¡Feliz lunes! No es para nada tiempo inútil el que dedicamos a pedir a Dios por la paz, en nuestros hogares y en la tierra que pisamos y vivimos. Todos somos hermanos e hijos de un mismo Dios por lo que todos tenemos que tener paz para vivir.

La música de hoy es de Aleksandr Grechanínov (1864-1956), compositor ruso nacido en Moscú. Fue una figura algo marginal, y empezó a ser reconocido cuado comenzó a publicar sus sinfonías. Se matriculó en el conservatorio de Moscú a pesar de que su padre no lo aprobaba puesto que no quería que se dedicase a la música; estudió piano y composición. Marcó a San Petersburgo para estudiar con Rimski-Kórsakov. Se empezó a ganar la vida tocando el piano y su mayor éxito vino con su primera sinfonía que estrenó su maestro Rimski. Regresó a Moscú y siguió tocando el piano, a la vez que arreglaba varias melodías populares, algo que también era su especialidad. En 1906 aceptó dar clases en el conservatorio de Moscú y nunca dejó de componer. También otra de sus especialidades es la música religiosa, muy conocidas en la tradición rusa.

Una de sus grandes composiciones es la Misa «Et in terra pax», op. 166. Fue compuesta en 1942 mientras estaba en Estados Unidos (recibió la nacionalidad en 1949) y fue publicada dos años más tarde. El origen era su profunda tristeza por lo que estaba pasando Europa y compuso esta obra en forma de devota reflexión cargada de esperanza para el futuro. Está escrita para todo mixto y órgano y, algo habitual en él, podemos apreciar en ella cómo mezcla cantos tradicionales rusos con una homofonía expresiva y un magistral manejo de la textura coral. La obra enfatiza especialmente el contenido espiritual y la fe. De ella vamos a escuchar su Credo.

La interpretación es de la Capilla Sinfónica Estatal Rusa dirigida por Valéry Polyansky.