Cuestiones sobre los intelectuales inspirados por la fe e iglesia que, parecen, se echan en falta Intelectuales, fe y compromiso ante las ideologías

Pero, ¿quién quiere un intelectual cristiano?
Pero, ¿quién quiere un intelectual cristiano?

San Pablo VI nos comunicaba que, “si es verdad que el mundo se encuentra en un lamentable vacío de ideas, Nos hacemos un llamamiento a los pensadores y a los sabios, católicos, cristianos, adoradores de Dios, ávidos de absoluto, de justicia y de verdad

Últimamente han surgido cuestiones sobre los intelectuales inspirados por la fe e iglesia que, parece, se echan en falta. Ya San Pablo VI nos comunicaba que, “si es verdad que el mundo se encuentra en un lamentable vacío de ideas, Nos hacemos un llamamiento a los pensadores y a los sabios, católicos, cristianos, adoradores de Dios, ávidos de absoluto, de justicia y de verdad: todos los hombres de buena voluntad. A ejemplo de Cristo, Nos nos atrevemos a rogaros con insistencia «buscad y encontraréis» (Lc 11, 9); emprended los caminos que conducen, a través de la colaboración, de la profundización del saber, de la amplitud del corazón, a una vida más fraternal en una comunidad humana verdaderamente universal” (PP 85).

Acogiendo estas enseñanzas de San Pablo VI y los otros Papas, como Francisco, es esencial pues que esta fe con su humanismo ético e integral, tal como nos transmite la doctrina social de la iglesia (DSI), oriente la cultura, la vida pública, política y económica. Y es que como nos sigue mostrando San Pablo VI, la ruptura entre Evangelio y cultura es, “sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo" (EN 20). Ello debido en muy buena medida, prosigue el Papa, a que se han puesto las ideologías por encima de la fe y la ética con sus valores o principios. Es, por tanto, un pensamiento e inteligencia que guiados por la fe con su ética humanista y la DSI: lleva al compromiso por el Reino de Dios que nos trae la vida, la dignidad, la paz, la fraternidad solidaria y la justicia liberadora con los pobres de la tierra.

En la historia de la fe e iglesia, los denominados como Santos Padres y Doctores de la iglesia- como por ejemplo San Agustín o Santo Tomás de Aquino-, u otros sabios e intelectuales contemporáneos, han desarrollado una inteligencia y cultura que buscan la verdad, la belleza y el bien más universal. Más allá de academicismos y honores mundanos con sesgos intelectuales “de escritorio” o de salón, como nos transmite Francisco, se trata de posibilitar un pensamiento con una síntesis vital y cualificada, dotado de perspectiva humanista e interdisciplinar, que lleve a la responsabilidad por una sociedad-mundo según este Reino, que nos trae su salvación liberadora e integral.

Es una cultura ética y espiritualidad atravesada por la com-pasión, ese principio de la misericordia que acoge en el corazón solidariamente el sufrimiento, mal e injusticia que padecen los otros, los pobres y las víctimas. Frente a las ideologías e ideologizaciones o colonizaciones culturales, guiados por este humanismo moral y la DSI, la fe nos llama a promover un desarrollo humano y ecología integral en esa armonía y comunión fraterna con Dios, con los otros y con toda la creación. Una conversión espiritual, humanista y ecológica integral que escucha el grito de los pobres junto a las víctimas de la historia, promoviendo la justicia social y el cuidado de la vida en todas sus fases o dimensiones (formas), que acoge el clamor de la tierra impulsando la justicia socioambiental.

En oposición a estas colonizaciones ideológicas, esta ecología integral y bioética global cuida de toda vida y familia, alentando el amor fiel del hombre con la mujer abierto a esa vida con los hijos, la misión, la solidaridad, el bien común y el compromiso por la justicia con las familias empobrecidas. Es una iglesia y familia pobre con los pobres en la solidaridad de vida, de bienes y acción por la justicia frente a la cultura y familia burguesa e idolatrías de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia.

En contra del asistencialismo y elitismo paternalistas, se trata de desarrollar una cultura e inteligencia que posibilite el protagonismo de las personas, de los pueblos y los pobres como sujetos de su promoción liberadora e integral, como gestores de la vida pública, política, económica y cultural.  Un pensamiento político guiado por el principio del bien común, esas condiciones sociales y de todo tipo que aseguran todos los derechos humanos, propiciando el desarrollo humano e integral de las personas.

Una economía que tiene como clave de la cuestión social: el principio del trabajo, la dignidad del trabajador con sus derechos como es un salario justo, antes que el capital; el principio del destino universal de los bienes, la equidad en la distribución de los recursos, que tiene la prioridad sobre la propiedad. La economía ética para regular el mercado y la propiedad que no es un derecho absoluto e intocable sino que, ejerciendo su intrínseco carácter solidario y social, siempre está subordinada a dicho principio de los bienes comunes para toda la humanidad. La cultura y pastoral obrera han de desarrollarse, para llevar así el Evangelio al mundo del trabajo, con esa vida solidaria y autogestión de los trabajadores en esta economía social (cooperativa), que haga de la empresa una verdadera comunidad humana.

Una ética comercial, un comercio justo, y financiera con la banca ética que erradique la especulación y usura con todos esos créditos e intereses abusivos, injustos y usureros que dominan. En esta dirección, es clave la participación y el protagonismo de los movimientos populares, todos estos trabajadores, campesinos, indígenas... que reclaman las 3 “T”, tierra, techo y trabajo para todos. Ese estado social de derechos con un trabajo decente y un sistema fiscal justo donde quien más tiene, como el capital o las grandes empresas u operaciones financieras-bancarias, más contribuye al bien común. Junto a la políticas públicas y sociales que aseguren esos derechos con la universalidad y calidad de la educación, sanidad, vivienda, alimentación, agua, salarios y rentas básicas incondicionales, sostenibilidad y la paz frente a toda guerra o violencia.

Por todo ello, se hace necesario e imprescindible impulsar escuelas de formación humana y social, en especial para los laicos, que animen la vocación y misión al servicio de todo ese inherente amor social, civil y la constitutiva caridad política que busca este bien común más universal y la civilización del amor. Y, de esta forma, ir a las raíces y causas de los problemas, de los males, desigualdades e injusticia de todo tipo; que nos vayamos liberando integralmente de todo mal y pecado personal, social, institucional y estructural, esas estructuras sociohistóricas de pecado que generan más maldad e inequidad.

Tal como se puede comprobar, frente a todas esas ideologías, la fe con su humanismo ético y DSI puede aportar verdad, belleza y bien a la cultura, al pensamiento e inteligencia. Una espiritualidad y compromiso moral que, siguiendo a Jesús, otorga a la existencia un sentido, humanización, felicidad, realización, trascendencia y vida plena-eterna.   

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