El Evangelio desde el Papa Francisco en Ecuador para el mundo

Nos enseña San Pablo y el Nuevo Testamento que el Evangelio, como nos lo transmite la Iglesia, es escándalo para unos, locura y necedad para otros. A lo largo de la historia, el Evangelio y la Tradición Eclesial, como se manifiesta en los Padres y Santos de la Iglesia, no ha cesado de promover la Gracia del amor y la misericordia de Dios, la paz y la justicia liberadora con los pobres de la tierra. Con los consiguientes ataques y persecuciones de poderes de todo tipo, de espiritualismos e integrismos diversos. Ya que rechazan una fe y santidad en el amor que se hace compromiso profético, liberador de todo mal y pecado, de toda opresión e injusticia. Este poder, integrismo y espiritualismo, con su paternalismo y asistencialismo, rechaza la fe que desde la caridad se hace misericordia-compasión en la lucha por la paz, la solidaridad y la justicia liberadora con los pobres; frente a toda relación, estructura o sistema que genere desigualdad e injusticia, destrucción de la vida y dignidad de las personas.

Por eso, como le paso a los santos y testigos de la fe, por ejemplo a los anteriores Papas, se está atacando y denigrando constantemente al actual sucesor de Pedro, a nuestro Papa Francisco o a otros Obispos, y a las realidades eclesiales que hacen vida y compromiso su mensaje. Tales como, por ejemplo, Caritas o Justicia y Paz, los movimientos obreros-apostólicos como la HOAC o la JOC, diferentes órdenes o congregaciones religiosas, movimientos laicales, etc. Molesta y escandaliza que se hable del Dios que, como nos revela el Evangelio de Jesús, se hace compasión y misericordia con el sufrimiento e injusticia que padecen personas o pueblos. Es la fe que se realiza en la caridad social y política, para la búsqueda del bien común y de la civilización del amor, de la globalización de la solidaridad, de la paz y de la justicia (social-global y ecológica). La espiritualidad y ética encarnada, la enseñanza social en la pobreza con los pobres. En contra de los ídolos del poder y de la riqueza, del mercado y del capital (beneficio) hoy convertidos en dioses (falsos) que generan la cultura del descarte. Lo que nos salva y libera integralmente del pecado del egoísmo, de la complicidad y globalización de la indiferencia ante las relaciones y estructuras de pecado, inhumanas que crean la desigualdad e injusticia de la pobreza u otras opresiones y exclusiones.

Y todo esto, como ya se nos había anunciado, es lo que nos ha mostrado el Papa Francisco en su llegada a Ecuador, primera visita que hará en actual viaje por América Latina. Con su forma sencilla, clara y profética, con sus gestos y detalles, el Papa nos ha transmitido el Evangelio de la sencillez y humildad, de la acogida y cercanía al pueblo, a los más humildes y sencillos como son los niño/as. Contra la lógica del afán de poder, privilegios y demás esclavitudes. Y es que el Papa Francisco nos ha dejado claro que cuando nos apartamos del Evangelio de Jesús, y se ponen por tanto en su lugar a los ídolos o falsos dioses como el poder y la riqueza (totalitarismos, integrismos, etc.), se deforma la identidad y misión de la iglesia. Ya que ella, como la Iglesia-luna, debe reflejar la luz del Sol que no es otro que Jesucristo, como nos enseñaban los Santos Padres.

La Iglesia en el mundo, como es la Iglesia en América Latina y del Ecuador, debe seguir manifestando el brillo del Evangelio y su historia de santidad en la misericordia, solidaridad y defensa de los más pobres. Tal como se ha vivido en las comunidades eclesiales latinoamericanas y en el Ecuador. Unos pueblos iluminados por el resplandor de Jesús y su Evangelio, que quieren ser sujetos y protagonistas de su desarrollo integral y su promoción liberadora. El Papa Francisco ha señalado que, tal como debe promover la justicia, debemos saldar las deudas con los pobres, restituir y promover el desarrollo desde los empobrecidos, marginados y víctimas. De lo contrario, habría un falso progreso ya que no libera ni incluye a los más vulnerables, pobres y humillados. Es la memoria del Evangelio de la misericordia que cuida y protege a los más débiles, a los pobres y excluidos, a la belleza de la naturaleza y de la creación.
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