Ësta es la voluntad de Dios: quiero misericordia y no sacrificio

Décimo Domingo ordinario  –A  -    Mt 9,9-13     -      11 de  junio  2023

Mons. Romero dice[1]:  “Cristo no rehúye, a pesar de que vive en un ambiente puritano de fariseos, que mezclarse con un judío que no cumple con la ley y que se llama pecador … Un fariseo no se mezcla con esa gente, no le da la mano a un cobrador, a un publicano; aunque en su corazón haga cosas peores, salva la apariencia. Cristo no tiene miedo a la crítica, al ambiente, y se mete a comer en aquel ambiente, que luego es mal visto por los fariseos. Y le dicen a los discípulos de Jesús. “¿Cómo tu maestro, vuestro maestro, come con publicanos y pecadores?”  Y Cristo oyó y defendió su posición:  ”No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos; no he venido a buscar justos – esos ya están seguros – he venido a buscar pecadores, soy el salvador del mundo. Y recordad esto: esto es la voluntad de Dios: Quiero misericordia y no sacrificios.”

En la iglesia reconocemos pronto esta breve historia " de llamada de Mateo". Después de Marcos, los evangelistas Mateo y Lucas volvieron a contar esa narración. Jesús hablaba en parábolas y su hablar y su hacer también eran parábolas, narraciones de Dios y de los hombres. También parece una "historia de resurrección": Mateo “se levanta”.

Los sucesos se mueven tremendamente rápido en esta narración. "En realidad[2], debió ser todo un proceso y también muchas cosas deben haber sucedido previamente. No ocurrió simplemente porque un profeta se paseara por el mar cuando Levi se quedó momentáneamente sin clientes en la tienda. Una conversión es como la rotura de una presa: se ha acumulado una carga de descontento y deseo de cambio, pero también hay miedo al cambio, y eso lo frena todo. Hasta que Jesús le mira y su voz rompe el dique del miedo. "Leví, sígueme". Se levanta, invita a Jesús y a sus discípulos a una comida en su casa, junto con gente rara, la gente con la que todo había salido mal. Jesús aceptó. Hubo celebración, otra comida rara, señal del Reino de Dios.

Luego las marionetas religiosas puritanas empezaron a bailar. La forma de actuar de Jesús choca con sus normas y leyes religiosas: un hombre de Dios no puede ni debe actuar así. O como dice ter Linde: "Seguramente hay límites, ¿Qué está bien ahora y qué está mal? ¿Acaso la gente impura está limpia hoy en día? Tiene la boca llena de Dios, pero desprecia la santa Torá de Dios". Está claro que Jesús no es un seguidor servil de las leyes y normas religiosas. Para él, las personas son más importantes. Y más: "No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos; no he venido a buscar a los justos -ellos ya están seguros-, he venido a buscar a los pecadores, soy el salvador del mundo". Jesús afirma muy claramente que Él está ahí ("Yo soy") para las personas a las que las cosas les han ido mal. ¿Quién habría esperado una respuesta así? Y todas esas buenas personas que no hacen daño a una mosca y, sin embargo, también hacen cosas buenas, ¿no está Jesús ahí para ellas? ¿Acaso se están quedando fuera de la "red de salvación" del Señor Jesús? Y todas esas personas que han participado fielmente en las actividades de la parroquia o comunidad religiosa durante tantos años, ¿no están entre los elegidos para los que Jesús está ahí? Aquí encontramos también la lucha de una parte del clero y de la jerarquía de la Iglesia romana contra el claro compromiso del Papa Francisco con las personas heridas y vulnerables, con las personas para las que todo ha ido mal.

De todos modos, Jesús afirma muy claramente -y en varios lugares de los evangelios- que Él está ahí para aquellas personas con las que las cosas han ido mal. ¿Quiénes son? ¿Por qué las personas (a veces) van mal? Puede deberse a factores externos, como en el caso de la pobreza y la miseria causadas por sistemas económicos que no se basan en la justicia, sino en el beneficio (absoluto) y la riqueza inimaginable para las minorías. Los antecedentes familiares, la falta de oportunidades y de apoyo, las fuertes tensiones emocionales y los malos tratos,... también influyen. Tarde o temprano, todos nos enfrentamos enfermedades (de larga duración o terminales) y las cosas pueden torcerse. La presión a la que está sometida la sociedad empuja permanentemente a la gente al límite o a la exclusión total. Para cada vez más personas, las cosas van mal. Hace algún tiempo volvimos a leer esas cifras sobre las personas sin hogar en Bélgica, varios miles que pasan la noche en la calle o en algún lugar bajo un puente. Todo ha ido mal para estas personas. El flujo de refugiados y migrantes no se detiene. Las cosas van completamente mal en tantos lugares del mundo: hambre, inundaciones, sequías prolongadas, terrorismo, guerras, comercio internacional totalmente injusto, ... Miles de personas huyen y llegan como "extranjeros" a países donde las cosas van relativamente bien en busca de esperanza y de vida, pero que no son simplemente recibidos con los brazos abiertos. No pocas veces se convierten en víctimas de la exclusión racista. Por supuesto, también hay personas detenidas con las que muchas cosas han ido mal y que pagan un alto precio por ello (culpa, abandono, soledad, ...) y ex-detenidos que buscan de nuevo un lugar digno en la sociedad, pero que muy a menudo se encuentran con un portazo en las narices: sin trabajo, sin vivienda.

Hace dos mil años, Jesús declaró con toda claridad que quería recorrer una parte del camino con esos grupos de personas a las que todo les había ido más o menos mal en la vida, ir con ellos, darles fuerza y aliento, llevarles la redención y la liberación. Tanto entonces como ahora, "el mundo preferiría verlos colgados", pero Jesús los defiende. Por ellos rechazó el sábado y otras leyes y tradiciones religiosas. Y poco después, el propio Jesús fue colgado en una cruz entre dos personas con las que las cosas habían ido totalmente mal. Y con ter Linde: "Se cuenta que Dios le defendió. Y que su voz desde el otro lado siguió diciendo "sígueme" sin cesar. La historia cuenta que el Eterno está preparando una fiesta allí". Así hemos recibido el  testimonio de quienes se arriesgaron a seguirlo.

Durante esos 2.000 años, desde dentro de la Iglesia se tomaron nuevas iniciativas heroicas para hacer lo que hizo Jesús, siguiéndole.  Sin embargo, el conjunto de la Iglesia, incluida la mayor parte de la jerarquía, ha permanecido durante los siglos de la Cristiandad principalmente preocupada con la ortodoxia, el culto, comprometida con la alianza Iglesia-Estado, promoviendo más bien con expresiones religiosas populares, en su mayoría mágica, y más preocupada por el más allá que por el más acá de la realidad histórica. Hoy, en Europa, nos hemos convertido en una iglesia minoritaria, pero siempre con esa enorme tarea de seguir el camino de Jesús, dando la cara por las muchas personas con las que las cosas han ido mal. Nuestra credibilidad está en juego. Sólo así podremos dar testimonio del Dios de Jesús.

Finalmente, Monseñor Romero nos dice "Y recordad esto: ésta es la voluntad de Dios: quiero misericordia y no sacrificio". Esta palabra  "misericordia" viene del latín "misericordia" (miser - cor) : un corazón para los que viven en la miseria, para los pobres. En la mayoría de las religiones, ceremonias sacrificiales se convirtieron en algo muy central: sacrificios de animales, sacrificios como peregrinar, arrodillarse ante el templo, autoflagelarse, culto, celebraciones religiosas, promoción de símbolos religiosos, ..... Frente a esto, Jesús reitera el mensaje del profeta Oseas: Lo que Dios realmente espera de nosotros es MISERICORDIA: un corazón abierto y cálido para todas las personas con las que las cosas han ido mal en la sociedad. Del mismo modo, debemos asegurarnos de que el culto no NOS aleje la misericordia. Entonces también aseguramos una fecundación mutua evangélicamente fructífera entre el culto religioso y el compromiso de misericordia.

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

  1. ¿Recordamos cuándo oímos claramente por primera vez ese "sígueme"? ¿Cómo ha seguido resonando en nuestras vidas?
  2. ¿Quiénes son las personas con las que las cosas han ido mal, con las que nos juntamos, a las que fortalecemos, por las que damos la cara? Recordemos su rostro y mantengámonos en silencio.
  3. En nuestras vidas, ¿qué significa ser "misericordiosos"? ¿Cómo nos hemos situado nosotros mismos en la tensión entre "sacrificio, culto" y "misericordia"?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo III – Ciclo A,  UCA editores, San Salvador, 1a edición 2006, p. 43.

[2] Traducción libre de Nico ter Linde, Het verhaal gaat….  Het verhaal van Marcus en het verhaal van Mattheüs,   Uitgeverij Balans, 1998, blz.34-36

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