¡Feliz domingo! Si bien es cierto que las composiciones para flauta de Bach no son tan conocidas como otras, tampoco es que sean de esas que están en el rincón de su catálogo. Vamos a disfrutar de otra nueva, para saborearla poco a poco.

Antes, recorramos la biografía de Johann Sebastian Bach (1685-1750), compositor alemán nacido en Eisenach. No está de más dar una panorámica de aquellos lugares por los que pasó, para traerlos a la mente. Con diez años se quedó huérfano y se marchó a Ohrdruf con su hermano. De ahí fue a estudiar a Lüneburg. Con diecisiete años empezó su carrera profesional que, si bien no fue meteórica, sí fue progresando cada vez más. Consiguió un puesto menor en la corte de Weimar. Luego fue organista en Arnstadt, en Mühlhausen y, otra vez, en Weimar, donde fue promocionado al puesto de maestro de conciertos con sueldo de maestro de capilla, puesto que ocupó en Cöthen. Fue luego nombrado cantor de la Escuela de Santo Tomás y responsable de la música en las iglesias de Leipzig, uno de los puestos más importantes de la Iglesia luterana, comparable al de maestro de capilla de la basílica de San Marcos en Venecia.

Disfrutemos de su Sonata para flauta y clave en mi bemol mayor, BWV 1031. No se conserva copia manuscrita y algunos musicólogos piensan que esta puede ser una obra de C. P. E. Bach, aunque no está clara la cuestión. El estilo que escuchamos es el llamado galante, que floreció a partir de 1730, con texturas y armonías ligeras y melodías muy ornamentadas. El primer movimiento es un Allegro moderato, con una melodía para el teclado que fluye especialmente, mientras la flauta ofrece un material más lírico. El Siciliano tiene al clave como un mero acompañante y el Allegro final es de un carácter alegro, con el clave volando de forma independiente con la flauta.

La partitura de la pieza puede descargarse aquí.

La interpretación es de Michala Petri (flauta), Hille Perl (viola de gamba) y Mahan Esfahani (clave).