¡Feliz miércoles! Nuestro compositor de hoy es conocido por su apellido pero no tanto por sus obras. Es lo que tiene vivir a la sombra de un hermano mayor que dominó casi todos los géneros en los que compuso. Vamos a escuchar su música, que también merece la pena.

Nos centraremos en la música de Michael Haydn (1737-1806), compositor austríaco nacido en Rohrau y que era el hermano menor el gran Joseph. Ambos hermanos cantaron en el coro de la catedral de San Esteban de Viena a la vez que Michael estudiaba con Reutter. Debía tener una bella voz ya que esta cautivó a la emperatriz María Teresa, quien le regaló algunas monedas por ello. Hay una famosa anécdota, aunque quizá es espuria, que dice que una vez el gran Joseph, siendo joven iba a cantar un solo en el monasterio de Klosterneuburg. Cuando la emperatriz lo escuchó dijo: «Que no cante nada más... ¡croa!». Inmediatamente fue remplazado por Michael, quien comenzó a hacerse famoso. Ya con doce años tocaba al órgano de San Esteban obras suyas. Un talento precoz que terminaría floreciendo pero que nunca dejaría de estar a la sobra del hermano mayor.

Vamos a disfrutar de su Missa sub titulo Sti. Leopoldi pro festo Innocentium, MH 837. Fue compuesta para el coro de la catedral de Salzburgo; fue la última obra completada por nuestro compositor de hoy, y eso ocurrió a finales de 1805. En sus palabras: «Es paralela a la fuerza de los discípulos». A comienzos de 1805 Haydn cayó enfermo y tuvo también que padecer la invasión de los franceses. Michael escribió una carta a su amigo Rettensteiner: «A pesar de todas las circunstancias, escribiré una misa para los chicos, que creo que disfrutarán». Terminó componiendo esta, que nosotros vamos a disfrutar.

La interpretación es del Coro y la Orquesta del Trinity College Cambridge dirigido por Richard Marlow.