Oh, rojo de la sangre

O rubor sanguinis, Hildegarda de Bingen

¡Feliz lunes! Otra semana que comienza y espero que con la ayuda de la música te sea más llevadera. Vamos a empezarla con par de obras impresionantes de una mujer no menos impresionante cuya obra, aunque ya es conocida, interpretada y grabada, casi sigue siendo mítica. La vida de la mujer que la compuso (aunque esto es una forma de hablar) está llena de facetas porque ella misma es un poliedro de lo más rico.

Santa Hildegarda de Bingen

Obviamente, me refiero a santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), monja, erudita, visionaria y mística alemana bautizada en Bermersheim von der Höhe. Era lo que podemos llamara una polímata. Sus padres eran nobles y la pequeña Hildegarda tenía visiones con solo cinco años. Fue abadesa de Disibodenberg (cerca de Bingen) y fundó otros dos conventos. En 1141 tuvo una visión que le hizo dedicarse totalmente a esa tarea del misticismo. El papa Eugenio III dio por verdaderas las visiones y le dio permiso para ponerlas por escrito. Sus predicaciones en tierras alemanas eran famosas hasta el punto de que se solicitó su canonización, algo que so ocurrió tan rápidamente (fue canonizada en 2012). Escribió libros de historia natural y de medicina. A comienzos de la década de 1150 recopiló poemas litúrgicos con música y ella los incluyó su famosa obra litúrgica Ordo virtutem obra que se dedicó durante su vida a ampliar y enriquecer.

Maravillémonos con un par de obras suyas tituladas O rubor sanguinis y Favius distillans. La primera describe cómo un río de intensa sangre roja desciende entre el cielo y la tierra. La melodía es muy breve pero describe fielmente ese pacto que se establece entre lo celestial y lo terrenal de forma que el horror por la muerte se transforma en algo consolador. La segunda pieza que se abre directamente a la contemplación de los sentidos y de los deseos más altos. La obra se refiere a santa Úrsula, quien es descrita con una pureza casi nívea. Ella es la encargada de custodiar y cuidar para sus devotos de un jardín en el que florecen las manzanas más olorosas.

La interpretación es del conjunto Sequentia.

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