Pequeño rondó



¡Feliz lunes! Encaramos ya la última semana de febrero de tal forma que ya en el fin de semana estaremos en marzo. Vamos a inaugurarla con una obra muy desconocida de uno de los grandes nombres de la Historia de la Música, ambas con mayúsculas porque mayúsculo es su arte y sus composiciones solo pueden calificarse de memorables. La de hoy es de una belleza especial, una verdadera joya que solo están alcance de los grandes compositores. ¡Qué delicia!

El grande es Ludwig van Beethoven (1770-1827), compositor alemán nacido en Bonn. De sus manos salían delicadezas como la de hoy u obras colosales como sus sinfonías pero personalmente dejaba bastante que desear. Era un desordenado casi enfermizo, siempre estaba cambiando de alojamientos y era capaz de llegar a la violencia física con familiares, amigos, discípulos y sirvientes. Charlotte Brunsvik escribió: «Ayer supe que Beethoven se está volviendo loco» y Friedrich Zelter le dijo a Goethe: «Beethoven es intolerable y hay quien dice que es un lunático». No se preocupaba demasiado de su aspecto externo y a veces no destacaba por ser demasiado higiénico. Sus amigos aprovechaban mientras dormía para lavarle la ropa ya que en esto también era bastante dejado. Una vez salió a dar uno de sus legendarios paseos inspiradores y se perdió. No estaba en su lugar de residencia y cuando dijo que era Beethoven nadie le creyó porque le confundieron con un mendigo. Llegó incluso a sufrir arresto hasta que finalmente fue reconocido. Todo un personaje, tal y como diríamos ahora.

Hoy te traigo su Rondino para vientos en Mi Bemol Mayor, WoO 25. Concretamente está compuesto para dos trompas, dos oboes, dos clarinetes y dos fagotes. Ciertamente es una obra considerada menor pero cuando la escuches te preguntarás por qué. Probablemente fue compuesto hacia 1793 y puede que fuese concebido como movimiento final de su octeto. Algo tuvo que pasar por la mente del maestro ya que la obra no se publicó hasta 1830. Comienza con una nostálgica melodía, a modo de lamento, de la trompa que pronto retoma el clarinete para construir una especie de aria llena de delicadeza y de diálogo con el oboe. La trompa vuelve a aparecer con su quejido ya que en un rondó se va repitiendo insistentemente un tema fijo. Aparecen disonancias y la flauta y el oboe ejecutan arabescos y la obra alcanza una intensidad con un tono clasicista que no puede ser más romántico.

La partitura de la obra puedes conseguirla aquí.

La interpretación es del Conjunto de Vientos de Holanda.

Volver arriba