¡Feliz viernes! Terminemos la semana con la llamada oración dominical, no porque se rece en domingo sino porque es la que nos dejó el Señor. La pieza de hoy es una pequeña miniatura (valga la redundancia) de uno de los grandes compositores del pasado siglo XX, que dejó impresionantes composiciones para orquesta, de esas que han dejado huella en generaciones posteriores. Hoy nos sorprende con un bombón.

Viene con nosotros hoy Igor Stravinsky (1882-1971), compositor ruso nacido en Lomonosov. Como gran hombre que era, su vida estaba llena de anécdotas. Hubo una época en la que vivía en un hotel en Suiza pero se negaba a componer porque la gente podía oírlo. Se las apañaron para poner un piano en una apartada cabaña de madera y por fin se puso a llenar pentagramas. Le obsesionaba llevar una buena vida por lo que hacía lo posible para que su música estuviese en cualquier sitio. Uno de sus logros es su inclusión en la película Fantasía de Walt Disney. Escribió, por encargo de Balanchine, una obra, su Circus Polka, para el baile de cuatro elefantes y se encargaba de negociar con el circo sus altos honorarios. Todo un artista del que incluso Picasso (con quien colaboró) llegó a tomar varios esbozos.

Este gran compositor del siglo XX nos trae su pequeño Pater Noster para coro. Cuenta que en 1925 sufrió como una especie de reconversión a la fe que había perdido, curándose milagrosamente de un doloroso absceso. Fruto de ello fue esta obra de hoy, compuesta en 1926 para conmemorar su reentrada en la Iglesia ortodoxa. Primero la compuso en lengua eslava y en ella las voces se mueven silábicamente sin que canten ninguna melodía litúrgica conocida. Sin embargo, la tonalidad sí se basa en la música coral rusa y en algunos aspectos de la música contemporánea. Se nota cierta libertad en el momento en el que el texto nos habla de alejarnos del mal. En una revisión posterior, cambió el título ruso original, Otche nash, a la lengua latina.

La interpretación es del Coro de Cámara Clepsydra.