¡Feliz miércoles! Cuando cantan los pastores la música se hace delicada y suave. El maestro de hoy nos va a regalar una pequeña joya, no demasiado conocida, pero que contiene toda la esencia de un compositor que es famoso por la grandes formas.

Hoy está con nosotros Giacomo Meyerbeer (1791-1864), compositor alemán nacido en Vogelsdorf. Su familia era judía y su nombre original era Jakob Liebmann Meyer Beer. Era considerado el compositor de óperas líder en la Europa de la década de 1830 y 1840. Con pocos años ya mostró un gran talento por la música y estudió piano, debutando con once años. Tras estudiar dos años en Darmstadt empezó a componer óperas y se marchó a Múnich para ponerlas en escena. En 1814 se fue a París y luego a Roma, donde estuvo durante nueve años. Allí sus óperas si se representaron con más éxito. Su plan siguiente era conquistar los escenarios parisinos, cosa que hizo con Les Huguenots. También conoció a Wagner (en 1839) y le ayudó a la puesta en escena de Rienzi y El Holandés Errante.

Disfrutemos de su Hirtenlied, op. 111. Es una composición para voz (soprano o tenor), clarinete y piano. La obra fue publicada en 1857 y el texto es de Ludwig Rellstab. Se entronca con la más rotunda tradición operística, y mirando a Schubert (y su Pastor en la roca) a la hora de incluir un clarinete obligado. El clarinete no solamente sirve para enriquecer la sonoridad de la pieza, sino que permite imitar ciertos elementos, como el viento, los pájaros, el agua,... Como gran compositor dramático que era, Meyerbeer siempre estaba atento a todos los aspectos que el texto pudiera ofrecer, y lo consigue en esta joya de miniatura.

La interpretación es de Baiba Urka (soprano), Shelly Ezra (clarinete) y Makiko Asahi (fortepiano).