Comprender la fe en la vida y la moral: Celebrando el tercer aniversario del Papa Francisco.

Se cumplen tres años de la llegada del Papa Francisco al ministerio de Pedro, como Obispo de Roma, como el que preside en la caridad y el servidor de los siervos de Dios, garante de la fe y comunión en la iglesia. Es buen momento para hacer un balance, síntesis y perspectivas de estos tres años de ministerio, del proyecto de fe, de misión evangelizadora y pastoral que nos está presentando el Papa Francisco. Y podemos comenzar diciendo que, siguiendo a la tradición de la Palabra de Dios y de la Iglesia- a los Santos y Doctores como por ejemplo Tomás de Aquino-, el Papa Francisco nos muestra la entraña y el corazón de la fe. Esa entraña y alma de la fe no es otra que el don del encuentro personal, espiritual y místico, con el Dios revelado/encarnado en Cristo y su Espíritu. El Dios de la misericordia y de la compasión, del amor y la justicia liberadora con los pobres de la tierra, de la paz y de la creación, de la solidaridad, de la vida y la alegría; frente a todo pecado, mal e injusticia, el pecado del egoísmo con sus ídolos del poder y de la riqueza, del ser rico y poderoso, de la violencia y de la guerra... Siguiendo al Evangelio de Jesús Pobre y Crucificado (cf. Mc 10, 17-27; Lc 1,46-55. 6,20-23.16, 19-31; 2 Cor 8,9, etc.). Desde los Padres de la Iglesia, como los Griegos o Latinos- como por ejemplo San Jerónimo con su recordada Epístola a Hebidia (cf.121,1)-, los Santos y Doctores de la Iglesia, hasta llegar al Vaticano II (cf. GS 69) o S. Juan Pablo II (cf. SRS 31): la fe e iglesia nos enseña como la riqueza, el ser rico es incompatible con el seguimiento de Jesús y la fe; ya que el Evangelio nos llama a la vida espiritual y fraterna, desde la pobreza solidaria en el compromiso liberador por la justicia con los pobres de la tierra

De ahí que el Papa Francisco nos presenta la realidad de la iglesia de Jesús, iglesia misionera al servicio del Reino de Dios y su justicia con los pobres, iglesia en salida hacia las periferias, iglesia pobre con los pobres. Iglesia de la misericordia, del perdón y de la alegría. Como se observa, en la línea de los anteriores Papa, Francisco actualiza y profundiza el Concilio Vaticano II que, como nos transmite la iglesia, es la guía y la brújula de la fe católica. El Papa Francisco nos manifiesta, pues, una fe que busca la santidad y la conversión en el amor fiel a Dios en Cristo, a la iglesia y a los pobres, claves de la identidad cristiana. Lo que evidentemente ha encontrado y encontrará resistencia u oposición que ejercen los diversos tipos de fundamentalismos e integrismos o relativismos, cuyos extremos se tocan en una cerrazón totalitaria, del poder y de la riqueza, de los poderosos y ricos de esta tierra. Como nos testimonia el Papa, la fe siempre es revolucionaria, transformadora y liberadora, la revolución de la ternura y de la alegría en el Dios e iglesia pobre con los pobres. Lo cual siempre encuentra oposición y persecución por parte de los poderes de todo tipo, de todos estos fundamentalismos, integrismos y relativismo que rechazan al Dios del amor misericordioso, de la vida y de la justicia con los pobres, de la paz y no violencia. Como nos enseña las bienaventuranzas e iglesia, por ejemplo el Concilio Vaticano II (cf. LG 8, GS), es la condición de seguir a Jesús Pobre y Crucificado que, en la entrega de su vida por la salvación liberadora en el amor y justicia con los pobres, es calumniado, perseguido y maltratado hasta la muerte en cruz. El Dios que en Jesús Pobre y Crucificado, nos salva y libera integralmente.

De esta forma, en la línea de la teología y enseñanza actual de la iglesia, el Papa Francisco nos muestra como Dios y la persona, lo humano y divino. La gracia y la acción, la fe y la razón, la espiritualidad y lo bueno del mundo donde habita el Espíritu, la mística y la justicia con los pobres, el amor misericordioso y la moral, lo trascendente y lo material, etc. lejos de oponerse: se armonizan, fecundan y plenifican. Es la fe y la espiritualidad de encarnación que, a semejanza del Dios-Verbo Encarnado en Jesús, se manifiesta y realiza en la vida. El Dios que en Jesús asume todo lo humano e histórico para salvarlo en el amor, en la caridad política y justicia con los pobres, e irnos liberado de todo pecado, mal e injusticia. El Papa Francisco nos transmite así este corazón de la fe. Con una cosmovisión global, que conjuga e inter-relaciona la gracia de Dios con la libertad comprometida del ser humano, el don y misericordia de la salvación con la santidad en la conversión al Evangelio y su Reino de amor, paz y justicia con los pobres.

Nos muestra a un Dios misericordioso que nos perdona, que nos regala la filiación y salvación universal, para todo ser humano que es hijo de Dios y que, desde esa gracia, debe acogerla en un proceso de conversión a Cristo, a la santidad y justicia con los pobres. Ciertamente existe la posibilidad real de que el ser humano se encierre en el mal y en el pecado, que definitivamente rechace a Dios. Lo que la iglesia cree y denomina como infierno, fruto la sagrada libertad del ser humano con su conciencia. Aunque hay que dejar claro que la iglesia no nos enseña que eso haya sucedido, desconoce o no juzga si hay realmente alguna persona concreta, con nombres y apellidos, en el infierno. Es el ser humano el que, con su libertad, puede rechazar a Dios y no al contrario, no es Dios quien pena y castiga a las personas con el infierno. Y hay que confiar y esperar sobre todo en la salvación universal, en la gracia y el perdón de Dios que prevalece sobre el mal y el pecado.

Es la salvación que se realiza en la praxis del amor fraterno, de la justicia con los pobres de la tierra, que son sacramento, presencia real, de Cristo Pobre y Crucificado (cf. Mt 25, 31-46 como nos transmite la tradición y enseñanza de la iglesia; cf. Juan Pablo II en RH 16; Benedicto XVI en DCE 15). La gracia de la salvación que potencia y sana nuestra libertad para acoger, definitivamente, el amor y el perdón de Dios que nos lleva a la vida plena, eterna… Lo cual nos libera de toda obsesión patológica e insana, o de todo resentimiento u odio, con respecto al pecado, al infierno y condenación del ser humano. Con una espiritualidad del amor y de compasión, de la conversión, oración y esperanza por la salvación universal de toda persona como hija de Dios que es. Tal como nos enseña todo ello la iglesia, por ejemplo el Concilio Vaticano II (cf. GS 22), Benedicto VXI (cf. SS; Angelus del 7 de Marzo, 2.000) y en especial S. Juan Pablo II (cf. la memorable enseñanza de su Audiencia del 28 de Julio, 1.999).

En este sentido, el Papa Francisco nos ha expuesto una moral que, inspirada en la fe e iglesia, promueve la vida y dignidad de todo ser humano, desde el Dios y Evangelio de la vida; frente a todo ataque o agresión a la vida. Como son las desigualdades e injusticias del hambre y la pobreza, del paro y la explotación laboral, la trata y esclavitud de las personas e infantil. Las guerras con la plaga de las armas y la violencia, la destrucción ecológica y la pena de muerte, el aborto y la eutanasia. Así nos lo trasmite también S. Juan Pablo II en la encíclica EV. Ciertamente, el Papa Francisco con esta bioética y ecología global e integral rechaza, firmemente, todas estas las agresiones a la vida. Como es esta economía que mata (cf. EG 53-60, EG cap. cuarto), el actual sistema económico del liberalismo y del capitalismo con su individualismo posesivo e insolidario, con su “dictadura del relativismo” (Benedicto XVI) y del hedonismo. Con su idolatría economicista del mercado y del capital, de la propiedad, del beneficio y de especulación financiera que causa toda esta desigualdad, muerte e injusticia: del hambre y de la miseria, de la pobreza y de la exclusión social; del paro y de la esclavitud laboral e infantil; de las guerras y la violencia; de la destrucción ecológica y del aborto… La iglesia con su doctrina social, además de rechazar al comunismo colectivista o colectivismo, critica y deslegitima (se opone) igualmente al (neo-)liberalismo y el capitalismo. Tal como nos enseña Pio XI (cf. QA 28), Pablo VI (cf. PP 26; Discurso a los empresarios, 1.964), S. Juan Pablo II (cf. LE 13-15; SRS 21; CA 33-35; EA 56), el Catecismo de la Iglesia (cf. n. 2425) y Benedicto XVI (cf. Homilia Misa Eligendo Papa; Mensaje de la Paz, nn. 1-5, 2.103 ; en especial, Aparecida 4).

Como nos muestra la iglesia y S. Juan Pablo II, el liberalismo económico y el capitalismo genera la inmoralidad del paro y de un trabajo basura e indecente, niega derechos y valores esenciales. Como que el trabajo está antes que el capital, con un salario justo para el trabajador y su familia. El destino universal de los bienes que tiene la prioridad sobre la propiedad, los medios de producción o la empresa, las cuales deben ser socializadas y co-gestionadas democráticamente. Toda esta desigualdad e injusticia del paro, de la pobreza y de la miseria genera la violencia y, en esta línea, el drama de los inmigrantes y refugiados que hay que acoger, en una ética de la hospitalidad. Con una lucha por la paz y la justicia, por un orden internacional más justo y un desarrollo solidario e integral, que hace posible la paz y que no se produzca este drama de las personas que vienen a la búsqueda un futuro mejor y mueren en el intento. Tal como nos transmite igualmente Juan Pablo II (EE 100-102). El Papa Francisco, al igual que ha hecho frente al aborto o la eutanasia, se ha opuesto a todas estas agresiones a la vida, como son todas las guerra que son un negocio, la violencia y la pena de muerte, como es el daño a la casa común de nuestro Planeta Tierra (cf. LS); que son frutos de todo este materialismo economicista, productivismo y consumismo capitalista. Como enseña actual y firmemente la iglesia, por ejemplo el magisterio de S. Papa Juan Pablo II (cf. EV 27, CA 52), que nos llama de forma apremiante a estar comprometidos contra toda esta cultura de la muerte y sus estructuras de pecados, como son todas las guerras, las violencias y la pena de muerte, como es la destrucción medio-ambiental.

El Papa Francisco nos muestra así una iglesia misericordiosa, compasiva y co-responsable. En donde las diversas vocaciones, ministerios y carismas, como es el laicado, asumen el ser sujetos y protagonista adultos, maduros de la misión en la iglesia y en el mundo. Para que se vaya realizando el Reino de Dios y su justicia con los pobres en la vida e historia, que culmina en la vida plena, eterna… En esta línea, es la belleza de un matrimonio y familia militante, en el amor fiel entre un hombre y mujer abierto a la vida e hijos. La familia, iglesia doméstica, desde el amor, servicio y solidaridad en el compromiso por un mundo más justo con los pobres (cf. la FC de Juan Pablo II); frente a la familia burguesa e individualista, encerrada en sí misma y sus intereses, que no lucha por la justicia con los pobres. Una iglesia que reconoce todo lo bueno, bello y verdadero de las otras iglesias, religiones y hermanos no creyentes (cf Juan Pablo II, US; RM 55-57), porque ahí habita el Espíritu. En un dialogo y encuentro de comunión ecuménica, inter-religiosa y con toda la familia humana. Solo queda pues dar las gracias a Dios, a la iglesia y al Papa Francisco por su ministerio fecundo, que da vida, que nos testimonia coherentemente al Dios en Jesús.
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