¡Feliz miércoles! Dios nos enviará, en su momento, no para que luchen en ninguna batalla ni para que nos defiendan de nada sino para que nos sostengan en nuestra caída. Es lo que hizo cuando Jesús fue tentado en el desierto y, tras la prueba, acudieron a él para ayudarle y servirle. Meditemos esto con una preciosa música.

Fue compuesta por Michael Haydn (1737-1806), compositor austríaco nacido en Rohrau, al igual que su famoso hermano Joseph, y quien ha oscurecido algo su fama. En 1745 se marchó a cantar en la catedral de Viena y allí aprendió a tocar algunos instrumentos. Tras un breve paréntesis en Hungría, marchó a trabajar a Salzburgo, posición en la que llegó a influir grandemente en Mozart. En 1777 fue nombrado organista en la iglesia de la Trinidad mientras Mozart lo fue de la catedral, puesto que luego alcanzaría Haydn. Como compositor era muy versátil que escribió tanto en estilo antiguo como en otros más modernos, tanto con respecto a la música religiosa como a la profana. Pionero fue en la religiosa, siempre amoldándose a la liturgia y a sus distintas reformas.

Disfrutemos de su breve motete titulado Angelis suis Deus mandavit, para coro a cuatro voces. Precisamente, en esta obra apreciamos esa querencia de Michael Haydn por el stilo antico, es decir, ese que se fijaba en Palestrina aunque Haydn lo hace más bien mediante el tamiz de Fux. El texto está tomado del gradual para el primer domingo de Cuaresma. Prácticamente es homofónica, con una imitación bastante intensa y un cromatismo bastante bien elegido para darle algo de tensión a la música. Destacan los fragmentos por bloques sobre portabunt te, reflejando la forma contundente y a la vez suave con la que los ángeles nos confortarán.

La partitura de la obra puede descargarse aquí.

La interpretación es de Westfälische Kammersolisten.