Adiós a la Alhambra

¡Feliz jueves! Quienes conocemos Granada (allí estuve estudiando durante seis años) nos sentimos fascinados por la ciudad, sus calles, su ambiente, sus olores, sus sabores, sus sonidos... Por ello, cuesta despedirse de la ciudad y, en particular, de ese monumento inmortal que es el palacio de la Alhambra. La composición de hoy intenta describir esto. Viene de la mano de un maestro que nunca he traído por aquí.

Hoy tenemos a Jesús de Monasterio (1836-1903), compositor español nacido en la localidad cántabra de Potes. Entre sus discípulos más aventajados está Pau Casals y Enrique Fernández Arbós, ¡nada menos! Su padre le dio clases de violín con tan solo cuatro años; a los cinco ya era capaz de tocar el instrumentos en fiestas populares. En 1843 tocó ante Espartero en Madrid y, dado el éxito, terminó tocando ante la reina, la cual le concedió una pensión. Recorrió diversas provincias españolas dando conciertos y recibiendo aplausos. En Bélgica estudió con Beriot y con él perfeccionó su técnica hasta que consiguió en Premio de Honor. En 1857 era profesor del conservatorio de Madrid y en 1861 comienza una serie de conciertos por toda Europa. Toda una institución, un gran maestro entre nuestros maestros, inteligente, sagaz, fresco y dócil como un niño.

Su obra más conocida es Adiós a la Alhambra. Es una composición pionera que enmarca a este maestro dentro de la corriente del alhambrismo, que llegaría hasta Lorca; Monasterio la llamó «cantiga morisca». Fue compuesta en 1855 y el mismo Monasterio se encargó de difundirla en sus conciertos. En uno de ellos, el piano lo tocó Meyerbeer y fue un rotundo éxito. Ese carácter famoso hizo que la pieza se transcribiera para diversos conjuntos, con lo que la obra aún es más popular.

La partitura de la pieza puede descargarse aquí.

La interpretación es del Cuarteto Bohemia.

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