Dales, Señor, el descanso eterno
¡Feliz jueves! Si ayer traíamos a la mente a todos los santos que conocemos, hoy vamos a hacer lo propio con los difuntos, esas personas que ya no están con nosotros, pero que han dejado honda huella con nosotros. La música seguro que ha aparecido ya: es un buen día para volver a escucharlo.
Nuestro compositor es Gabriel Fauré (1845-1924), compositor francés nacido en Pamiers. Era el hijo menor de un director de escuela y en su juventud pasó mucho tiempo tocando el armonio que estaba en una capilla próxima a la escuela de su padre. Con nueve años fue matriculado en la École Niedermeyer de París y durante once estuvo estudiando. En 1861 Saint-Saëns se unió a la escuela y presentó a Fauré y otros obras de compositores como Schumann, Liszt y Wagner. Empezó a ocupar diversos puestos como organista y formó, junto a d'Indy, Lalo, Duparc y Chabrier, la Société Nationale de Music. Por esta época compuso sus principales obras de cámara; esas y otras empezaron a mostrar una importante complejidad técnica y una armonía que era principalmente modal, con escalas alteradas.
Es posible que su obra más famosa sea su Requiem, op. 48. Su versión original, de 1887-88, incluía cinco movimientos. Fue estrenada en La Madeleine por el propio Fauré, y sus «novedades» fueron calificadas como peligrosas, recibiendo el compositor una gran reprimenda. Amplió la pieza, no solo con más partes, sino con una orquestación más rica, y de nuevo se volvió a interpretar en el templo en 1893. En la obra hallamos un canto gregoriano sabiamente mezclado con ese melodismo de Fauré tan característico, de forma que casi todo lo que escuchamos parece atemporal. Los siete movimientos forman un arco con el Pie Jesu, muy emocionante, central. El In Paradisum final aporta una luz a la pieza que casi nos transporta al cielo.
La interpretación es de VOCES8.