¡Feliz lunes! Empezamos otra semana y en ella espero que tengas muy presente a la música. En las mías está siempre como una inseparable compañera. La de hoy va a ser muy impresionante, breve pero intensa. El maestro que la ha escrito es de esos que estuvo a caballo entre dos épocas, por lo que la sabiduría de una la proyectó con fuerza en la otra. Vamos a pasar un buen rato con él.

Te hablo de Pierre de la Rue (1452-1518), maestro belga nacido posiblemente en Tournai. Al contrario que sus contemporáneos, no marchó a Italia para buscar la fama: se dedicó a componer y a ayudar a los más necesitados. En 1470 era tenor en Santa Gúdula de Bruselas, siendo su nombre Pierre vander straten, que luego pasó a San Jacobo de Gante. En 1489 servía en una confraternidad den 's-Hertogenbosch pero la dejó para trabajar para el emperador Maximiliano I y su hijo Felipe el Hermoso. En sus viajes parece que se encontró con Isaac, Févin e incluso con Josquin. Tras todo ello, se retiró a Courtrai en 1516, donde murió un par de años más tarde. En su epitafio se alaba su gran saber componiendo pero también su increíble virtud y su ejemplo de vida.

De de la Rue vamos a disfrutar su motete para la comunión O Salutaris Hostia, a cuatro voces. Aparece en su misa dedicada a Santa Ana como sustitución del primer Hosanna del Sanctus. Algo habitual, está compuesto en un estilo prácticamente homofónico con diversas fermatas o notas largas al final de cada periodo. La armonía es tan rica que incluso se adelanta a su época aunque sigue colocando el cantus firmus en la voz de tenor. Cuando el maestro utiliza la imitación lo hace de forma contenida y sencilla para evitar la monotonía de los movimientos paralelos. Puesto que debía ser cantado en el momento de la elevación, quizá la idea del compositor era que la polifonía no distrayese mucho y que todo se centrase en el Cuerpo de Dios.

La partitura de la obra puedes descargarla aquí.

La interpretación es de Gavino Murgia (saxo soprano) y Cantar Lontano dirigido por Marco Mencoboni.