¡Feliz viernes! La composición de hoy no es tanto una obra onírica como que su título tiene un nombre conocido y que guarda relación con las artes de Morfeo. Creo que la compositora de hoy nunca ha aparecido por estos lares. Conozcámosla un poco.

Es Guadalupe Olmedo (1854-1889), compositora y pianista mexicana nacida en Toluca. Fue la primera mujer mexicana que se tituló en música y ello también gracias, todo hay que decirlo, a que procedía de una familia adinerada, lo que le permitió recibir desde pequeña las mejores clases. A ello se unía su talento como compositora. Con solo diecinueve años era tenida en gran estima como pianista de salón y constantemente estaba tocando para la aristocracia mexicana. Sus intenciones iban a más y decidió prepararse de forma autodidacta para ser admitida en el conservatorio. Allí estudió con Melesio Morales y Cenobio Paniagua y, con solamente veintitrés años, recibió la medalla de plata por sus fabulosos estudios. Se quedó como profesora de la institución para la que estudió, dando clase de piano para señoritas.

Escuchemos su Segunda Rêverie, op. 28. Está dentro de la música de salón en el más puro estilo romántico. Los toques chopinianos son evidentes, como lo es también que estamos ante una música pensada para deleitar al que escucha, sin demasiadas complicaciones. La primera parte es más ensoñadora (como su título), pero la segunda tiene un ritmo de vals muy marcado, con un romanticismo también muy destacado. La obra tiene estructura ternaria, con repetición de la primera parte. Una belleza totalmente desconocida.

La interpretación es de Guadalupe Olmedo al piano.