Eritaña

Eritaña, Albéniz

¡Feliz martes! ¡Y feliz día de la fiesta nacional española! Lo vamos a celebrar escuchando nuestra música. Nos acompañará hoy un verdadero mago del piano, como ha sido calificado por otros grandes maestros del instrumento. Si hay una música genuinamente española, por los cuatro costados, esa es la suya.

Isaac Albéniz

Me refiero a Isaac Albéniz (1860-1909), compositor español nacido en la localidad gerundense de Camprodón. Como suele ser habitual no fue muy apreciado en España durante su tiempo ya que su fama internacional era vista con recelo y envidia (por supuesto). En 1883 se casó con Rosina Jordana, quien había sido estudiante suya. Ambos tuvieron tres hijas y un hijo, dos de ellas fallecidas en su infancia. En agradecimiento a la apuesta que hizo por el compositor el rey, al hijo lo bautizaron como Alfonso. La hija, Laura, se dedicó a la pintura. A comienzos del siglo XX Albéniz sufrió de la enfermedad de Bright (que afecta a los riñones), que le llevaría a morir y se enterrado en el cementerio de Montjuïc. En 1972 Paloma O'Shea creó la Fundación Albéniz para promover la música española y sus talentos, además de promover el estudio de las obras de nuestro compositor de hoy.

La obra que vamos a escuchar hoy se titula Eritaña. Es la tercera pieza del cuarto cuaderno (estrenado en 1909) de su suite Iberia. Existía una venta en Sevilla, junto al Parque de María Luisa, llamada Eritaña. Allí se respiraba un ambiente taurino y se celebraban grandes fiestas y tablaos flamencos. A esa venta está dedicada la pieza de hoy, una de las más deslumbrantes jamás compuestas para el piano. Usa el ritmo de la seguiriya pero de forma algo modificada, en lo que Albéniz llamó unas sevillanas aflijías. El baile está presente, por supuesto, en la pieza pero también el correr del vino y esa chispa y optimismo que el caldo genera en quien lo recibe. Debussy dijo: «Eritaña es la alegría de las mañanas, el encuentro propicio de un albergue donde el vino es fresco. Una multitud incesantemente cambiante pasa echándose a reír, entonados por el ruido de los tambores vascos. Jamás la música ha alcanzado impresiones tan diversas, tan coloridas, los ojos se cierran como deslumbrados de haber contemplado tantas imágenes».

La partitura de la pieza puede descargarse aquí.

La interpretación es de Alicia de Larrocha al piano.

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