Dulce María, salve

Ave dulcissima Maria, Gesualdo

¡Feliz sábado! Ya, como quien no quiere la cosa, estamos a mediados de este mes de enero que está siendo duro, como era de esperar. Creo que la música puede ser buena consejera. Hoy escucharemos la de uno de los compositores más fascinantes de comienzos del barroco, y no solamente por sus composiciones sino también por todo lo que rodeó a su vida.

Carlo Gesualdo

Estoy hablando de Carlo Gesualdo, príncipe de Venosa y conde de Conza (1566-1613), compositor italiano nacido allí donde terminó siendo príncipe. Estudió con de Macque y comenzó a componer con diecinueve años. En Ferrara entró en contacto con Luzzascho Luzzaschi y su llamada música secreta. Igualmente, Gesualdo tuvo oportunidad de hacerse amigo de Torquato Tasso. La muerte de su hijo en 1597 lo sumió en una gran desesperación, algo que se agravó con la muerte del segundo. Parece ser que metió en un círculo de masoquismo y otras prácticas que le llevaron a un debilitamiento físico evidente. Según él mismo, tuvo que publicar muchas de sus obras para evitar los plagios. Usó deliberadamente la disonancia y las modulaciones, para adaptarse al texto y a un manierismo muy acusado.

Escuchemos su motete Ave, dulcissima Maria, a cinco voces y publicado en 1603. En vez de dedicarse a pulir su polifonía (muy conseguida, por otra parte), Gesualdo está atento al texto y vez de a la estructura general de la obra. El compositor hace uso de la imitación pero a intervalos inesperados y con constante cromatismo que colorea la composición. Gesualdo hace que las distintas voces sean casi independientes rítmicamente, sometidas a una tensión y un relax que estira a cada una hasta casi romper la textura. Una belleza.

La partitura de la pieza se puede descargar aquí.

La interpretación es del conjunto Vox Luminis.

Volver arriba