El Papa Francisco en Quito: La fe y la educación siempre son revolucionarias

Acabado de llegar de Quito y de estar con el Papa Francisco en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en donde soy profesor y el lugar elegido para encuentro del Papa con el mundo de la educación en Ecuador. Con la emoción, el entusiasmo y la ilusión de la alegría del Evangelio en este encontrarnos con el Sucesor de Pedro, con su sencillez, humildad y cercanía, con su santidad y espiritualidad encarnada en la vida. En su visita a Quito, el Papa nos ha dejado todo un mensaje, un legado profundo, que debe orientar la fe y vida de la iglesia en el mundo actual. Como suele hacer, el Papa nos ha mostrado la entraña del Evangelio y de la fe en Jesús, actualizado y profundizado para nuestra realidad, para el tiempo histórico en que vivimos.


Y no es otra cosa que experienciar la fe que expresa y manifiesta los deseos más hondos de las personas, los anhelos del corazón del ser humano. Como son la libertad y la liberación de toda dominación u opresión, el amor fraterno y la comunión solidaria de toda la familia humana. Por todo esto, nos enseñó el Papa Francisco, la fe es siempre revolucionaria, transformadora y liberadora de todo mal, pecado e injusticia. La fe es utópica y esperanza de un mundo mejor, un futuro más justo, fraterno y solidario como quiere Dios y que nos da vida, una vida plena, trascendente y eterna. Y todo ello, más allá de ideologías o modas, nace del encuentro con el Dios Padre Revelado en Jesús y su Espíritu, que nos hace hijos y hermanos y, por tanto, nos va salvando en el amor, en la paz y en la justicia solidaria con los pobres; nos va liberando de cualquier esclavitud, exclusión y violencia contra la dignidad del ser humano. Lo cual va realizando la santidad y misión evangelizadora de la iglesia, sacramento de comunión fraterna y de salvación liberadora universal e integral (social e histórica, espiritual y trascendente).

Es una fe que perdona, que acoge y que ama al otro en su debilidad, pecado o mal. Ya que no es la fe de los puros e intachables, frente a todo sectarismo, fundamentalismos e integrismo. La alegría del Evangelio y su fe en Jesús siempre se realiza en la inclusión de los débiles, vulnerables y pobres, en los márgenes y periferias del mundo. Tal como lo muestra la vida y la dignidad de los pobres, con sus luchas solidarias por la paz y por la justicia en la historia, frente a la opresión e injusticia. De ahí que la fe y la educación, toda formación integral, debe promover esta conciencia crítica y social, ética y espiritual que se hace responsable de los sufrimientos e injusticias que padecen las personas, los pueblos y los pobres. Es una educación del cultivo y cuidado de lo espiritual, de lo humano (social e histórico) y de lo ecológico, de la responsabilidad que tenemos con toda la familia humana y las generaciones futuras en el legado de un mundo mejor. Un planeta con más justicia social-global y ecológica.

Frente al individualismo, como es el liberalismo y el capitalismo, a los ídolos del poder y de la riqueza, del mercado y del beneficios-como son las bolsas financieras- convertidos en falsos dioses, la fe expresa toda una antropología y ética fraterna, solidaria e integral. En la religación de todo con todo, en la inter-relación con los otros, con la naturaleza y con Dios, en una ecología espiritual, social y ambiental. Con el cuidado y protección de la cultura y espiritualidad de los pueblos, de la solidaridad y la justicia con los pobres, del desarrollo sostenible y ambiental de la casa común como es el planeta tierra. En contra de toda educación tecnicista, mercantilista y competitiva, la verdadera pedagogía despierta en las personas un pensamiento crítico, moral y trascendente. Para que se asuma la responsabilidad solidaria ante estos retos y desafíos urgentes e imperantes, ante las violencias e injusticias sociales-globales y ecológicas. Y promueve el que los seres humanos, que los pueblos vivan la solidaridad responsable por la transformación y la renovación del mundo en el bien común, en la defensa de la vida y dignidad de las personas, en la promoción liberadora e integral con los pobres de la tierra.

Como nos enseña el Evangelio de Jesús, la felicidad y realización está en la donación de sí mismo a los demás. La fe con su salvación liberadora se efectúa en la entrega y el servicio, en el compromiso por un mundo más fraterno, libre y justo como Dios quiere. Muchas gracias, Papa Francisco, por mostrarnos con claridad, valentía y profecía todo lo anterior, por ser testigo del Dios del Evangelio en el seguimiento de Jesús y su Reino de amor, paz y justicia con los pobres. Nuestras mejores muestras de afecto y cariño al Sucesor de Pedro, será el proseguir con este seguimiento de la alegría del Evangelio, en la revolución de la ternura y en la iglesia pobre con los pobres. Conociendo y poniendo en práctica, en el mundo e historia, todas las enseñanzas del Papa y de la Doctrina Social de la Iglesia que nos muestra todo lo dicho hasta aquí. Frente a la cultura del descarte y la globalización de la indiferencia, contra los ídolos del poder con su civilización de la riqueza y del capital.
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