica.” 

En su homilía del domingo de Pascua en 1978 Monseñor Romero plantea grandes retos implicados en la fe en la resurrección de Jesús. Por muy central que esté la celebración de la Pascua durante un año litúrgico (y en realidad en cada eucaristía), lo decisivo es vivir esa fe en la realidad diaria e histórica.  De nada sirve participar en la liturgia solemne de la Pascua, si no actuamos desde esa fe.  Monseñor nos ofrece en esta cita de su homilía algunas pistas que debemos concretar  en cada situación histórica, sea personal, nacional e internacional.

“Vivir de las cosas de arriba, en esta mañana, quiere decir: la justicia, la paz, el amor, el derecho humano, el respeto al prójimo.  Vivir las cosas de arriba quiere decir: la vida nueva del resucitado ya la tienen que vivir en esta tierra.”  Uno podría preguntarse: ¿cómo ve el mundo que en esta tierra hay más de 2.4 mil millones de creyentes (30 % de la población mundial)  que creen en la resurrección de aquel que “pasó haciendo el bien” y que fue crucificado por orden del poder (religioso y político)?  ¿No se podría suponer que el mundo debería estar mejor que ahora?  Creer en el Resucitado significa ser promotores de justicia, paz, amor, derechos humanos, respeto,…. Si creemos en el Resucitado y si celebramos anualmente su resurrección, entonces debemos vivir  la vida del Resucitado en esa tierra y esta historia.  Nos toca ser luz y fermento de resurrección ya ahora y aquí.  Y por si aún no estamos convencidos, Monseñor añade: “No quiere decir: despreocuparse de las cosas de la tierra, sino manejar las cosas de la tierra con los criterios de la justicia del cielo.”  Creer en Jesús, su encarnación, su vida de entrega y servicio, su resurrección después de haber sido asesinado, significa “manejar las cosas de la tierra” con los criterios de Jesús, actuar como Él lo hizo, hablar como Él lo hizo, es decir con “los criterios de la justicia divina”, incluidos el perdón y la misericordia. ¡Que diferente sería el mundo si las y los cristianos/as vivieran así en la política, en sus empresas, en su gestión pública, en sus servicios en educación y salud, en el ejército, en los sindicatos y cooperativas, en las organizaciones de la sociedad civil, en los medios de comunicación, en el sistema de justicia,  …!

“Ser como Cristo, libres del pecado, es ser verdaderamente libres con la verdadera liberación.” Por supuesto se oye el grito de quienes reclaman libertad, vivir libres de la explotación y la opresión.  Y desde la fe en el Resucitado habrá que ser parte de la vanguardia en la lucha contra ese pecado y muerte de millones de personas. Pero está también la esclavitud que vivimos en la dependencia de la propaganda económica e ideológica.  En el mundo valemos por lo que “consumimos” y habrá que consumir más y más.  De ahí que nuestros buzones se llenan con propaganda comercial, que la internet es en primer lugar un espacio de bombardeo económico e ideológico.  Somos esclavos, vivimos esclavizados.  Creer en la resurrección de Jesús, nos pone ante el reto de “ser verdaderamente libres” para poder ser activistas convencidos de la verdadera liberación.Las y los creyentes verdaderamente libres serán capaces de interpretar las tradiciones (también bíblicas y eclesiales) al servicio de la auténtica felicidad de la gente.  Jesús mismo ha sido un ejemplo claro de esa fidelidad al Padre mientras rompía cadenas tradicionales.  El respecto por “el sábado” no está encima del deber de “curar a enfermos/as”, el deber de servir y de hacer el bien.  Pensamos que en la Iglesia actual aún hay mucho temor ante las tradiciones crecidas históricamente y ante una ortodoxia extrema, amenazando y matando a cada esfuerzo evangélico para ser libre al servicio del Reino de Dios.

“Y aquel que, con esta fe puesta en el resucitado, trabaje por un mundo más justo, reclame contra las injusticias del sistema actual, contra los atropellos de una autoridad abusiva, contra los desórdenes de los hombres explotando a hombres, todo aquel que luche desde la resurrección del gran libertador, solo ese es auténtico cristiano.”    Celebrando la fiesta de la Pascua, de la Resurrección de Jesús, Monseñor Romero nos plantea el reto de la autenticidad cristiana.   Somos muchos los cristianos a medias, cristianos a medida (de otros intereses), cristianos rituales o de peregrinaciones,  cristianos de sentimientos religioso carismáticos, cristianos amargados por la “pérdida de tradiciones eclesiales”, cristianos dominicales, cristianos de eventos sociales,…..  Monseñor Romero nos pone ante el espejo de la autenticidad cristiana.  Esto tiene que ver con nuestro aporte en la lucha por un mundo diferente donde brilla la paz fruto de justicia.  Esto exige abandonar comodidades y quitarnos vendas ideológicas para luchar desmantelar sistemas injustos y denunciar abuso de autoridad en empresas y en los gobiernos.  Desde nuestra fe en la resurrección de Jesús, “el gran libertador”, debemos ser libertadores.  Debemos formar la capacidad de discernir lo bueno, lo correcto, lo justo que ya se está haciendo, pero también discernir las omisiones, las deficiencias y las fallas.  Esto aplica en primer lugar en cuanto a la vida personal, pero también a nivel de la misma Iglesia.  Ser cristianos auténtico, viviendo desde la fe en la resurrección, nos exige también un dinamismo eclesial que no cierre los ojos ni ante sus propias debilidades y errores.  Tras ese “gran Libertador” nos toca ser libertadores, también en la misma Iglesia, porque – lastimosamente – no pocos reflejamos más los vicios de la sociedad que los grandes valores del Reino de Dios.

Por eso, la resurrección tiene que dar al hombre valentía, entereza. Lejos de toda cobardía, el cristiano tiene que estar como Cristo dispuesto a dar su cara” ante toda forma de poder (político, religioso, económico, ideológico, cultural, …).  Creer en la Resurrección de ese Jesús, que ha vivido de esa manera, que ha dado testimonio tan radical de la presencia de Dios mismo entre nosotros, nos dará valentía y fortaleza, para asumir de lleno el compromiso del seguimiento a Jesús.  Para eso hay que “dar la cara” ante los grandes poderes y …. estar dispuestos a pagar el precio.  Monseñor Romero sabía muy bien de lo que hablaba, porque lo vivía en carne propia, hasta ser asesinado por vivir y hablar “cristianamente”.  Nos dice en esta cita que debemos actuar “con la serenidad de un cordero que es llevado al matadero, esperar también en el sepulcro de su martirio la hora en que Dios glorifica.”    También por ese camino, Jesús nos ha dado el ejemplo.  En el calendario litúrgico aparecen casi diariamente referencias a santos mártires y esto desde el inicio del cristianismo.  No se trata del ideal de buscar ser asesinado, sino de asumir las consecuencias de una vida entregada a Dios, al Reino y ese camino que Jesús nos ha mostrado.  Con Monseñor podemos decir que a lo mejor no merecemos la palma del martirio, pero creer en la Resurrección debe traducirse en valentía, fortaleza, energía y entrega en la construcción de un mundo diferente.  No tengamos miedo.

Reflexión para el domingo 9 de abril de 2023.    Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  durante la eucaristía del domingo de Resurrección, ciclo A , del 26 de marzo de 1978.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo II,  Ciclo A, UCA editores, San Salvador, p.376 y 377

Volver arriba