Gloria a Dios en el cielo

¡Feliz jueves! Es bueno dar siempre gloria a Dios, que está en el cielo, pero también entre nosotros. La música siempre es un medio especial de alabanza al altísimo, y hoy va a serlo de modo más impresionante gracias a la obra de un gran maestro que escucharemos.

No es otro que Serguéi Rajmáninov (1873-1943), compositor ruso nacido en Semiónovo. Casi puede afirmarse que tras él terminó el romanticismo ruso. Su familia era pudiente y amaba la música por lo que el talento innato del maestro se benefició de ello. Estudió en San Petersburgo y luego en Moscú donde se formó al piano (de forma totalmente estricta) con su primo Alexánder Siloti. Chaikovski lo animó a componer y la prueba de ello fue que ganó la medalla de oro del conservatorio con una ópera. Ya consagrado como solista, viajó extensamente por Estados Unidos y su fama se hizo casi mítica. Con la Revolución rusa se marchó a Suiza y luego terminó de nuevo en Estados Unidos. Su técnica era realmente asombrosa: tenía una mano grande y era capaz de abarcar intervalos que otros intérpretes no podían ejecutar. Colegas de profesión lo calificaron como «cósmico» y «abrumador» y la precisión y claridad que alcanzaba era algo inalcanzable casi por los demás.
Una de sus obras menos conocidas se titula Las vísperas, op. 37. En su estreno en 1915 alguien dijo que poder conseguir que los bajes cantasen unos sonidos tan graves era «tan raro como un espárrago en Navidad». El compositor siempre se interesó por la música de la Iglesia ortodoxa rusa, por lo que compuso esta magna obra divida en quince movimientos. De ellos escucharemos el titulado Slava V Vyshnikh Bogu (es decir, «Gloria a Dios en el cielo»). En él consigue unos melismas casi angelicales gracias a unos sublimes clústeres que crean un bello clímax.
La interpretación es del Coro de Cámara de San Petersburgo.