Aleluya

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¡Feliz jueves! La palabra aleluya puede hacernos traer inmediatamente a la mente bellas notas polifónicas. Sin embargo, la obra de hoy no va a ser de ese tipo de género musical. De hecho, ni siquiera será una obra voal, sino para un instrumento.

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Hoy vamos a escuchar la música de Charles-Valentin Alkan (1813-1888), compositor francés nacido en París. No solamente fue un reputado compositor, sino uno de los más afamados pianistas de su tiempo, que influyó poderosamente en otros. Sus obras requieren una técnica tan especial que hacía que no estuviesen al alcance de todo el mundo. Ferruccio Busoni dijo de Alkan que era el logro más grande de la música para piano después de Liszt. Con seis años entró en el conservatorio y ganó premios al año siguiente. El de piano lo consiguió con once y el de armonía con catorce. Prontó empezó a tocar en diversos salones y fue convocado a Londres para hacer disfrutar a todos con su arte sentado ante el teclado. Fue amigo de Víctor Hugo, George Sand y Frédéric Chopin, aunque también fue siempre algo introvertido y misántropo.

Disfrutemos de su Aleluya, op. 25. Es una obra que data de 1844. Es una constante exploracion de acordes muy exuberantes en ambas manos y de una gran amplitud. Esos acordes se muestran en el registro agudo y son soportados por octavas y otros grupos de notas en el grave, de forma que la pieza está llena de sonoridad y serenidad de principio a fin. Verdaderamente, todo un canto de alabanza sin voz, pero igualmente lleno de solemnidad.

La partitura de la pieza puede descargarse aquí.

La interpretación es de Marc-André Hamelin al piano.

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