Cantando en tierra extraña

Quomodo cantabimus, Byrd

¡Feliz martes! Para los israelitas era muy duro cantar de alegría cuando estaban deportados, por lo que el salmo del texto de hoy precisamente se hace eco de este hecho. Obviamente lo hará con música... ¡y qué música! El polifonista de hoy, un asiduo, nos va a maravillar con sus pentagramas y sus compases.

William Byrd

Ese asiduo es William Byrd (1539/40-1623), compositor británico nacido en Londres. Durante el reinado de María Tudor Byrd se formó en la Capilla Real y allí se hizo discípulo de otro grande: Thomas Tallis. Pronto él pudo establecerse por su cuenta, como organista y maestro de coro de la catedral de Lincoln. Se granjeó grandes patrones como por ejemplo la reina Isabel I, sir Christopher Hatton o Lonrd Hunsdon. Ambos se aliaron para conseguir los privilegios de la impresión de música en Inglaterra por lo que lo dominaron todo a la vez que prácticamente se hacían rico con esa actividad. En 1568 se casó y llegó a tener siete hijos. Aunque siempre se mantuvo católico tuvo que adaptarse para ir esquivando las acusaciones por parte de los anglicanos.

Escuchemos su motete Quomodo cantabimus, a ocho voces y con texto del salmo 137. La historia dice que un Byrd de once años quedó maravillado al conocer a Philippe de Monte, que había viajado a Inglaterra para cantar con la capilla de Felipe II en su boda con María Tudor. Treinta años más tarde, tanto de Monte como Byrd eran maestros consumados y el primero, desde Praga, le envió una copia de su Super flumina Babylonis, con los tres primeros versículos del salmo. Conmovido por semejante obra maestra, Byrd hizo lo propio con los siguientes cuatro versículos, que es la obra de hoy. Ambas obras están compuestas a ocho voces y ambas son una maravilla.

La partitura de la pieza puede descargarse aquí.

La interpretación es de Stile Antico.

Volver arriba